Te quedan 1 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Encargos ‘low-cost’

Comparte
Pertenece a la revista
Junio 2016 / 37

La fragmentación de la producción, el pan de cada día de las empresas, complica el control de las condiciones laborales

Mandeville y Wenlock son  dos gotas de acero que saltaron a la fama como mascotas de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Londres de 2012.Representan la construcción de la última viga que aguanta el Estadio Olímpico de la capital británica. Pero pocas sonrisas provocaban las simpáticas mascotas en las dos plantas de la provincia china de Guandong donde se fabricaba el merchandising oficial para la ocasión. Una empleaba a 500 trabajadores y otra, a 250, salvo en las épocas de mayor carga de trabajo. Según la investigación Toying with workers rights, las condiciones laborales en que se producía eran lamentables debido a los largos horarios, a un salario miserable, a un entorno poco saludable, corolado por un acceso limitado a una vivienda, cuidados médicos y formación. 

China es gran protagonista de uno de los fenómenos que marcan el mundo del trabajo de la hiperglobalización: la fragmentación hasta el infinito de la producción, a resultas de la cual las tareas se esparcen por distintos países, habitualmente con costes más bajos, a través de la externalización y subcontratación de tareas. Las nuevas tecnologías no hacen más que acelerar ese proceso.

Externalización de producción de productos y servicios en la UE

En %

Los sectores donde subcontratan más las empresas europeas

En %

Según datos de Eurostat citados en International sourcing of business functions, el gigante asiático y la India son dos de los principales destinos de actividades externalizadas por empresas de la Unión Europea.  China tiende a atraer más funciones estratégicas del negocio en la industria. En India, en cambio, recalan numerosos centros de apoyo en el sector servicios. De acuerdo con una encuesta realizada a empresas de más de un centenar de empleados originarias de una docena de Estados miembros y realizada en plena crisis entre los años 2009 y 2011, el primer destino de outsourcing internacional de funciones estratégicas son otros países de la UE, lo que sugiere que la proximidad todavía es un factor de peso. En la misma encuesta de Eurostat, en la que no participó España, la mayor proporción de empleos perdidos atribuibles a la subcontratación internacional se produjo en Holanda (más de la mitad, en actividades manufactureras), seguida de Francia, Dinamarca y Portugal. En esos 12 países se perdieron 83.000 puestos de trabajo en esos tres años.

Externalizar empleos de países ricos a otros  con sueldos más bajos forma parte de la estrategia de la mayoría de grandes empresas en un intento de reducir costes laborales y gastos operativos, a menudo bajo la presión de un consumidor que exige precios más bajos de los productos, y que suelen mantener una red de ventas local. 


EL ALCANCE DEL FENÓMENO

The outsourcing challenge, un interesante libro editado por el European Trade Union Sindicate (ETUI) y coordinado por Jan Drahokoupil, aborda en diversos capítulos el impacto de la comentada fragmentación de la producción sobre las condiciones de trabajo y, sobre todo, la dificultad de organizar a los trabajadores para poder  defender sus derechos. En este documento se concluye que Finlandia es el país de la UE con un mayor porcentaje de compañías que han subcontratado productos y servicios (más de la mitad). La media europea es un 28%, y España se sitúa por encima, con un 30%. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Los sectores donde tiene lugar una mayor proporción de subcontratación son la construcción (38% de empresas), la energía y distintas industrias manufactureras.  Pero en el caso de los servicios, incluidos los financieros, esta práctica se da en un 25% de  empresas.

¿Cómo controlar la protección del trabajador cuanto más lejos se encuentra en la cadena de subcontratación? “La empresa que subcontrata fuera debe poder garantizar que sus proveedores trabajan en las mismas condiciones de seguridad o salud que los que emplea directamente, pero es cierto que no es fácil, incluso queriendo, como se  ha visto sobre todo en la industria textil”, comenta al respecto la economista Gemma García, investigadora del Instituto de Economía de Barcelona y coordinadora de Europe G, “sobre todo en países donde nadie vigila la protección de derechos o que ni siquieran reconocen los  convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)”, Entre otros objetivos, dichos convenios prohíben el trabajo infantil y el forzoso, instan a no poner cortapisas a la libertad de asociación y libertad sindicales y conminan a evitar la discriminación.

Tristemente simbólico fue el hundimiento, hace tres años, del edificio Rana Plaza en Bangladesh, una tragedia en la que murieron 1.134 personas y quedaron heridas cerca de 2.500.  “La opinión pública es crucial. Sin ella, por muchas auditorías que se realicen será muy difícil avanzar, porque no puede dejarse toda la responsabilidad en manos de la empresa, sino que conviene cerrar acuerdos marco de responsabilidad compartida”, añade Garcia. Sólo las desgracias acaban resultando movilizadoras. Algunas empresas europeas para las que trabajaban los empleados del Rana Plaza —como Inditex, Mango, El Corte Inglés GAP y H&M— desembolsaron 30 millones de euros en indemnizaciones. Se puede indemnizar, pero obviamente, el reto es evitar que ocurran hechos como estos.  

Según la ONG Setem, H&M, la mayor compradora de confecciones en Bangladesh, no cumple con el compromiso que adquirió al firmar un acuerdo sobre seguridad en la construcción y prevención de incendios en el país. Sigue habiendo falta de salidas de emergencia en caso de incendio y problemas con la integridad estructural de los edificios e instalaciones eléctricas inseguras. 

El Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, que rastrea asignaturas pendientes en las memorias sociales de las empresas cotizadas miembros del Ibex35, 32 de las 35 compañías analizadas tienen presencia en los 20 países considerados “de riesgo extremo de vulneración de los derechos humanos”. En su último informe,  difundido el pasado 18 de mayo, el observatorio afirma que el 65% de las empresas del Ibex expresan compromisos con el respeto de los derechos humanos y un 40% cuenta con políticas específicas, pero no precisa con qué mecanismos se va a garantizar que no se vulneren. El 63% del total no aporta información sobre medidas mínimas de control de proveedores en este ámbito.  

China Labour Watch constata pocos avances en las fábricas chinas

El Rana Plaza muestra cuán difícil es vigilar la cadena de proveedores

Aparte del textil, uno de los sectores donde se han advertido mayores problemas es en el juguetero. El 75% de los juguetes del mundo se producen en China. El país queda lejos, pero los juguetes que llegan a nuestras mano, no: Mattel, su participada Fisher Price, Hasbro y Disney. China Labour Watch (CLW) realizó investigaciones in situ en cinco fábricas de juguetes chinas entre mayo y julio de 2015, y en sus conclusiones habla de “promesas vacías”. En dos décadas de producción de juguetes en China, la pobreza de condiciones laborales es similar, asegura.  

 

SUICIDIOS EN PROVEEDORES DE APPLE

En Something’s Not Right Here, la misma organización  ataca a una de las empresas más emblemáticas de la economía tecnológica: Apple, que subcontrata partes del Iphone y el Ipad a los proveedores Foxconn y Pegatron. Reportajes sonados sobre la explotación laboral en éstos, como los publicados por The New York Times  en 2012, impactaron, pero no parecen haber cambiado gran cosa: “A pesar de sus éxitos comerciales, Apple rechaza hacer lo que se necesita para asegurar que los trabajadores que hacen posible su éxito sean tratados con justicia y en entornos de seguridad laboral”. En  2010, en los centros de Foxconn en Shenzhen se registraron 18 intentos de suicidio, tras los que la empresa empezó a exigir a los nuevos empleados que firmaran un documento que la libraba de responsabilidad en caso de suicidio. La reacción fue tal que Foxconn dio un paso atrás, y prefirió desplegar redes físicas de seguridad.