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La polémica migratoria puede arrastrar al Reino Unido fuera de la UE

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Febrero 2016 / 33

Fobia: La entrada masiva de trabajadores de los países del Este da el argumento decisivo a los ‘euroescépticos’ para decir adiós a la Unión.

David Cameron defiende una nueva relación con Europa. FOTO: CONSEJO EUROPEO

Mientras la Unión Europea (UE) afronta dividida la gran crisis de los refugiados, los euroescépticos británicos se apoyan en el miedo a la inmigración para intentar arrastrar al Reino Unido fuera de la UE. No es un escenario probable, pero no es imposible que los británicos acaben por votar en contra de la permanencia de su país en el referéndum que el primer ministro, el conservador David Cameron, espera poder convocar este mismo año o en 2017.

La resistencia británica a la construcción europea es un fenómeno histórico, pero se ha agudizado por miedo a la inmigración. Primero, desde 2001, cuando centenares de sin papeles empezaron a llegar abordando los trenes de mercancías estacionados en Calais antes de tomar el túnel bajo el canal de la Mancha. Era el equivalente a las pateras de Gibraltar y de Canarias sin el drama de los cadáveres, pero con las cámaras de televisión magnificando el fenómeno.

La fobia contra la inmigración, y contra la UE, se multiplicó a partir de 2005, cuando el ingreso de los países del Este abrió las puertas a centenares de miles de trabajadores de esos países. Eran tiempos de gran bonanza económica, y el primer ministro de la época, el laborista Tony Blair, renunció al período transitorio que se había pactado con los nuevos socios antes de que sus ciudadanos tuvieran derecho a trabajar en otros países comunitarios. Con las fronteras todavía cerradas para ellos en el resto de grandes economías europeas, más de medio millón de trabajadores de Polonia y otros países del Este se instalaron en Reino Unido. Una cifra enorme al lado de los poco más de 60.000 que había calculado el Gobierno de Blair.

Aquella entrada masiva dio a los euroescépticos su argumento más eficaz para exigir un referéndum sobre la permanencia británica en la UE. Cameron, un publicista no especialmente antieuropeo, pero que se había hecho con el liderazgo conservador en el otoño de ese año 2005 gracias al apoyo del ala más euroescéptica del partido tory, fue acentuando su retórica anticomunitaria y acariciando la idea del referéndum. No pudo convocarlo en su primera legislatura en Downing Street (2010-2015) porque tuvo que gobernar con los liberales-demócratas, europeístas desde siempre. Pero alcanzó la mayoría absoluta en mayo pasado con la promesa de renegociar la posición británica en la UE y someter a referéndum el resultado de esa negociación.

Cameron quiere repatriar poderes para liderar el sí a la UE

El objetivo de Cameron nunca ha sido abandonar Europa, sino alcanzar con el resto de socios un acuerdo de reformas y repatriación de poderes que le permita liderar la campaña a favor de la permanencia. El pasado 10 de noviembre explicó por fin, a través de una carta, sus exigencias: blindar a la City frente al poder de la zona euro; reducir la burocracia comunitaria para liberalizar aún más la economía; reforzar la soberanía nacional frente a la comunitaria y desligar al Reino Unido del objetivo fijado en los tratados de “ir hacia una unión cada vez más estrecha”; y, last but not least, medidas para reducir la entrada de inmigrantes comunitarios en Reino Unido.

La posición británica fue abordada por el Consejo Europeo de diciembre, del que salió el mensaje de que el acuerdo no es fácil pero tampoco imposible. Los más optimistas esperan un acuerdo en el Consejo Europeo de los próximos 18 y 19 de febrero que permitiría convocar el referéndum a finales de junio o, más probablemente, en septiembre. 

Uno de los puntos más espinosos es la petición de Cameron de que Reino Unido, cuyo sistema de ayudas sociales no es contributivo, pueda implantar una moratoria de cuatro años de residencia a los inmigrantes comunitarios antes de que puedan acceder a las ayudas. Eso quebrantaría el principio de no discriminación entre nacionales comunitarios y Alemania se opone, igual que se opuso a la idea inicial británica de poner topes a la entrada de inmigrantes comunitarios. 

Los sondeos no aclaran qué puede pasar en un referéndum. Durante años ha estado por delante la opción de abandonar la UE, pero los partidarios de mantenerse se pusieron por delante cuando el referéndum se convirtió en inevitable. Sin embargo, el no ha recuperado terreno coincidiendo con la crisis de los refugiados.

 

Paradojas de quedar fuera

Sondeos al margen, el sentido común hace pensar que es muy difícil que Reino Unido se vaya de la UE porque difícilmente conseguirá desde fuera lo que no puede obtener desde dentro. Se puede ver en la paradoja de quedar fuera de las obligaciones comunitarias, pero tener que aceptarlas de hecho sea cual sea la fórmula final de relación comercial. 

Las opciones son diversas y ninguna garantiza a Reino Unido una posición más ventajosa que la actual con sus socios comunitarios. Seis de ellas dependen de lo que la UE quiera conceder: negociar una posición especial en el momento de abandonar las instituciones comunitarias; entrar, junto a Islandia, Liechtenstein y Noruega en el Espacio Económico Europeo, donde debería acatar las normas comunitarias sin poder influir en su conformación; lo mismo ocurriría como miembro de la casi extinta EFTA; negociar acuerdos sectoriales como hace Suiza; buscar un acuerdo bilateral de comercio con la UE; firmar una unión aduanera como la que tiene Turquía. 

La séptima opción, no hacer nada y apelar a las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC), dejaría a los británicos al nivel de países como China o Rusia. Una extraña manera de aumentar el comercio con Europa. Y si la cuestión no es el comercio con la UE, sino con el resto del mundo, los euroescépticos tendrían que explicar algo que nunca han explicado: por qué Alemania exporta tanto a países terceros si las regulaciones europeas son tan perjudiciales.

A las cuestiones comerciales habría que añadir otras de índole jurídico (meses, sino años, de negociaciones para desmantelar el entramado legal actual) o político (¿tendrá Reino Unido más peso en el mundo desde fuera de la UE que desde dentro?). Otro factor clave es Escocia: si Reino Unido decide abandonar la UE gracias al voto de los ingleses, pero contra los deseos de los escoceses, los independentistas tendrán una gran ocasión para convocar un segundo referéndum de independencia y muchas posibilidades de ganarlo. Por mucho que pese el corazón, el sentido común indica que Reino Unido seguirá formando parte de la Unión Europea. Salvo que la propia UE se destruya a sí misma en el futuro inmediato.