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Las cifras tumban los mitos de la inmigración

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Enero 2014 / 10

Los estudios socioeconómicos de la inmigración comunican para España saldos positivos. Ni los inmigrantes quitan puestos de trabajo ni reciben más dinero público. Ahora se van

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Existen varias creencias, afirmaciones sobre la inmigración que pululan por bares, trenes, lugares de trabajo, esquinas y hasta algunos periódicos y telediarios. La primera es que los españoles se van. Que la crisis está expulsando a España hacia el exterior. ¿Se van?

Las estadísticas desmienten esta primera afirmación. Es verdad que ha aumentado el flujo al exterior de gente joven muy formada que no encuentra ninguna salida en España (véase el recuadro), pero en general no existe una emigración multitudinaria.

El flujo migratorio, computado en la Estadística de Variaciones Residenciales del Instituto Nacional de Estadística (INE), muestra que de las 259.227 personas que se fueron en el primer semestre, 219.000 son extranjeras y 39.690 tienen la nacionalidad española. Sin embargo, solo nacieron en España 26.266, muchas de las cuales son menores de 15 años; es decir, muy probablemente hijos de inmigrantes que se han ido con sus padres.

Los datos del INE, basados en los padrones municipales, son los más fiables para determinar quiénes se han ido. Se incluye a inmigrantes que pueden estar en situación irregular, aunque se cuenta con un margen de error al no tener la posibilidad de prever que las personas que se van pueden no haberse dado de baja del padrón para no perder ciertos derechos como el de votar.

Los que se están yendo, con seguridad, son los inmigrantes. Vinieron con el boom de la burbuja inmobiliaria, y con la crisis se vuelven a sus países. Lo que hubo en España fue un suceso especialmente estacional, relacionado con el trabajo de la construcción y los servicios.

Durante el período expansivo, España fue uno de los países del mundo donde llegaron más inmigrantes. Entre 1999 y 2011, el número de estos se multiplicó por seis, hasta llegar a ser más del 12% de la población española. Se situó entonces entre los principales receptores de inmigración. Dentro de la Unión Europea (UE-27) fue el segundo Estado miembro receptor, detrás de Alemania; aunque en relación con la cantidad total de habitantes no ocupó, ni ocupa, los primeros puestos (tiene menos que Luxemburgo, Chipre, Malta o Bélgica, y casi la mitad que Suiza o los Países Bajos).

Pero desde 2012 la población inmigrante está en descenso, y en el primer semestre de 2013 los inmigrantes ya eran el 10% de la población, con una reducción de 231.000 personas.

“Esto hace pensar que los inmigrantes esperaron todo lo que pudieron para quedarse, pero al agotar sus subsidios de desempleo y no encontrar alternativas volvieron a sus países”, opina el sociólogo Carlos Pereda, miembro del Colectivo IOE y experto en asuntos migratorios. 

Otra razón que incentivaba para alargar la estancia era alcanzar los años de residencia necesarios para obtener la nacionalidad, algo que permite salir de España indefinidamente y poder regresar cuando se quiera.

Dentro de la población inmigrante, la crisis se cebó primero con los hombres, y luego con hombres y mujeres. 

“Se paralizaron las obras. Pero el trabajo de las mujeres continuó siendo importante hasta que las españolas perdieron el privilegio de tener a alguien que cuidara de sus familiares, mayores y niños”, agrega Pereda.

Según el saldo migratorio calculado por el INE, es decir, la diferencia entre quienes vienen y quienes se van, entre 2008 y 2009, junto al comienzo de la hecatombe económica, se fueron de España 29.383 hombres más de los que llegaron. En el caso de las mujeres el saldo fue positivo. Siguieron llegando todavía 50.622 mujeres. En 2012 el saldo fue negativo para ellas. Se fueron 20.303 mujeres más de las que llegaron, algo que entre los hombres se acercó a los 100.000.

 

NO QUITAN EL EMPLEO

Desde que comenzó a construirse la burbuja inmobiliaria, cada día, desde las alturas de los andamios de algún edificio de España caía algún inmigrante, muchas veces sin papeles. Las noticias, por repetitivas, ocupaban ya apenas espacios breves en las secciones de sucesos.
 
Lo cierto es que durante el boom los inmigrantes tenían los puestos más bajos y peor remunerados de la sociedad. Ejercían los trabajos que no querían los españoles, muchas veces de modo irregular, lo cual los dejaba en una situación de total vulnerabilidad.

“La caída de la construcción explica prácticamente la totalidad de las pérdidas ocupacionales de la población inmigrada, cifradas en 519.000 empleos”, explica el Anuario de la Inmigración en España 2012, coordinado por Francesc Fàbregues y editado por el Centro para las Relaciones Internacionales (CIDOB).

Los inmigrantes fueron también los primeros en perder los empleos. En 2008, a pesar de ser el 12% de la población, representaban el 24% de los parados. Actualmente, la tasa de paro entre la población inmigrante es del 36,82%, 12,62 puntos porcentuales más que entre las personas nacidas en España.

Estas cifras no solo tienen que ver con el sector en donde trabajan los inmigrantes. En general, el 66% de los españoles consideran bastante o muy aceptable contratar a un español antes que a un inmigrante, según el informe 2012 del Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe).
Al no tener trabajo: ¿cobran más del Estado por el hecho de ser pobres y no tener empleo? No.

 

NO SE APROVECHAN DEL ESTADO

Otro mito que está muy asentado es que los inmigrantes vienen a vivir de los impuestos de otros, a servirse de las bondades del Estado de bienestar español. El 63% de la población opina que los inmigrantes reciben del Estado más o mucho más de lo que aportan, según el Oberaxe. Nada más lejos de la realidad. Si se mira la evolución de las tasas de cobertura por desempleo, se ve claramente que los inmigrantes han percibido del Estado siempre la mitad, e incluso menos, que los españoles. Según el estudio Impactos de la crisis sobre la población inmigrante, del Colectivo Ioé, en 2011 el 30,4% de los parados españoles recibía un subsidio contributivo por desempleo. Entre la población inmigrante, esa tasa de cobertura contributiva sumaba el 14,1%.

En 2011, el 32% de los parados recibía una ayuda asistencial, como los 400 euros

Entre la población inmigrante esa tasa de cobertura asistencial sumaba el 17,1%

Sería lógico que los inmigrantes cobrasen menos porque han cotizado salarios menores y durante menos tiempo, y algunos, hasta alcanzar su regularización, no han cotizado y, por tanto, no han recibido nada.

Podría pensarse entonces que los inmigrantes parados perciben más ayudas asistenciales, como los 400 euros o algún otro tipo de subsidio. Pues tampoco. El 17% de la población que llega de fuera cobra ayudas asistenciales frente al 32% de los españoles. 

 

NO COPAN LA SANIDAD

“Los inmigrantes abusan de la asistencia sanitaria gratuita”. El 57% de los españoles está “muy de acuerdo” o “más bien de acuerdo” con esta afirmación, según el informe del Oberaxe.

Más allá de que el Gobierno haya eliminado el derecho a la salud pública de una parte de los inmigrantes, con el real Decreto Ley de 2012, que excluye a las personas sin permiso de residencia del derecho a la salud, antes de ese decreto los inmigrantes utilizaban menos los servicios sanitarios que los españoles.

En el estudio Inmigración y Estado de bienestar, publicado en la Colección Estudios Sociales de La Caixa, en 2011, se explican las diferencias en el uso del sistema sanitario con un sinfín de datos. Entre otros, se utilizan los resultados de una encuesta de la Escuela Nacional de Sanidad, dependiente del Instituto de Salud Carlos III, el principal organismo público de investigación, que financia, gestiona y ejecuta la investigación biomédica en España. En la encuesta se pregunta por el uso de los servicios médicos. “Mientras que los entrevistados españoles declaraban haber acudido al médico de cabecera 1,15 veces en las cuatro semanas anteriores, los extranjeros lo habían hecho 1,08 veces”, indica el informe. “Los extranjeros declaraban también una frecuencia de visitas a médicos especialistas algo inferior (0,46 visitas) que la población autóctona (0,55 visitas); la obtención de pruebas no urgentes reproducía el mismo patrón diferencial entre población autóctona y extranjera (15,4% y 12,3%)”.

El estudio corroboraba estos datos con otras investigaciones, como la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo (ECV), donde el porcentaje de la población que no ha tenido acceso a tratamiento médico en los últimos doce meses era del 6,5% entre los españoles, frente al 8,4% de los latinoamericanos, y el 8,7% entre los trabajadores de Europa del Este. La causa aducida era, sobre todo, la falta de tiempo.

 

AYUDAN CON LAS PENSIONES

Traer población inmigrante para paliar el problema de las pensiones es un tema de estudio. En el informe International Migration Outlook 2013, la OCDE indica que para 2020, si no fuera por los inmigrantes, la población en edad de trabajar sería un 30% menor que en la actualidad. Fiscalmente es mejor todavía que incentivar la natalidad, pues un inmigrante suele llegar en edad de trabajar, y es una aportación inmediata al fisco.

La inmigración permitió atrasar ocho años el problema de las pensiones

Los inmigrantes usan menos los servicios médicos

Por ahora, según el estudio de La Caixa, en cuestión de pensiones, la inmigración es pura ganancia. En 2011, solo el 1% de los beneficiarios de pensiones en España eran extranjeros. De este 1%, más de la mitad eran ciudadanos comunitarios: 16.400 franceses y 9.400 alemanes ocupan las primeras posiciones en la lista de perceptores de prestaciones por jubilación.

En 2008, el Gobierno español llegó a calcular un posible abaratamiento de las pensiones en función de la inmigración. En el informe Estrategia Nacional de Pensiones 2008 se publicaba que “el sistema español de pensiones no entrará en déficit debido al envejecimiento de la población hasta 2029, ocho años más tarde lo previsto en 2005 gracias, entre otros factores, a la aportación de los inmigrantes”.

 

EN PERSPECTIVA

Fuga de cerebros

Entre 2008 y 2012, el saldo migratorio de los jóvenes de veinte a treinta y cuatro años y nacionalidad española arroja un saldo negativo de 40.000 personas, según el registro del Instituto Nacional de Estadística (INE). Es decir, se fueron 40.000 más de los que entraron. No son cantidades desorbitadas, pero el ritmo se ha acelerado y el saldo negativo en esta franja de edad se ha multiplicado por tres en tan poco tiempo. La gran diferencia con olas migratorias pasadas es que muchos de los jóvenes que se marchan lo hacen con el título de licenciado universitario o incluso de doctor debajo del brazo. La caída de población activa —la suma de ocupados y parados— es reveladora y en esta franja de edad está muy asociada a la emigración: la Encuesta de Población Activa (EPA) revela un desplome del 71% de la población activa joven con tercer ciclo universitario entre 2007 y 2012, mientras que la caída es del 11% entre los que solo completaron educación primaria.

 

PARA SABER MÁS

Libro: Qué hacemos. Editorial AKAL.
Impactos de la crisis sobre la población inmigrante. Colectivo Ioé.
Estudio Inmigración y Estado de bienestar. Colección Estudios Sociales de La Caixa, n.º 31. Moreno/ Bruquetas
Anuario de la Inmigración en España 2012. Centro para las Relaciones Internacionales (CIDOB).
Evolución del racismo y la xenofobia en España 2012. Observatorio del Racismo y la Xenofobia (Oberaxe).
Crisis económica y nuevo panorama migratorio
Estudios 65. Fundación 1 de Mayo
Migration Outlook 2013. OCDE.
http://esomi.es
España. Fundación 1 de Mayo