Te quedan 0 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Los invasores digitales no toman prisioneros

Comparte
Pertenece a la revista
Julio 2014 / 16

Socio director de Coperfield for Social Good

Muchos taxis en Europa hicieron huelga el pasado 11 de junio como rechazo al desembarco en varias ciudades, Barcelona entre ellas, de Uber, una aplicación móvil que permite alquilar coches de particulares con conductor.

La queja de los taxistas está clara. Los vehículos y los conductores de Uber se saltan las reglamentaciones sobre transporte público: no tienen licencia, sus vehículos no están sometidos a inspecciones, los conductores no han tenido que pasar ninguna prueba específica. Son una competencia desigual, desleal y posiblemente ilegal.

Los apologetas del Internet über alles toman partido con sus argumentos habituales; un caso más en que “la tecnología trastoca las normas establecidas”. Más relevante es el discurso de la comisaria Neelie Kroes: “No podemos criminalizar a un grupo de clientes [...] para proteger a industrias que creen que pueden estar exentas de la revolución digital”.

Es un discurso falaz, impropio de una servidora pública. De entrada porque no es nunca la tecnología, sino quien la utiliza, en este caso, Uber, sus chóferes y sus clientes, quienes generan un impacto o trastocan las normas. Porque no es contra la tecnología, sino contra las prácticas de Uber y comparsas contra quienes protestan los taxistas, muchos de los cuales ofrecen servicios de igual o mayor calidad que los de Uber, pero dentro de la ley.

La comisaria Kroes, que hace poco calificó como ‘indignante’ la decisión en contra de Uber de un tribunal de Bruselas, sostiene que “el debate sobre las apps de taxis es realmente un debate sobre la economía de lo compartido”. Discutible. Lo que estos invasores digitales llaman economía de lo compartido existe desde siempre; se llama alquiler. De pisos, de vehículos, de ordenadores, o incluso de personal. El medio por el que ese alquiler se contrate es secundario. ¿O es que la Comisaria defendería apps que fomenten la economía compartida de cuerpos (léase prostitución), drogas, armas o trabajadores por horas al margen de la legislación laboral?

No se trata pues de un debate sobre la economía compartida, sino de un debate sobre valores, incluyendo el valor de lo digital. La señora Kroes insta en su nota a establecer “un diálogo real en el que hablemos sobre las disrupciones que causa la tecnología”. Hagámoslo. Pero sin tomar partido de entrada sobre disruptores digitales que invaden territorios sin respetar normas y tratados. Como ejércitos de mercenarios que no toman prisioneros.