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El empleo de calidad no tiene quien lo financie

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Abril 2013 / 2
Foto artículo: El empleo de calidad no tiene quien lo financie
Director del Instituto Internacional de Estudios Laborales OIT

Las tres raíces de la crisis del empleo en España: La banca no apoya la inversión productiva. La reducción de plantilla es la variable de ajuste. El serivico de búsqueda de trabajo no funciona

Oficina de Trabajo de la Generalitat en Barcelona FOTO: ANDREA BOSCH

Desde que se agudizó la crisis financiera con la caída de Lehman Brothers,en septiembre de 2008, España ha perdido casi 3,5 millones de empleos; es decir, en torno al 15% del total de empleos existentes. Es la tasa de destrucción de puestos de trabajo más elevada entre los países desarrollados, después de Grecia. 

Esta situación no solo se debe a la desaparición de gran parte de los puestos de trabajo que se habían creado en la construcción merced una política bancaria equivocada. Esos puestos de trabajo se han perdido de forma irremediable.

En realidad, el problema viene de más hondo y tiene tres raíces.   

En primer lugar, existen frenos estructurales a la creación de empleos de calidad. Ya antes de la crisis, prácticamente el 30% de los asalariados tenían un contrato temporal o trabajaban en condiciones precarias. Pese a que muchos de esos empleos se han perdido, la tasa de temporalidad sigue siendo la más alta en comparación internacional. En parte, ello refleja la facilidad relativa con la que las empresas pueden crear puestos de trabajo con contratos de corta duración.

Pero la debilidad de la creación de empleo va más allá y refleja la dificultad a la que se enfrentan las empresas españolas en sectores competitivos (los ligados a la exportación,  el turismo de calidad o los bienes de equipo) para conseguir financiación bancaria. Lo que distingue la economía española de la alemana es el tejido empresarial de medianas empresas con financiación bancaria estable. Las grandes firmas españolas se pueden financiar directamente en los mercados, pero las pequeñas y medianas empresas (pymes), las que crean más empleo, necesitan crédito bancario para invertir, exportar, adquirir nuevas tecnologías y, en definitiva, crear empleo estable y bien pagado. Pero el sector bancario, salvo excepciones, no ha estado a la altura de ese reto. 

Antes de la crisis, el flujo de crédito no solo fue descontrolado, sino que además se centró erróneamente en el sector inmobiliario y de la construcción, lo cual alimentó una burbuja cuyo estallido ha costado una buena parte del desempleo que sufre el país. Por supuesto, la responsabilidad de esta situación reside en los propios bancos, junto con la supervisión por parte del Banco de España, que no funcionó adecuadamente.
 

Sin crédito no hay empleo

Desde el inicio de la crisis, muchos bancos y cajas no están en condiciones de otorgar nuevos créditos, ni siquiera a empresas con proyectos competitivos.  Ello refleja a su vez la mala situación del sector financiero, plagado de créditos irrecuperables ligados a la burbuja inmobiliaria, luego reacio a otorgar nuevos créditos. El crédito es esencial en una economía moderna y sin él no es imaginable una recuperación de la economía y del empleo en España.

Los gobiernos han tardado en reaccionar. En una primera fase, en vez de sanear el sector, las autoridades intentaron promover fusiones de forma gradual. Esto es lo que hizo Japón durante los años noventa y no funcionó. Desde el año pasado, se ha intentado reconocer los créditos irrecuperables y traspasarlos a una entidad con garantía pública. 

Esta política va por buen camino en la medida en que se respetan ciertas condiciones para que el descalabro del sector, que tantos empleos ha costado al país, no se repita: los directores de los bancos saneados tienen  que ser apartados, a ser posible sin indemnización, por su mala gestión; un nuevo equipo, en algunos casos bajo la tutela de la Administración pública (dado que es el erario público el que subsana la entidad), debe tomar las riendas del banco. Segundo, es natural que los accionistas —que a fin de cuentas nombraron al equipo directivo— participen en la financiación de las pérdidas sufridas por la entidad; el valor de las acciones debe, pues, caer, y es crucial esclarecer las responsabilidades en el desastre. Por fin, sería útil pensar en una nueva organización en el sector. 

En segundo lugar, en España los ajustes se realizan reduciendo plantilla en vez de reducir el horario laboral y buscar nuevas oportunidades de negocio. En Alemania, Francia e incluso Italia, las empresas pueden recurrir a distintas fórmulas de ajuste interno para evitar despidos. En España, sencillamente no se renuevan los contratos a los trabajadores temporales. Esta vía de ajuste  —mediante reducción de plantilla, en vez de reducción de jornada u otras fórmulas— se ha visto facilitada por la persistencia de un nutrido grupo de personas con contratos temporales.  

La reforma laboral se ha centrado en la rebaja del coste de despido para trabajadores con contratos indefinidos. Pero, en un contexto recesivo, la reforma se ha traducido en un incremento en el número de rescisiones de contratos, sin animar la creación de estos. En 2012, la destrucción de puestos de trabajo se ha intensificado de forma preocupante.


Más recursos para el inem

Tercero, los parados no disponen de un sistema adecuado de apoyo a la búsqueda de empleo. Ni antes de la crisis, ni menos aún hoy en día. En comparación con otros países, el Inem no dispone de recursos suficientes para ayudar a los desempleados. Cada orientador se ocupa de unos 450 parados, frente a entre 80 y 100 en Alemania, Reino Unido y los países nórdicos. Evidentemente, el mercado español requería una reforma, pero su puesta en práctica debe situarse en el buen momento y su diseño puede a la vez facilitar la contratación de empleos de calidad y mejorar la protección de los trabajadores. Austria adoptó este tipo de reformas hace una década, y goza de una tasa de desempleo del 4% y un índice bajo de trabajo temporal.    

Todavía no se ha puesto en marcha un plan de emergencia para los jóvenes sin trabajo. No solo se trata de reducir las tasas de abandono escolar, más elevadas que en los otros países desarrollados de nivel tecnológico comparable. También se puede crear un sistema de garantías de activación para los jóvenes, como se hizo en Suecia después de la crisis financiera que sufrió ese país en los años noventa. Consiste en garantizar que ningún joven parado sea dejado de lado y se le proporcione un apoyo bien sea para reforzar la búsqueda de un puesto de trabajo, completar la formación, acceder a una experiencia laboral, crear su propia empresa, desplazarse a lugares donde existe empleo —incluso a otros países— o, en algunos casos, beneficiarse de un empleo subvencionado.

En definitiva, la respuesta a la crisis del empleo ha tardado en empezar a tratar las raíces del mal. En algunos casos, el remedio ha podido empeorar la situación. Por ejemplo, los recortes han restado demanda y explican en parte la recaída del empleo en 2012, además de generar descontento social, y la reforma del mercado laboral no solo no ha conseguido animar a los empresarios a crear empleo, sino que los despidos se han multiplicado. Algunas decisiones recientes van por buen camino, como la creación del banco malo, pero no se han visto acompañadas de reformas fundamentales del sistema financiero ni de limitaciones a las remuneraciones del personal directivo de esas instituciones. 

Es urgente reformar lo que de verdad requiere cambios; entre tanto, prestar apoyo a la economía y a los parados y evitar una mayor erosión de la cohesión social. La tarea es sin duda compleja, sobre todo teniendo en cuenta el daño que ya se ha producido. Pero la experiencia exitosa de Suecia en los años noventa demuestra la viabilidad de una estrategia alternativa de salida de la crisis del empleo.