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Ver morir, en primera persona

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Enero 2014 / 10

Integrante de la plataforma Yo SÍ Sanidad Universal y coautor del libro Qué hacemos

Análisis. La plataforma ‘Yo SÍ Sanidad Universal’ acompaña a inmigrantes enfermos, sin derecho a la salud, para que puedan ser atendidos por un médico. A veces no lo consiguen.

¿Por qué no se vuelve a su país para que la atiendan? Aquí no hay dinero para todos”, expresó el médico a la mujer que le pedía una gestión para su madre, excluida del sistema sanitario pese a estar luchando contra un cáncer.

Ocurrió en Madrid. Pocas veces sentí tanta indignación, pero simultáneamente comprendí que cada vez es más necesario crear herramientas de desobediencia y solidaridad para defender unos derechos, abolidos en el Real Decreto Ley de 16/2012, que suprime la asistencia sanitaria. Por sus características, este decreto afecta, sobre todo, a inmigrantes sin papeles.

Era la enésima visita de Elena buscando respuestas a la situación de su madre, y otra vez se iba con las manos vacías. “Pero no sabes lo importante que es sentirse acompañada, una siente que tiene más fuerzas para enfrentarse a esos no”, me dijo.

Como sucede en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en la que se acompaña a negociar con un banco, a hablar con un despacho de abogados o a un juzgado, desde hace un año, a través de la plataforma Yo Sí Sanidad Universal acompañamos a las personas afectadas para que sean menos vulnerables y más actoras activas de la reivindicación contra este tipo de violencia que es la exclusión total del sistema sanitario.

Trabajamos para poder convivir en una sociedad en la que un mero papel no pueda tener más valor que la condición de ser humano. Solo hay que ponerse en el cuerpo de esa otra persona, y pensar que si estuviéramos en su lugar querríamos, precisamente, que alguien se acordara de nosotros.

En la plataforma se ha optado por los grupos de acompañamiento como estrategia desobediente. Pero aquí, a diferencia del ámbito de la vivienda, cada no cuenta quizá un poco más, porque cada rechazo a una persona que necesita ser atendida significa más enfermedad, más dolor, y en algunos casos, la misma muerte.

Ya le ha ocurrido a muchas personas, como al joven senegalés Alpha Pam, fallecido en abril de 2013 a causa de una tuberculosis. Fue al hospital de Mallorca, pero sin papeles no se le hicieron las pruebas que hubieran alertado de su enfermedad, y la mera amenaza de facturación le alejó del lugar. También el entorno de Soledad Torrico denunció que el fallecimiento de esta joven boliviana se produjo por una atención deficiente, producto de que no tenía documentos.

Los casos siguen, y si no se invierte la tendencia, seguirán.

Vera es una mujer rusa víctima de una violación. Tuvo que ser operada para retirarle los restos de piñas que los violadores le introdujeron en la vagina. Tras ser atendida, recibió una factura de 893,83 euros por la atención médica en urgencias de un servicio público. Dos días después de haber recibido el alta regresó a urgencias por un abundante sangrado vaginal y lo mismo una semana después de la agresión.

Pese a toda esa violencia, no solo le facturaron la atención, sino que la policía no creyó su relato y a los quince días la detuvieron para ser ingresada en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y ser expulsada. Pero otra vez las redes sociales se encargaron de apoyarla y obtener su libertad.

“Necesito médico y psicólogo, no puedo vivir sola. No puedo vivir así como así con pastillas cada día, y cada noche teniendo esta pesadilla, siempre soñando con estos hombres. Es muy duro”, confiesa Vera en el vídeo que la organización Aspacia ha realizado para su informe Violadas y expulsadas, sobre la violencia sexual. El acompañamiento de esta asociación y de muchas personas que se han solidarizado está resultando vital para que se anime a denunciar su calvario.

Elena volvió acompañada a golpear las puertas del centro de salud hasta que una médica encontró solución al problema de su madre. Cientos de casos demuestran que ese trabajo en red es determinante. Cada no cuenta, pero son muchos los logrados, y cada vez es más la gente que se decide a transitar por los caminos desobedientes de la solidaridad.


Véase el vídeo de Aspacia