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La austeridad jamás ha funcionado

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Marzo 2015 / 23
Foto artículo: La austeridad jamás ha funcionado

El euro se creó para favorecer la solidaridad europea, pero ha tenido el efecto contrario. El Nobel Joseph Stiglitz alerta de que Europa yerra el camino.

El hecho de que tantos países europeos tengan unos resultados económicos tan mediocres indica que no se trata únicamente de un problema de Francia, Italia o Grecia. En Europa hay un problema sistémico. El diagnóstico alemán es simple: la culpa de esas dificultades son los excesivos déficits presupuestarios y las rigideces estructurales. Permítanme expresarme en un lenguaje tan poco diplomático como poco académico: ¡Eso es completamente absurdo! España e Irlanda tenían excedentes presupuestarios y bajas ratios de deuda pública/PIB antes de la crisis. Es ésta la que ha provocado los déficit, y no a la inversa. La razón por la que en Estados Unidos tenemos mejores resultados es que no hemos sucumbido al mantra de la austeridad o, al menos, no lo hemos hecho en la misma medida.

ILUSTRACIÓN: ELISA BIETE JOSA

PUNTOS MUERTOS

La idea según la cual los problemas estructurales en el seno de cada país son la causa de sus escasos resultados también carece de todo sentido. Las rigideces estructurales pueden, en efecto, provocar una serie de ineficacias que hacen que baje el nivel de vida de un país, pero la disminución de las rentas que provoca la austeridad es claramente más importante. No fueron las rigideces estructurales las que provocaron las burbujas inmobiliarias en Estados Unidos y en España, o las que han dado lugar a todos los excesos del sector financiero.

Muchas de esas supuestas “reformas estructurales que es necesario llevar a cabo” sólo desembocan en unas políticas que reducen el nivel de vida de una gran parte de las población, a través de salarios más bajos, de un aumento de la precariedad del empleo y de una reducción de las prestaciones sociales. ¿Cómo se puede pretender que la mejor manera de aumentar el nivel de vida sea aplicar unas políticas concebidas para disminuirlo? Unas políticas que, además, serían susceptibles de aumentar unas desigualdades ya grandes.

Algunos utilizan las crisis como pretexto para desacreditar al Estado de bienestar. Pero éste no es la causa de los fracasos de Europa. Algunos de los países con mejores resultados económicos del Viejo Continente poseen los sistemas sociales más desarrollados, y la recesión hubiera sido mucho más importante en Europa sin la existencia de una serie de estabilizadores automáticos proporcionados por el Estado de bienestar. En concreto, las reformas estructurales que comportan que disminuyan los salarios y la seguridad económica llevarán a un descenso de la demanda global. El problema al que se enfrentan Francia, Europa y el mundo es a una falta de demanda global y no a problemas de oferta.

Está claro que se trata de un problema estructural, pero también que afecta a la estructura de la zona euro en su conjunto, y no a la de cada país. El euro era un proyecto político que no contaba con la voluntad suficiente para crear un marco económico que le hubiera permitido funcionar bien. Para agravar la situación, hubo una enorme falta de comprensión de lo que era necesario para que funcionase —que hubiera podido llevar a la convergencia—. Se pensaba que todo lo que se necesitaba era unos déficits y deudas públicas bajos. Ahora sabemos que es falso. Sin embargo, algunos siguen insistiendo en adentrarse aún más en una vía que jamás ha funcionado.

La política de la UE provoca divergencia, más que convergencia

Las devaluaciones internas nunca han resultado

Para realizar los ajustes internos necesarios, que anteriormente podían llevarse a cabo a través de las modificaciones de los tipos de cambio, algunos abogan por una devaluación interna, un eufemismo para decir que los precios deberían bajar en Francia. Implicitamente defienden, pues, la deflación, sugiriendo que el aumento de las importaciones podría sustituir a la disminución del gasto público. Una vez más, se trata de una idea completamente absurda.

Las mejoras que se han producido en las cuentas corrientes de los países en crisis han sido en gran parte resultado de la caída de las importaciones y no del aumento de las exportaciones. Las devaluaciones internas jamás han funcionado, lo mismo que la austeridad. Si no, el patrón oro no hubiera tenido tantos problemas durante la Gran Depresión.

Hoy sabemos no sólo hasta qué punto la deflación es nociva, sino también por qué lo es. Europa ha creado un sistema inestable en el que el capital y las personas con alto nivel de formación se trasladan de los países más débiles a los más fuertes, lo que produce más divergencia que convergencia. Europa ha provocado unas crisis de deuda soberana allí donde no la había...

 

EL CAMINO A SEGUIR

Actualmente, los economistas están de acuerdo en cuáles son las reformas necesarias para el buen funcionamiento del euro. La mayoría son bastante conocidas como para contentarme con citarlas: una unión bancaria, que no incluiría únicamente una supervisión común, sino una garantía de los depósitos y un mecanismo de resolución comunes; eurobonos u otro medio de conseguir una importante cantidad de fondos para el conjunto de Europa; un marco fiscal común más fuerte —no un pacto de suicidio compartido a través de la austeridad, sino una auténtica solidaridad, con un fondo para la estabilidad y el crecimiento; una responsabilidad compartida respecto al paro, e inversiones comunes para construir la Europa del mañana.

Pero hay más, la convergencia necesitará de unas políticas industriales que, en particular, permitan a los países que van a la zaga tener mejores perspectivas de recuperación; unas políticas de innovación que sustituyan la innovación destructiva del sector financiero por una innovación creativa que enriquezca la vida de los individuos y proteja el medio ambiente. La supuesta innovación del sector financiero estaba enfocada únicamente a esquivar unas normas que garantizaban la estabilidad económica y evitaban los abusos.

Estas son las reformas estructurales necesarias para paliar el imperdonable despilfarro de recursos que ha marcado las economías europeas durante los últimos años. Hay que cambiar las políticas de austeridad por unas políticas de crecimiento. Los líderes europeos lo han dicho en más de una ocasión pero han hecho muy poco en ese sentido. Los países que tienen más margen de maniobra presupuestaria deben hacer uso de él. Dadas las interdependencias, el crecimiento en esos países beneficiaría a toda Europa.

Más que contar con la deflación en los países que tienen cuentas corrientes deficitarias, debería haber inflación en los que las tienen excedentarias. La introducción de un salario mínimo en Alemania podría, en este sentido, contribuir a limitar el aumento de las desigualdades en este país. Las instituciones existentes, como el Banco Europeo de Inversiones (BEI), deberían implicarse en más inversiones y ayudar a corregir la escasez de la inversión privada y de los préstamos bancarios, especialmente en lo que a las pequeñas y medianas empresas (pymes) se refiere.

La raíz de los problemas a los que se enfrenta Francia se halla en una inmensa medida más allá de sus fronteras. Son problemas europeos y necesitan una solución europea. El euro se creó para favorecer la solidaridad europea. Ha tenido el efecto contrario. Hoy es necesario volver a los principios de solidaridad europea sobre los que se creó el euro.


Joseph Stiglitz

Este texto forma parte del discurso que el Nobel de Economía dio en París el 13 de enero por invitación del presidente de la Asamblea Nacional, Claude Bartolone, que ha autorizado su reproducción.