Divergencia // La ilusión de una Alemania solidaria
El hecho de que Berlín apoye el plan de relanzamiento europeo no significa que haya cambiado de doctrina económica.
El hecho de que Berlín apoye el plan de relanzamiento europeo no significa que haya cambiado de doctrina económica.
Alemania asume la presidencia rotatoria de la Unión en el momento clave para superar la crisis.
El referéndum británico ha abierto las puertas a una crisis sin precedentes en el proceso de construcción europea: en apenas 24 horas hundió la libra frente al dólar a niveles que no se conocían desde hace más de treinta años, los mercados globales perdieron más de dos billones de dólares en el viernes más negro que se recuerda y Gran Bretaña se quedó sin primer ministro y sin oposición.
Sin tiempo: La incapacidad para dar una respuesta coordinada al drama de los refugiados amenaza la libre circulación de personas y el propio futuro de la UE.
La economía, queridos amigos, tiene una médula darwinista. Como la vida misma. Y no creáis que me refiero solamente al capitalismo, porque las experiencias socialistas conocidas hasta la fecha resultaron de un darwinismo tan áspero como la policía húngara.
La solución de los problemas europeos es fácil. Podría bastar con elegir algún oscuro lugar en Brandeburgo o Prusia, fundar allí una gran ciudad y llamarla, por ejemplo, Merkelandia. Lo digo en serio. La solución la ideó un señor llamado Alexander Hamilton, que nació en una isla caribeña y fue el auténtico fundador de Estados Unidos.
Historia: El periodista J. M. Martí Font nos ayuda a entender la nueva Alemania en la vieja Europa.
Coyuntura: La economía alemana se ha enfriado, pero este freno no está empujando al Gobierno a tomar medidas de inversión pública para impulsar la actividad.
La revista que dirige el filósofo Josep Ramoneda dedica parte de su último número a “Jóvenes y precarios contra la vieja política”.
Soluciones: Europa debe revisar sus políticas económicas si quiere alejar el fantasma de los precios en caída libre.
Desbloqueo: La Unión Europea se ha convertido en un ejemplo que no se debe seguir. Pero en realidad, la relación de fuerzas es menos desequilibrada de lo que se cree.
El salario mínimo, que divide a economistas y tensa a la patronal, arrasa en apoyo social en el país de los ‘minijobs’.
Angela Merkel ha sido reelegida en septiembre, como estaba previsto, e incluso con
mejores resultados de los esperados. Toda una noticia en una Europa en crisis en la que,
desde hace cuatro años, cuando a un dirigente le toca salir, el electorado lo saca, en ocasiones en medio del abucheo general.
Las nuevas necesidades financieras de Grecia y la Unión Bancaria, condicionada por Berlín, regresan a la agenda europea después de largos meses de inactividad.
La UE ha perdido otros seis meses, como ya ocurrió con el colapso griego. La revisión del último rescate al país heleno está pendiente de Berlín, mientras que la Unión Bancaria, urgente para recomponer el mercado del crédito, se retrasa.
El fracaso inicial de François Hollande, incapaz de revertir el programa de austeridad, parece reforzar la idea de que no existen alternativas viables a la línea que fija Merkel para la eurozona. Y sin embargo, la historia no ha terminado: sólo hay que mirar a Berlín y Atenas.
François Hollande no ha parado de repetir estos últimos meses que lo más duro estaba ya a nuestras espaldas. Que la crisis del euro había sido superada. Que se habían adoptado iniciativas a escala europea para impulsar el crecimiento.
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