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La falta de crédito bancario está secando a las pymes

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Febrero 2014 / 11

Financiación escasa y cara. Si el dinero no llega a las empresas pequeñas y medianas en mejores condiciones, la recuperación tardará

De poco le ha servido a Carlos Samper recibir el premio a la mejor iniciativa empresarial de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Granada. Uno tras otro, todos los bancos a los que ha ido a pedir un crédito le han dado con la puerta en las narices. Este emprendedor de 31 años, fundador de una empresa que presta servicios de educación física para personas con discapacidad, necesita dinero para alquilar una oficina, comprar un vehículo para transportar a sus alumnos y extender su negocio a las provincias vecinas de Almería, Jaén y Málaga. Sin el préstamo, tendrá que esperar.

Escaso y caro. Así sigue el crédito para las pequeñas y medianas empresas, las más castigadas por una crisis que dura ya cinco años y que apenas da tímidas señales de acabarse. Asfixiadas por la falta de apoyo financiero, muchas han echado el cierre. Las que han sobrevivido han tenido que despedir trabajadores o, como en el caso de HandiSports, la empresa de Samper, han guardado sus planes de expansión en el cajón.

Dos de cada tres españoles con empleo trabajan en empresas pequeñas o medianas, aquellas que tienen entre 1 y 250 empleados. Que puedan volver a financiarse en condiciones asequibles es una cuestión de vida o muerte para la economía española. Sin ellas no habrá recuperación.  

“Es la pescadilla que se muerde la cola”, se lamenta Samper. “Si no tienes dinero, no puedes contratar más personal; si no tienes más personal, no tienes beneficios; y si no tienes beneficios, no te prestan dinero”. El empresario granadino tiene puestas sus esperanzas en una entidad italo-española de banca ética llamada Fiare, a la que ha pedido un crédito de 40.000 euros. “Son los únicos que, por lo menos, me han dicho que estudiarán la posibilidad de prestarme algo”, dice con resignación.

 

“HUMILLANTE”

A Carlos Martí le ocurre lo mismo, aunque su empresa sea totalmente distinta a la de Samper y esté ubicada en el otro extremo del país. A punto de convertirse en centenaria, Griferías Martí da empleo a 60 personas y exporta buena parte de su producción. “Si por la banca fuera, en España no quedaba ni una sola empresa”, afirma Martí. “Les importa un higo la empresa catalana, la empresa española o la empresa tailandesa”. Este empresario utiliza la palabra humillante para describir el calvario que él y su equipo sufren cada vez que van a un banco a pedir dinero y reciben un “no” por respuesta, con frecuencia en boca de un inexperto director de sucursal que aplica un modelo informático para aceptar o denegar los préstamos. Martí explica que su empresa no solo necesita financiación para pagar las nóminas, sino también para sobrevivir en un mercado cada vez más duro. “Hay que competir con los chinos”, dice, “y para eso necesitamos tener un stock importante y pagar la materia prima”.

Los pequeños y medianos empresarios españoles están entre los que más dificultades tienen para acceder al crédito de toda la eurozona. Así lo refleja el último sondeo efectuado entre pymes por el Banco Central Europeo (BCE), publicado en noviembre pasado. En el período estudiado, que va de abril a septiembre de 2013, solo la mitad de empresas españolas encuestadas consiguieron financiación en una entidad bancaria, muy por debajo de la media de los países del euro. La situación parece haber mejorado ligeramente en las últimas semanas gracias a la bajada de la prima de riesgo que España paga por financiarse en los mercados internacionales y a las expectativas de mejora de la economía. La caída experimentada por el volumen de crédito a las pymes desde el estallido de la crisis —el 66% en el caso español— parece haber tocado suelo y los expertos vaticinan que a lo largo de este año podría incluso experimentar una pequeña subida.

Mientras tanto, el grifo del crédito sigue cerrado para quienes más lo necesitan. Muchas pequeñas y medianas empresas españolas, sencillamente, no van al banco porque ya están muy endeudadas y no quieren estarlo más. Sería suicida pedir más dinero y, además, saben que no se lo van a dar. A otras se les exigen unas condiciones muy difíciles de cumplir (determinada cifra de negocio, avales, seguros…), y las más afortunadas se ven obligadas a aceptar unos tipos de interés altísimos, muy superiores a los de las pymes de países europeos menos afectados por la crisis, como Alemania u Holanda. Si en noviembre pasado —último mes del que se disponen datos—, una empresa española que pedía un préstamo inferior a un millón de euros (el de referencia para las pymes), tenía que pagar un interés del 4,93%, comparado con el 2,99% de una alemana, una diferencia de casi 200 puntos básicos.

“Es un sobrecoste tan brutal que podría suponer que un mismo proyecto de inversión sea rentable en Alemania e inviable en España”, afirma Joaquín Maudos, catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y uno de los especialistas que siguen más de cerca la sequía de crédito. Además de competir en desventaja frente a otros socios de la eurozona, la pyme española está muy discriminada respecto a las grandes empresas de la misma nacionalidad. Las compañías con más de 250 empleados (con préstamos superiores a un millón de euros como referencia) se financiaban en noviembre a un interés del 3,48%, un punto y medio menos. “En este caso, el tamaño importa”, ironiza Maudos.

 

EL 99% DE LAS EMPRESAS

¿Por qué es tan importante para la economía española que los bancos vuelvan a prestar dinero a las pymes en buenas condiciones? En primer lugar, porque son el 99% de las empresas del país y porque son ellas las que van a crear la mayor parte del empleo necesario para impulsar la producción, el consumo y la recaudación fiscal. En segundo lugar, porque las pymes españolas —muy dependientes de la financiación bancaria si se comparan con las del resto de Europa— no tienen apenas posibilidades de obtener crédito por otras vías, como el capital riesgo o la banca no convencional.

A todo esto, ¿dónde está el Banco Central Europeo (BCE)? El propio presidente de la autoridad bancaria, Mario Draghi, ha reconocido su incapacidad para que las multimillonarias inyecciones de liquidez llevadas a cabo por la institución en apoyo a las economías más deprimidas de la eurozona lleguen a la economía real. En diciembre pasado, el BCE recortó los tipos de interés al mínimo histórico del 0,25% para apoyar la recuperación de la actividad. Y hace dos años, con el peligro de un desastre financiero a la vista, puso a disposición de los bancos más de un billón de euros en créditos baratos mediante dos operaciones de refinanciación a largo plazo (LTRO, en sus siglas en inglés). Las entidades españolas aprovecharon la ocasión, pero en lugar de utilizar el dinero para dar préstamos a sus clientes, lo han depositado en el propio BCE o han comprado bonos del Estado para beneficiarse de su rentabilidad. Un negocio redondo.

 
 

SITUACIÓN ANORMAL

Las entidades de crédito españolas han acumulado hasta 300.000 millones de euros en deuda pública. “Esta situación no es normal”, afirma el economista Joaquín Maudos. “Lo que tienen que hacer los bancos es dar préstamos”. El empresario Carlos Martí lo dice a su manera: “Ellos se dedican a financiar el déficit público, y al empresario, que le den morcilla”.

En diciembre pasado, el Parlamento Europeo aprobó por amplia mayoría una resolución en la que pidió a Draghi medidas de apoyo a las pequeñas y medianas empresas. “El BCE nació en un mundo totalmente diferente al actual; tiene que adaptarse a los nuevos tiempos”, afirmó Gianni Pitella, vicepresidente de la Eurocámara y diputado del grupo socialista encargado de redactar la resolución, en presencia del propio Draghi. Este prometió que el BCE tratará de asegurarse a partir de ahora de que las inyecciones de liquidez en el sistema financiero llegan de verdad a las empresas. El BCE ha estudiado últimamente la posibilidad de penalizar a los bancos con una tasa negativa a los depósitos para que cumplan su función de prestar dinero. Por ahora, buenas palabras, pero ninguna medida concreta.
 
SIN CRÉDITO Carlos Martí, director general de Grifería Martí, que lleva 90 años de existencia. FOTO: ANDREA BOSCH

Otro incentivo para lograr el objetivo pondría consistir en que las pruebas de estrés a las que el BCE someterá este año a los grandes bancos de la Eurozona castiguen a aquellas entidades que tengan un exceso de deuda pública. El BCE y la Comisión Europea también están estudiando la posibilidad de que las nuevas inyecciones de capital lleven consigo la condición de que los bancos que se beneficien de ellas presten el dinero a las empresas.

A diferencia de las pymes, las grandes empresas españolas han conseguido vadear la crisis recuperando la competitividad perdida durante los años de bonanza. Han reducido sus costes laborales unitarios mediante despidos y recortes salariales, unas medidas que las pymes no pueden tomar con tanta facilidad. Las dificultades para recuperar competitividad son un obstáculo para que las pequeñas y medianas empresas recurran a las exportaciones como vía de supervivencia, como han hecho las grandes. Sin dinero fresco no hay posibilidades de invertir fuera. Es lo que le ocurre a Grifería Martí, que ya factura el 35% de sus ingresos en el extranjero y que aspira a elevar ese porcentaje al 50%.

APUESTA Los bancos prefieren invertir en bonos del Tesoro que dar créditos a empresas 

PENDIENTE El BCE está tardando mucho en pasar de las palabras a los hechos

LIMITACIÓN Sin dinero fresco las pymes no pueden exportar para salir de la crisis

Por si fuera poco, el sistema financiero español está cada vez en menos manos. En cuestión de cinco años, España ha pasado de tener 38 entidades de crédito a solo 14, un hecho que dificulta aún más que las pymes puedan financiarse. De la crisis van a salir únicamente tres bancos de relieve —Santander, BBVA y Caixa Bank—, que podrán imponer sus condiciones con más facilidad que antes. La mayoría de las pequeñas y medianas empresas solían acudir en busca de crédito a sucursales próximas, donde existía una relación de confianza mutua y más sensibilidad hacia el desarrollo de las economías locales. Muchas sucursales han dejado de existir, y esos lazos se han roto. Ahora los empresarios tienen que pedir dinero a banqueros que no los conocen personalmente, lo que supone un obstáculo adicional a la hora de conseguir un préstamo.

La pyme española tiene un problema adicional. Su tamaño medio es la mitad que el alemán, y ello dificulta su salida al exterior y su capacidad de negociación con la banca. Además, la mayoría de las pequeñas y medianas empresas españolas siguen gestionadas por la familia propietaria, mientras que en Alemania la propiedad deja con frecuencia la gestión en manos de profesionales.

Todos estos problemas —falta de crédito, pequeño tamaño, escasa profesionalidad en la gestión…— son comunes a las pequeñas y medianas empresas de los países que más han sufrido la crisis: Grecia, Portugal, Irlanda y España. Mientras no consigan salir del agujero, Europa no podrá cantar victoria y dar por finalizada la pesadilla. A juicio de Joaquín Maudos, es esencial acabar con la llamada “fragmentación” del mercado de crédito, responsable de las enormes diferencias entre los intereses que pagan las empresas de unos países y otros. “El problema es europeo”, sostiene Maudos. “La solución es la Unión Bancaria, pero esta se mueve a paso de tortuga”.

 

LA CAÍDA SE SUAVIZA

El ladrillo lo pasa menos mal

En su último boletín económico, el Banco de España subraya que el ritmo de caída del crédito a las pymes lleva ralentizándose desde el verano pasado. El dato en bruto invita a un moderado optimismo, pero las cosas no pintan tan bien al observar quién se está beneficiando del cambio. Los sectores que notan la mejoría —o mejor dicho, el menor deterioro— son los de la construcción y el inmobiliario, precisamente los causantes de la burbuja que llevó a España a su peor crisis desde la restauración de la democracia. El Banco de España agrega que las pymes tenían en noviembre unas expectativas favorables para los meses siguientes.