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“No puedes abandonarte”

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Mayo 2013 / 3

Mirada hacia el futuro. Santiago Barquero, en el balcón de su piso, en la localidad de Cornellà de Llobregat. Foto: Andrea Bosch

Abre la puerta de su pequeño y acogedor piso en Cornellà de Llobregat, que encontramos barrido y ordenado, y nos ofrece un vaso de agua. La camisa pulcra y el pelo cortado y peinado con pulcritud, Santiago Barquero (Almadén, Ciudad Real, 1957) enciende un cigarrillo Nobel. Tiene una historia dura que contar. No es ningún marginado social. No es ningún enfermo. Se advierte en el acto su mente inquieta y a los 55 años le queda un buen pedazo de su vida por escribir. Sin embargo, en cuatro años su biografía se desdibujó de pronto en una mueca extraña hasta hacerse irreconocible, para trasladarle de una existencia tradicional y sin aparentes sobresaltos (más de tres décadas trabajando en la misma empresa y más de veinte casado con la misma mujer, con la que tuvo a sus dos hijos Lara y Adrià; y una vivienda pagada) a una caída libre sin fondo aparente (se quedó sin padres, sin esposa, sin piso y sin empleo). “Estaba mal, pero mientras tienes un trabajo hay esperanza. Me encantaba lo que hacía, y en mi vida solo conocí una empresa, Cosmética Técnica, cuyo nombre comercial es Lendan”, cuenta, mientras se levanta y trae del baño uno de los productos para la caída del cabello que fabricaban. Barquero, el menor de tres hermanos (uno de ellos fallecido),  salió de la empresa junto a otros 54 empleados  en la primera fase de un largo proceso de reestructuración.  “Es desesperante estar buscando siempre empleo y que nunca te llamen, pero uno no puede abandonarse”, explica. Cree que algunos cursos del Inem son útiles. Lleva un puñado, desde lampistería hasta Internet básico. Ha picoteado algún trabajo eventual en una empresa de manipulados, y ha participado en planes ocupacionales del Ayuntamiento de su localidad. Ninguna oferta estable. No se encierra en casa. Es voluntario de la empresa de inserción Recibaix, de la Coordinadora contra la Marginación. Intenta ayudar, se siente útil. La indemnización por 36 años de trabajo (26.000 euros), estirada desde 2009 , calcula que le durará hasta final de año. De ella ha vivido, junto con la prestación por desempleo. Pero esta ya se le terminó.  Ahora percibe un subsidio de 426 euros. No sabe dónde vivirá. Su exesposa y él vendieron el piso donde vivieron y con la mitad del dinero dio la entrada de una hipoteca. Teme que el año próximo ya no podrá pagarla. Ha trabajado 36 años, pero si con 55  sigue sin encontrar empleo, tiembla al pensar en su jubilación. ¿Cree que lo encontrará? Se le escapan un no y una lágrima.