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Nuestra estimada y desangrada Sanidad Pública

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Abril 2013 / 2

CAROLINA ACKERMANN

Esta nota es un relato en un día nublado, gris por decadencia; triste por inercia…

Sólo sale el sol en mi personal espíritu de luchadora. Esta lucha que hoy se inspira desde dentro mismo de la criatura: nuestra estimada y desangrada sanidad pública.

Escribo ingresada en el hospital de Viladecans por una hernia discal que se ha complicado. El comentario positivo de estos más de 20 días por parte de muchos, ha sido: “Bueno, al menos estás aprovechando para descansar y estás calentita”. Lamento decepcionarles. No hay más que indignación en mí y eso no me deja descansar”. Y de “calentita”, nada: hemos pasado unos días de frío intenso donde el viento no ha distinguido: ha querido correr por todos los sitios disponibles y estas ventanas le han dado vía libre.

Se trata de asumir la enfermedad, no de indignarse. ¿Pero a quién no le indignaría que le dejen en los pasillos de urgencias esperando para poder tener una cama y a la vez saber que toda una planta de ingresos hospitalarios va a ser cerrada? Y, por supuesto, ese personal con contratos precarios despedidos al inicio de marzo… Lo he visto y me ha dolido, Lola, David: ¡cómo les extraño! Y a los demás profesionales, también.

Luego está el problema de la alimentación: hospitalizada, se necesita más que nunca, pero es pésima: 

¿Cómo no agregar más patologías si no se cubren las necesidades nutritivas mí-nimas?

(Pausa) Me vienen a cambiar la vía que desde hace dos horas tengo tapada por un coágulo y no han podido venir antes porque van de c… Mientras, dolor.

Una de estas noches me sobresalté. Algo pasaba en el pasillo y pronto me vi posando frente a un cartel que ponía: “Qui juga amb tisores es talla” y con una camiseta: “La sanitat pública es mor”. Fue la única noche de felicidad: ¡Entonces podía hacer visible mi descontento con los recortes sanitarios al llevar la camiseta puesta!

Y al señor cura que pasea cada día por esta habitación y nos habla a las cuatro —¡sí, cuatro!— que la compartimos: no me desee pronta recuperación por la “gracia de Dios”. Bastaría con que la calidad del servicio fuera óptima. ¿Acaso el Rey tiene que esperar? 

Desde mi fortaleza, alimentada por el afecto de familiares, amigos y profesionales, me indigno, reclamo y denuncio.

Todas y todos debemos cuidar de la sanidad pública. Lo público no se recorta ni privatiza: se defiende.