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Pulso de gigantes por la hegemonía empresarial en Europa

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Junio 2014 / 15
Foto artículo: Pulso de gigantes por la hegemonía empresarial en Europa

A por Alstom: Evidencia de la vulnerabilidad de empresas del Viejo Continente y el poco margen de los gobiernos.

Aún magullada por la dura paliza recibida durante la crisis, Europa se ha convertido en un campo de batalla por la hegemonía industrial y financiera mundial. Aprovechando unos momentos de debilidad en la economía del Viejo Continente, varias multinacionales estadounidenses han lanzado en las últimas semanas ofertas de compra por empresas emblemáticas de la industria europea como Alstom o Astra Zeneca, y todo indica que hay más en el horizonte.

La crisis ha hecho mella en las cuentas de resultados de las empresas europeas, especialmente en las más dependientes del mercado interior, y ha dejado al descubierto sus vulnerabilidades. Al otro lado del Atlántico, la situación es bien distinta. Con el sistema financiero ya saneado y una recuperación económica más avanzada, las grandes compañías estadounidenses tienen dinero en abundancia para invertir y han puesto sus ojos en Europa. La industria farmacéutica, la banca, las telecomunicaciones…, en la mayoría de los sectores hay empresas susceptibles de ser adquiridas por una multinacional estadounidense.

El último episodio tiene como protagonista a Alstom, fabricante de las turbinas que generan buena parte de la electricidad en el mundo y de trenes de alta velocidad. El gigante estadounidense General Electric (GE) pretende hacerse con el negocio energético de la compañía por 12.350 millones de euros, una oferta que ha suscitado un enconado debate en Francia sobre si el país puede o no prescindir de uno de los símbolos de su potencia industrial.

En el vecino Reino Unido, el coloso farmacéutico estadounidense Pfizer ha puesto sobre la mesa 84.700 millones de euros para comprar su rival Astra Zeneca y convertirse así en líder mundial del sector. La oferta parece haber fracasado debido al rechazo del consejo de administración de la empresa británica, que la considera insuficiente.

Ambas operaciones han puesto en alerta a los gobiernos europeos, que están reexaminando cuál debe ser su papel cuando una fusión entre grandes empresas privadas afecta a los intereses nacionales. La cuestión es: ¿están dispuestos los políticos a hacer frente a las grandes multinacionales estadounidenses para defender una industria propia o deben mantenerse al margen de operaciones entre empresas privadas? Hay mucho en juego. Prescindir de compañías como Alstom y Astra Zeneca no solo acarrea el riesgo de perder puestos de trabajo altamente cualificados, sino también industrias auxiliares, patentes e innovación; es decir, capacidad competitiva frente a otras zonas del mundo.

Para Bruselas, el caso Alstom evidencia la ausencia de una estrategia industrial común

Francia vive un debate enconado sobre si puede prescindir de un símbolo industrial

Por lo pronto, Francia ha reaccionado adoptando nuevas competencias con la aparente intención de frenar a GE y facilitar la compra de Alstom por parte de la alemana Siemens. Mejor alemana que estadounidense, parece pensar el Gobierno de París. Centenaria como GE y emblema del poderío económico de Alemania, Siemens se ha ofrecido a comprar el negocio energético de Alstom a cambio de vender a la compañía francesa su división de fabricación de trenes. De triunfar esta operación, ambas empresas quedarían como líderes en sus respectivos sectores en el mercado europeo.

Rescatada por el Gobierno francés en 2004 debido a sus problemas financieros, Alstom necesita ayuda de nuevo. La deuda y la caída de los pedidos han seguido erosionando su cuenta de resultados en estos últimos 10 años y han hecho de ella una presa fácil. El año pasado, su beneficio neto cayó un 28% con respecto a 2012, unos resultados que la compañía achacó a la mala situación económica general.

 

Sin gigantes tecnológicos

Si GE saliera ganadora del envite, Francia y Europa se quedarían sin una pieza clave de su entramado industrial, muy castigado por la crisis. Los países de la Unión Europea han perdido 6,8 millones de puestos de trabajo en la construcción y la industria entre 2008 y 2012, y tras el derrumbe de la finlandesa Nokia, vendida el año pasado a precio de saldo a la estadounidense Microsoft, Europa se ha quedado sin gigantes tecnológicos capaces de competir con Apple, Google, Microsoft, Amazon o Samsung.

La última palabra la tendrá la Comisión Europea, encargada de velar por la libre competencia en la Unión. Bruselas se ha fijado como objetivo que la industria vuelva a recuperar el peso que tenía antes de la crisis, el 20% del PIB, cuatro puntos más que el actual. Michel Barnier, comisario de Mercado Interior, ha declarado que la ofensiva por Alstom demuestra la necesidad de que la Unión cuente con una “estrategia industrial” común. Llamamientos similares en el pasado no han dado resultados.

Aunque ha enviado señales contradictorias a la opinión pública, el Gobierno francés parece decidido a frenar las intenciones de GE. El presidente François Hollande ha dicho que su principal interés es preservar los puestos de trabajo en Alstom. De los 92.000 empleados que la sociedad tiene en el mundo, 18.000 trabajan en Francia. La ministra de Energía, Ségolène Royal, se puso inequívocamente del lado de los estadounidenses. “GE es una gran oportunidad para Alstom. Es el mejor proyecto industrial”, declaró Royal. “¿Por qué siempre ahuyentamos a la inversión extranjera? La necesitamos de verdad”.

Días después de que GE anunciase su oferta por Alstom, el primer ministro, Manuel Valls, firmó un decreto que otorga al Gobierno la capacidad de impedir una fusión de compañías consideradas estratégicas. En cumplimiento de la nueva norma, cualquier operación debe contar con el visto bueno del ministro de Economía, Arnaud Montebourg, el miembro del Ejecutivo que más se opone al desembarco estadounidense.

La canciller alemana, Angela Merkel, se ha mostrado más comedida. Su Gobierno, ha dicho, apoyará un acuerdo entre Alstom y Siemens siempre que los directivos de ambas empresas decidan que es la mejor opción.

Tradicionalmente, y sin importar qué partido gobierna, Francia ha impedido que sus grandes grupos industriales caigan en manos extranjeras. El Gobierno de París siempre ha favorecido la fusión entre compañías nacionales, y tanto las élites políticas y económicas como la opinión pública francesa están de acuerdo.

Hay críticos que interpretan la pérdida de Alstom como una señal más del declive económico, político y cultural de Francia. Uno a uno, argumentan los defensores de esta tesis, los grandes gigantes industriales franceses están abandonando el país. Pero algunos expertos discrepan. Como señala un informe del instituto de análisis Bruegel, Francia sigue siendo de los países del mundo que más grandes corporaciones albergan en relación con su PIB, no lejos de EE UU y por encima de Alemania, Italia y la media de la eurozona. “Francia puede tener noventa y nueve problemas, pero la extinción de sus campeones corporativos no es uno de ellos”, afirma el analista Nicolas Véron, de Bruegel.

 

Ofensiva corporativa

España se salva (por ahora)

España se ha salvado de la ofensiva de las multinacionales estadounidenses, pero el año pasado pudo haber perdido una de sus grandes empresas. El Gobierno de Mariano Rajoy, según informaciones publicadas por varios medios, impidió la compra de Telefónica por parte de AT&T por considerar que la compañía española tiene un interés estratégico para el país. AT&T barajó lanzar una oferta pública de adquisición (OPA) sobre la endeudada Telefónica aprovechando la bajada de precio de sus acciones, pero decidió retirarse ante las reticencias del Ejecutivo y ha decidido invertir su dinero en otra parte.

En el sector de las comunicaciones se esperan importantes movimientos corporativos en los próximos meses. América Móvil, propiedad del magnate mexicano Carlos Slim, ha sido la primera en mover ficha al lanzar, a mediados de mayo, una oferta para hacerse con el control total de Telekom Austria, en la que ya tiene una participación del 26,7%.

Europa también ha despertado el apetito del sector financiero estado-unidense. Tras el estallido de la crisis financiera mundial, en 2008, el capital huyó despavorido por el miedo a la quiebra de bancos, la desaparición del euro y la caída en picado de la actividad económica. Ahora ha comenzado a volver, animado por ciertos síntomas de recuperación económica y de estabilización del sistema financiero. Gestoras de fondos estado-unidenses como Black Rock o T. Rowe Price han aumentado significativamente en los últimos meses sus participaciones en el accionariado de grandes bancos europeos.

Europa sigue siendo el destino favorito de las grandes compañías estadounidenses. En 2012, último año del que se tienen datos, de la mitad del dinero que las empresas de EE UU tenían invertido fuera de su país (4,4 billones de dólares), más de la mitad (2,4 billones de dólares) estaba en el Viejo Continente, comparado con los 869.000 millones de América Latina o los 651.000 millones de Asia. Europa, incluyendo Suiza (no perteneciente a la UE), tiene invertidos en EE UU 1,8 billones de dólares.