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¿Es capital la tecnología?

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Febrero 2014 / 11

Socio director de Coperfiel

CONGRESO MUNDIAL DE TELEFONÍA MÓVIL DE BARCELONA

La penúltima semana de febrero, el Mobile World Congress (MWC), la mayor feria mundial de la telefonía móvil, atraerá a Barcelona a 70.000 visitantes. Aparte de su impacto económico en la ciudad, estimado en más de 300 millones de euros cada año, no se trata solo de una feria más, porque para ganar el derecho a acoger el MWC hasta 2018, Barcelona asumió el reto, en competencia con Milán, Múnich y París, de actuar como Mobile World Capital.

Con este objetivo, las instituciones, junto con la Fira de Barcelona y los organizadores (GSMA), constituyeron la Fundación Barcelona Mobile World Capital, que aspira a convertir la ciudad “en el centro mundial permanente de las tecnologías móviles”, en un “referente mundial y un centro tecnológico y cultural permanente de las comunicaciones móviles”. Se anunció para ello el compromiso de 90 millones de euros de fondos públicos, además de los patrocinios privados de empresas que apoyan el proyecto.

El impulso subyacente es la apuesta por convertir las comunicaciones móviles en un ingrediente transformador de formas de organización, de negocio, de relación y de organización social. El antiguo ideal de “cada persona, un PC” se transmuta ahora en “cada persona, un smartphone conectado a Internet”.

No solo eso; nos proponen un futuro Internet de las cosas en el que objetos de todo tipo, desde los vehículos, el mobiliario urbano o los electrodomésticos hasta los objetos de uso personal (las gafas, el reloj o las zapatillas), estén permanentemente conectados a Internet.

Se nos presenta así la tecnología móvil como plataforma de un tsunami de innovación disruptiva, tal vez comparable a la que desencadenó en su momento la electricidad. El enorme potencial de ganancia económica (y de poder) generado por estos fenómenos de destrucción creativa a gran escala, es lo que confiere su atractivo al gran escaparate del Mobile World Congress.

Aun en este contexto, utilizar una feria sectorial como trampolín para una estrategia tecnológica de ciudad, como se persigue en Barcelona, es una aspiración singular. Las Vegas, por citar un referente comparable, atrae todos los años más de 150.000 visitantes al International Consumer Electronics Show (CES), el evento referente mundial de la electrónica de consumo. Pero Las Vegas no es ni pretende ser la capital mundial de la electrónica de consumo: solo de su evento anual.

¿Es, pues, realista esa ambición de Barcelona? ¿Cuál será el legado que ese título de capitalidad dejará en la ciudad, aparte del gasto de visitantes y expositores del congreso? Una pregunta que es también relevante en el contexto más amplio de definir la estrategia de una ciudad o de un país ante un cambio tecnológico de gran magnitud.

La respuesta es por ahora bastante confusa. Son muchos los que, aparte del discurso oficial, admiten que es poco probable que Barcelona pueda convertirse en capital de la generación de tecnología móvil, cuyo epicentro actual está en lugares como Silicon Valley o Corea.

El sector tecnológico español, aun contando con multinacionales como Telefónica o Indra, no ha sido en el pasado un motor de transformación. Es razonable dudar de que tenga ni la voluntad ni la capacidad de arrastre necesaria para conseguir serlo a corto plazo. Tampoco bastará con apostar por la industria de las apps, porque solo una minoría de cerca de un billón de apps disponibles genera ingresos suficientes para compensar su desarrollo.

La tecnología en sí no es un factor de cambio, lo es usarla como palanca de nuevas ideas y empresas

Es poco probable que Barcelona llegue a ser capital de la generación de telefonía móvil

Pero tendría sentido que Barcelona y su área de influencia optaran a convertirse en referente global en el aprovechamiento del potencial transformador de la tecnología móvil para otros sectores. La Fundación Barcelona Mobile World Congress (BMWC) podría ser un catalizador de procesos de ciudad (o de país) que agrupen talentos y competencias para convertir en realidad proyectos de referencia en la incorporación de lo digital en los estilos de vida, el diseño, el urbanismo, el turismo, la producción cultural o la innovación social, donde la ciudad es ya un referente reconocido.

Esos talentos existen, pero habrá que atraerlos y que alinearlos alrededor de un proyecto verosímil de capitalidad. En contra del discurso de los ilustrados tecnológicos, la tecnología no es en sí misma un factor de cambio. Lo es la actuación consciente de personas y de organizaciones que la utilizan como palanca de nuevas ideas, proyectos, organizaciones y empresas. El reciente relevo del director general de la Fundación BMWC, un profesional del sector de las tecnologías de la información y la comunicación, podría ser un síntoma de que esa es ahora la orientación del proyecto. Que así sea y la fuerza acompañe.