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El niño come menos y peor

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Febrero 2014 / 11

Pediatras y ONG no ven hambre o desnutrición general, pero alertan del futuro: la alimentación infantil acusa ya la crisis

ESCUELA DE TARRAGONA Para muchas familias la escuela garantiza una única comida completa al día. FOTO: EDU BAYER

Hambre, no; salvo algunos casos aislados desoladores de los que hablan los trabajadores sociales. Lo que abunda, y cada vez más, es una alimentación inadecuada, y nuestra preocupación, lógicamente, aumenta”, se explica en Unicef. Un adulto se privará de llevarse pan a la boca para alimentar antes a su hijo. Las entidades sociales coinciden. Pero si el pan que llega al hogar escasea, tenemos un problema.

La Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, no ha concluido todavía la investigación que abrió de oficio justo al inicio del verano pasado para conocer exactamente hasta dónde alcanzan los estragos de la crisis sobre la alimentación de los niños.

Pero ya en julio, tras haber sondeado a las comunidades autónomas para conocer qué hacen al respecto, reclamó a todas las administraciones que diseñen “programas específicos” dedicados a la alimentación. No quitó valor a las “positivas” ayudas generales para frenar la exclusión social (como las consabidas rentas mínimas de inserción, que en general van a la baja debido a la austeridad), pero advirtió también de que estos programas “no aseguran que la alimentación de los menores constituya una prioridad”, que “no llegan a todos quienes las necesitan en todas las comunidades” y que las demoras en su concesión, “en algunos casos de hasta 18 meses, “es a veces incompatible” con las medidas rápidas que no afecten el desarrollo físico e intelectual del niño. Su informe provisional contenía datos como que en Baleares 779 menores precisaron ayudas por deficiencias en su alimentación, y que un primer estudio en escuelas de Asturias revelaba que el 1% de alumnos arrastra problemas de “alimentación insuficiente”, entre un goteo de pequeños datos.

Poco después, apareció por Madrid y por Sevilla el comisario europeo de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muiznieks, y recogió en otro informe, que hizo saltar chispas, lo que le contaron: que “los niños se desmayaban en la escuela debido a falta de comidas apropiadas”.

Otros datos del Síndic de Greuges (Defensor del Pueblo de Catalunya) hicieron saltar las alarmas: estimaba en casi 50.000 los niños que sufrían algún tipo de privación material que afecta a la alimentación, y en 751 relacionaba pobreza y desnutrición . La polémica se desató porque los expedientes de los niños que en efecto sufren desnutrición (falta de algún nutriente, dificultad para ganar peso), en la mayoría de casos se sacaron de historiales clínicos de los que sufrían enfermedades que pueden causar dicha desnutrición.

 

SENTIDO COMÚN

La confusión entre pasar penurias y tener una enfermedad que origina desnutrición, y estar desnutrido debido a la crisis puso en guardia a los pediatras. “La malnutrición o una nutrición inadecuada abarca desde la desnutrición hasta la obesidad, y si en las consultas solemos encontrar a menudo malnutrición por exceso, casos de obesidad, no solemos encontrar de desnutrición”, explica Dolors Canadell, de la Asociación de Pediatras de España. Sin embargo, añade, “eso no significa que los niños coman bien o que la crisis no tenga impacto. En muchos casos solo acceden a una comida completa en la escuela”.

En Cáritas se asegura que muchas familias solo acceden a una comida al día. Técnicos de la Cruz Roja cuentan que muchos niños no cenan, y profesores, que otros llegan a clase sin desayunar. Una bolsa con 30 magdalenas (todo grasas saturadas) puede costar lo mismo que una barra de pan, que sin embargo puede durar mucho menos.

“Huyamos de la polémica de las palabras. Todo el mundo entiende que si vives con 500 euros al mes es más que complicado garantizar una alimentación adecuada a tus hijos”, explica Enric Morist, coordinador de Cruz Roja en Catalunya. La entidad lanzará en marzo la campaña Alianza Humanitaria para la Alimentación Infantil, con el fin de captar recursos entre ciudadanos y, sobre todo, empresas para ayudar a mejorar la nutrición de los niños.