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Una gran telaraña social

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Abril 2013 / 2
Foto artículo: Una gran telaraña social

Las redes sociales desempeñan un importante papel económico. Pero su utilización, lejos de liberarnos de las actuales relaciones existentes entre clases sociales, tiende, por el contrario, a multiplicar sus efectos, de modo que constituyen un factor más de desigualdades con frecuencia insospechado.

01. Un concepto más amplio de lo que pueda parecer

Para bien o para mal, Facebook, Twitter y sus avatares están en boca de todos. Alabados por su auge fulgurante o por su papel en las revueltas etiquetadas como Primavera Árabe, estas start-up también están regularmente en el punto de mira de la crítica por su estrategia de utilizar los datos personales con fines comerciales o políticos y por su tolerancia de geometría variable respecto de  los mensajes o imágenes que se envían a través de ellos. Pero si algo está claro es que las redes sociales  constituyen un auténtico fenómeno social. Hasta el punto de que es absolutamente necesario estar en ellas y, lo que es más, crearse una identidad digital.  Una actividad que no solo exige tiempo, sino también atención, pues en la Red se dejan huellas que pueden ser consultadas tanto por amigos como por posibles cazadores de perfiles, no siempre para bien del candidato.

La Web 2.0* borra, pues, la no tan tradicional  frontera entre esfera privada y esfera pública, así como la diferencia entre amigos y conocidos. ¿Qué significa, por ejemplo, el hecho de ser amigo de una marca de refrescos o de una celebridad a la que nunca se conocerá en persona? No solo las firmas comerciales se han sentido obligadas a ampliar su estrategia de comunicación en esos sitios de Internet: los partidos políticos también. Incluso el Papa, quien estuvo unos cuantos meses en Twitter antes de dimitir (!)  o el ayatollah Khamenei, que ha abierto una cuenta en Facebook a pesar de que el sitio está prohibido en Irán... En cualquier caso,  como recomiendan los sociólogos de la corriente de los Cultural Studies, fundada por Richard Hoggart , las implicaciones de esas prácticas emergentes deben ser analizadas con la misma precaución con que se analizan los demás medios de comunicación.

Jacob Moreno ya dedicó atención a las redes sociales y a los instrumentos para estudiarlas en una obra de... 1934,  Who Shall Survive?, a partir de un trabajo de campo original realizado en el Instituto de Reeducación de Adolescentes de Hudson, situado en las proximidades de Nueva York.  El investigador pidió a cada una las cerca de 500 internas que citaran las cinco personas con las que más les gustaría cohabitar y las cinco con las que menos.  Mediante ese “test sociométrico” puso en evidencia una estructura informal subyacente de circulación de información: por ejemplo, los planes de evasión no se organizaban en el seno de un pabellón, sino a través de redes de afinidad identificadas.

A comienzos de los años cincuenta, el antropólogo John Barnes pasó dos años conviviendo con los habitantes de una pequeña isla noruega y reconstruyendo minuciosamente las diferentes relaciones que los unían. De ese modo, puso de manifiesto que, junto a las relaciones administrativas y económicas oficiales, existía un sistema informal que encerraba en una vasta red a toda la población.  Un auténtico “mundo pequeño” que, como mostraron Stanley Milgram y John Travers a finales de los años sesenta, engloba al conjunto de la sociedad estadounidense. Su equipo formó aleatoriamente tres grupos de un centenar de personas en tres Estados muy distantes y les encargó que, a través de sus relaciones, hicieran llegar un documento a un individuo concreto, un agente de cambio en Boston. Cada uno de ellos no necesitó pasar por una media de poco más de cinco personas para que el paquete llegara a buen puerto, lo cual les llevó a la idea de que, a fin de cuentas, todos estamos unidos por una cadena formada por unas cuantas personas conocidas.

Tras estas experiencias pioneras, el análisis de las redes sociales y de sus implicaciones va a constituir todo un campo de investigación, dotado de sus propios conceptos e instrumentos metodológicos. Sus especialistas van así a descubrir el papel crucial de las redes en la evolución de los estados afectivos, en la obtención de ciertos recursos (empleo, vivienda...), en las dinámicas de innovación y, en un sentido más general, en el funcionamiento de todo tipo de mercados económicos, subrayando una vez más hasta qué punto estos se alejan del modelo teórico de la competencia perfecta.
 

02.Un factor determinante de las relaciones económicas

Las investigaciones de Mark Granovetter, a medio camino entre la sociología y la economía, ponen de manifiesto la influencia, tan crucial como poco visible, de la estructura de las redes en el funcionamiento de los mercados. Dicho de otro modo: las actividades económicas y no económicas están estrechamente imbricadas. En palabras de Karl Polanyi, hablamos de “la incrustación social de la economía”. Ello se explica por cierto número de imperfecciones de los mercados concretos, por las propiedades que los alejan de los modelos teóricos.

ILUSTRACIONES: IDANA RODRÍGUEZ

La primera de ellas tiene que ver con la información. Las redes sociales pueden desempeñar un papel esencial en la mejora de la circulación y calidad de la información. Y no son las que alimentan relaciones con las personas que tenemos más cerca, sino las relaciones más distendidas, como las de antiguos amigos o  compañeros de colegio. 

Pese a ser clave antes de iniciar cualquier acción, este factor está lejos de ser accesible de manera completa y fiable para el conjunto de los agentes. Sin embargo, estos conocidos, más o menos lejanos, pueden, por ejemplo, desempeñar un papel con frecuencia decisivo en la búsqueda de un empleo, más que la familia, los amigos cercanos o incluso las agencias de colocación, la respuesta a anuncios o el envío de solicitudes. Esta “fuerza de los vínculos débiles” es la que Granovetter mostró en un célebre artículo de 1973 con ese mismo título, en el que mostraba los resultados de un estudio realizado entre 1.000 ejecutivos de la banca de Boston. Explicaba con hechos que esas relaciones lejanas nos permiten acceder a más información, pues se mueven en medios que nos son ajenos. Y al contrario: las personas a las que nos atan vínculos fuertes suelen frecuentar los mismos círculos sociales que nosotros y sus informaciones y las nuestras son redundantes.

En trabajos posteriores, este investigador se esforzó en demostrar, de un modo más general, la estrecha interdependencia entre la carrera profesional de los individuos y la composición de su red social, subrayando que si la segunda influye en la primera, recíprocamente, la composición de la red evoluciona en función de los cambios de puesto de trabajo proporcionando con ello nuevas oportunidades. A escala más amplia, implica que unos mercados de trabajo encerrados en sí mismos —es decir, en los que los agentes se eligen en el seno de un mismo sector o de una misma firma, por ejemplo— tienen todas las posibilidades de seguir estándolo.  Las informaciones transmitidas a través de vínculos débiles no se limitan evidentemente a la búsqueda de empleo, pueden facilitar igualmente la adquisición de otros recursos raros, como una vivienda o hasta una pareja.

En un artículo de 1992, Ronald Burt prolongó el descubrimiento de Granovetter. En dicho texto demostraba que los recursos de los que se beneficia un individuo a través de su red social no se deben sólo a la cantidad o calidad de sus vínculos, sino también a su posición en el seno de la red —más amplia— en la que se inscriben estos últimos. El hecho de que dicho individuo esté situado en lo que Burt denomina un “agujero estructural”, es decir, en la intersección de varias redes poco o nada conectadas entre sí, puede representar también para él una fuente de ventajas especiales, pues se constituye en un paso obligado de los recursos, informativos o de otro tipo.

Finalmente, aunque con frecuencia tendemos a denunciar las diversas formas de favoritismo, por no hablar abiertamente de corrupción, que se derivan de la interferencia de las relaciones personales en las transacciones económicas, los socioeconomistas de la escuela de Granovetter han demostrado que también pueden aportar  beneficios. 

Acudir a las redes no solo permite economizar gastos, sino que favorece también una mayor confianza entre las partes y alimenta un sentimiento de compromiso recíproco, que contrarresta los efectos de las asimetrías de información*. Algunas empresas integran este parámetro en su estrategia, del mismo modo en que los bancos reducen así el riesgo inherente a sus préstamos. Estudiando el mercado de financiación de las pequeñas y medianas empresas (pymes) de Chicago, Brian Uzzi demostró así en 1999 que los ejecutivos que cultivan relaciones personales con su banquero se benefician de unos tipos de interés inferiores al resto. Un resultado confirmado después en otros lugares y para otras actividades.

La estructura de las redes sociales desempeña además un papel decisivo en numerosas operaciones económicas como la creación de empresas, las fusiones y adquisiciones*, la determinación de las estrategias y de los modos de gobernanza de las firmas, o incluso de los procesos de innovación. En lo que respecta a estos últimos, es interesante señalar que los inventos más radicales no proceden generalmente de los individuos más integrados, sino de los más periféricos —en particular los situados en la intersección de “agujeros estructurados”—, menos inclinados a plegarse a las rutinas de pensamiento dominantes. Una red demasiado cohesionada no tiene, pues, por qué ser necesariamente una ventaja. 

Al estudiar las relaciones entre los directivos encargados de las subcontratas y sus subcontratados en el sector de la confección en Nueva York, Brian Uzzi muestra que las empresas con mejores resultados no son ni las que mantienen relaciones personales con la mayoría de sus proveedores ni las que solo tienen con ellos relaciones comerciales, sino aquellas que presentan una red mixta formada a partes iguales por los dos tipos de relación. La explicación que ofrece es que, durante los períodos de estabilidad, las relaciones de confianza resultan más favorables pero que, sin embargo, entorpecen la adaptación en el momento en que se producen modificaciones en el medio económico.
 

03.El capital social, un recurso mal repartido


El tamaño y la estructura de las redes ejercen, pues, una influencia decisiva en la vida económica y social. De ahí que se deba prestarles una atención que vaya más allá de la simple evocación de las relaciones o la denuncia de los enchufes. Para denominar esa necesidad, los sociólogos han acuñado el concepto de capital social, al que dan diferentes definiciones en función de la perspectiva adoptada. En Bowling Alone (2000), Robert Putnam caracteriza, por ejemplo, las sociedades en su conjunto. Según él, cuanto más desarrolladas están las redes entre sus miembros, más fuerte es la cohesión, y esta beneficia a las diversas dimensiones del bienestar. El declive del asociacionismo que constata en Estados Unidos —simbolizado por la aparición de jugadores de bolos en solitario— constituye para él un indicador del declive de su capital social, portador de graves amenazas para el futuro. Este enfoque ha tenido, sin embargo, numerosas críticas no solo por las amalgamas con que opera, sino porque oculta las desigualdades subyacentes.

Estas son, por el contrario, el centro de la reflexión de otros sociólogos como Pierre Bourdieu, que define el capital social como “los recursos actuales o potenciales ligados a la posesión de una red duradera de relaciones”.  Esa red es el producto de  “estrategias de inversión social orientadas consciente o inconscientemente hacia la institución o reproducción de relaciones sociales utilizables  directamente”.   Como otras formas de capital —económico y cultural— identificadas por el sociólogo, el capital social se acumula y participa en la reproducción de la estratificación y de las desigualdades sociales.

Los conocidos de la Red ayudan más a encontrar empleo que las agencias de colocación

Quienes frecuentan más a su banquero obtienen tipos de intereses inferiores

Las investigaciones sobre este asunto muestran, en efecto, que el número de contactos aumenta con el nivel de estudios , del mismo modo que el asociacionismo. Y lo que es más importante, a este aspecto cuantitativo se añade el hecho de que todas las relaciones no son igualmente rentables, en el sentido de que no dan acceso al mismo nivel de recursos. En el caso de la elección de los amigos o del cónyuge, dinero llama a dinero o, citando otro adagio: “Dios los cría y ellos se juntan”. La persistencia de la homofilia* y de la homogamia* implica que las redes se forman en gran medida en el seno de una misma clase social, lo cual significa sobre todo la frecuentación de los mismos sitios y, en especial, la proximidad de los habitus*.

Para ser más precisos, como ha mostrado Bonnie Erickson en un trabajo de campo original con asalariados del sector de la seguridad en Toronto, los miembros de las clases superiores poseen redes más diversificadas socialmente. Estas les aportan mayor variedad de referencias culturales que constituyen una ventaja para las conversaciones que favorecen las redes y las carreras profesionales. La atención a las redes no solo no se opone a un enfoque en términos de clases sociales ,sino que, por el contrario, puede enriquecerlo. A partir de una amplia investigación tanto cualitativa como cuantitativa llevada a cabo en Caen y Toulouse, Claire Bidart, Alain Degenne y Michel Grossetti muestran la necesidad de articular la socialización de un agente con la evolución de su red de relaciones, pues las dos dinámicas interactúan estrechamente. Otros investigadores se han esforzado en resaltar la interpenetración de las redes de las élites económicas, políticas o mediáticas. Potenciada por el hecho de frecuentar espacios comunes —como la cena mensual del think-tank Le Siècle, que reúne a miembros influyentes de la clase dirigente francesa—, dicha interpenetración contribuye a explicar  el conformismo de su visión socioeconómica. 


LÉXICO

Web 2.0: llamada “web colaboradora”, denomina los diversos dispositivos que permiten a los internautas expresarse en la Red de forma directa y sencilla.

Asimetría de la información: es la situación que se crea cuando se da una transacción en la que una de las partes tiene ciertas informaciones decisivas a las que las otras partes no tienen acceso.

Fusiones-y adquisiciones: operaciones financieras en el curso de las cuales los accionistas de varias sociedades intercambian o ceden sus acciones para formar solo una, o bien que una tome el control de las otras.

Homofilia: describe la tendencia a vincularse a amigos que comparten las mismas características sociales que ellos mismos, sobre todo la clase social.

Homogamia: tendencia a elegir un conjunto que presenta las mismas características sociales que uno mismo, en especial aquellos que pertenecen a la misma clase social. 

Habitus: se trata de la forma de actuar, la manera de sentir y también la de pensar particulares propias de un individuo, de un grupo o de una clase social particulares

 

Las redes virtuales, entre puesta en escena y entrega de sí mismo

La seducción que ejerce la novedad conduce con frecuencia a exagerar las rupturas. Internet concentra toda una serie de fantasmas en lo que a la transformación de los vínculos sociales se refiere. Por mucho que digan quienes la publicitan, la red de redes no suprime las fronteras sociales o geográficas pues, como han demostrado diversos trabajos de investigación, encontramos en ella el mismo deseo de estar entre los suyos  y las jerarquizaciones sociales que encontramos fuera de línea (1). Es enormemente engañoso oponer real a virtual: las relaciones que se mantienen en la Red, mucho más que sustituir, prolongan las sociabilidades físicas y están gobernadas por lógicas similares.

Antonio Casilli (2) muestra, por ejemplo, que lejos de liberar a los internautas de su cuerpo, la Web social exige en realidad ponerlo en escena de múltiples maneras. Esto no se debe interpretar precipitadamente como un narcisismo exacerbado: a través de pequeños experimentos, el sociólogo establece, en efecto, que la construcción de la identidad en línea constituye una práctica colectiva, recíproca y no solitaria, en la que cultivar su red implica también para el individuo entregar regularmente informaciones sobre uno mismo.

1. Véase La démocratie Internet, por Dominique Cardon, Le Seuil, 2010.
2. Véase Les liaisons numériques. Vers une nouvelle sociabilité?, Le Seuil, 2010, así como su blog www.bodyspacesociety.eu