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Las tres edades de la vejez

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Mayo 2014 / 14

Al vivir cada vez más tiempo, pasamos por fases diversas durante la recta final de la existencia: somos sénior, de la tercera edad o de la cuarta. Un reto para la sociedad.

“La juventud no es más que una palabra”, declaraba Pierre Bourdieu en 1978. Una idea aplicable a la vejez de hoy. ¿A partir de cuándo somos viejos? De entrada, depende de la edad de quien responda a la pregunta. Un sondeo del Instituto Viavoice muestra que cuando tenemos entre 35 y 49 años, pensamos que lo somos a los 66(1). Pero cuando pasamos de los 60, la vejez no se inicia antes de los 76. “En el plano subjetivo, las personas en edad de jubilarse no se consideran ancianas”, analizan Clélia Gogot y Vanesa Wisnia-Weill. Asistimos, pues, a una diferencia cronológica entre la edad biológica y la percepción individual de la vejez.

Por otra parte, en el mercado laboral, las empresas consideran que los trabajadores de más de 50 años son “demasiado mayores”. Por el contrario, a los prejubilados o incluso jubilados más jóvenes, se les considera séniores,en absoluto viejos. Su salud suele ser buena, y mantienen la actividad.

Estas fronteras borrosas entre edades son el resultado de buenas y malas noticias. Lo malo es que, de media, transcurre un año y medio entre que una persona deja el trabajo y pasa a la jubilación, un tiempo que cada vez más se pasa en paro. Esta situación tenderá a reforzarse debido al retraso de la edad legal de jubilación, que en España se irá elevando progresivamente de 65 a 67 años.

 

El inicio de una nueva vida

La buena noticia es que las posibilidades de vivir siendo viejos y manteniendo una relativa buena salud aumentan. “Durante mucho tiempo, la jubilación era el principio del fin de la vida. Hoy se ha convertido en el inicio de una nueva vida (...) que puede durar otros 20, 30 o 40 años”, constata Luc Boussy, en un informe entregado en enero de 2012 durante la preparación del proyecto de ley francés sobre la adaptación de la sociedad al envejecimiento(2).

Las necesidades de los mayores podrían impulsar un nuevo sector económico
A los 75 suele darse la transición entre la persona que ayuda y la que necesita asistencia

Hoy, a partir de los 60, existen tres etapas, con sus propias necesidades y aspiraciones, que requieren políticas públicas distintas. La primera edad del retiro, activa y de buena salud, es aquella en la que se ejerce de abuelo, se disfruta del ocio, del compromiso cívico, o incluso del mantenimiento de cierta actividad profesional. Es la edad del consumidor con canas. Los baby-boomers, criados en plena explosión de la sociedad de consumo, son más aptos para el hedonismo y el gasto que la generación precedente.

Ese primer tiempo de retiro es la edad de oro de los abuelos: además de la ayuda financiera que se aporta a los niños, los jubilados ofrecen su tiempo. En Europa, el 42% de los pensionistas lo invierte en cuidar a sus nietos, según un estudio del Consejo de Orientación de los Jubilados. A ello debemos añadirle la ayuda aportada a los padres mayores que son dependientes.

La segunda edad de la vejez se inicia alrededor de los 75 años. Es una fase en el curso de la cual se agravan los riesgos de aislamiento y los problemas de salud, en especial las enfermedades crónicas. Es también la edad en la que la solidaridad familiar da un vuelco: los mayores pasan de ayudar a necesitar ser ayudados por su entorno. Es el momento de la adaptación de la vivienda, del recurso creciente a servicios de atención a la persona, de la compra de productos de domótica o de dispositivos de asistencia.

Estas necesidades se intensifican cuando se entra en la tercera edad de la vejez, después de los 80, cuando se incrementa el riesgo de dependencia. El objetivo de las políticas públicas es favorecer que la persona siga viviendo en su domicilio, porque es lo que desea la mayoría. Si no es posible, debe poder acceder a un centro de acogida para ancianos dependientes, cuyo precio se mantiene hoy todavía demasiado elevado para una amplia franja de clases medias.

Todas estas necesidades, al alza por la evolución de la demografía, podrían servir de acicate para el desarrollo de un nuevo sector económico. Es una oportunidad, un hecho y un reto a los que nuestras sociedades deben adaptarse.

1. Sondeo El lugar de los séniores, efectuado en febrero de 2010.
2. La adaptación de la sociedad al envejecimiento de su población. Francia: Año cero, por Luc Boussy. Enero de 2013.