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La UE, incapaz con Grecia

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Mayo 2015 / 25

Atenas diluye el papel del ministro de Finanzas, Ianis Varufakis, pero persisten las dificultades para un acuerdo.

El ministro griego Yanis Varufakis y su homólogo español, Luis de Guindos, en Riga. FOTO: CONSEJO EUROPEO

La crisis griega ha entrado en una nueva fase crítica. Atenas se resiste a seguir por la senda de la austeridad que ha sido tan costosa para el país.

Durante el Eurogrupo de Riga de los días 24 y 25 de abril la presión de la UE sobre Grecia se ha agudizado hasta niveles sin precedentes. El Gobierno griego ha diluido el protagonismo del ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, tras ser duramente vilipendiado en Riga por no ceder en la entrega de información someterse a las intransigencias de los ministros de Economía. Quieren una rendición incondicional de Atenas y vuelta a las negociaciones de la troika (FMI, BCE y Comisión Europea) con los técnicos griegos. O se aceptan las condiciones o no hay desembolso de los 7.200 millones de euros prometidos pendientes.

El Gobierno heleno admite la necesidad de reformas, pero quiere negociar a su ritmo. Rechaza, por ejemplo, que la única forma para mejorar las pensiones sea su recorte. El Gobierno está dispuesto a una consolidación fiscal, pero que “sea razonable”. La sociedad griega se está desangrando y Europa perdiendo su reputación por su impotencia por asegurar la estabilidad. Una salida de Grecia del euro rompería el principio de irreversibilidad de la moneda única, un precedente que supondría una seria amenaza para los países más débiles. Merkel y el BCE lo saben. La negociación seguirá hasta el próximo 30 de junio, pero la UE y el FMI son incapaces de resolver el problema de fondo que implica una reestructuración de la deuda.

La crisis de Grecia evidencia un fracaso de la UE. ¿Cómo se puede explicar que un país que representa menos del 1,8% del PIB de la zona euro tenga pendientes a los líderes europeos, a los mercados y a los inversores durante tanto tiempo sin perspectiva de solución?

Una explicación verosímil es que no se trata solamente de la crisis de Grecia. Lo que está en cuestión de verdad desde la hecatombe financiera de 2008 es un modelo de unión monetaria que sin la correspondiente unidad fiscal que la complementen resulta inviable. En la corrección de este fallo fundacional no se ha avanzado nada. Los esfuerzos de decenas de cumbres, reuniones urgentes del Eurogrupo han perfeccionado la unión monetaria con más competencias al Banco Central Europeo (BCE). Pero el euro sigue cojo, con una sola pata, la monetaria. Sin una política fiscal, que implique transferencias de recursos de los países más ricos a los menos desarrollados, la inestabilidad está asegurada.

 

FALTA LA SOLIDARIDAD

Los promotores de la moneda única, los planes Werner (1970) y Jenkins (1977), siempre consideraron necesario que la unión monetaria debería ir acompañada de políticas económicas y fiscales a escala europea, de una armonización fiscal y mecanismos de solidaridad financiera. El presidente de la Comisión, Roy Jenkins, incluía precisamente en su modelo un presupuesto comunitario del 10% del PIB. La realidad que tenemos es una UE con un raquítico presupuesto del 1% del PIB y, sobre todo, el dogmático rechazo de Alemania y sus aliados de no rebasar jamás este 1%. Alemania no cesa de reafirmarse en su rechazo a una transfer union (unión de transferencias). Berlín no quiere compromisos que supongan más aportaciones financieras a los países menos desarrollados. 

Sin transferencias fiscales no habrá estabilidad en la zona euro

Desde la victoria de Syriza en el pasado enero, la posibilidad de que Grecia abandone el euro se maneja cada vez con más naturalidad. Los esfuerzos de la UE y el FMI se han concentrado en insistir en la política de austeridad, cuyo rechazo llevó a Syriza al Gobierno. La inviabilidad de la política de ajustes ha sido explicada por destacados economistas como los Nobel de Economía Joseph Stiglitz, Chris Pissarides y Paul Krugman. Grecia ha aplicado las recetas de la troika que han supuesto una reducción del consumo del 35%; una disminución del PIB del 27% y elevado el paro hasta el 26%. ¿Hasta dónde quiere llevar la UE a los griegos?