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“Hay que repensar la economía” // Jason Nardi

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Febrero 2015 / 22
Foto artículo: “Hay que repensar la economía” // Jason Nardi

JASON NARDI

Experto en economía solidaria internacional

El activista cree que se deben estudiar seriamente las reglas de la economía solidaria

“Hay que repensar la economía”

 

Es uno de los referentes de la Red para la Promoción de la Economía Social y Solidaria (RIPESS), que reúne a cientos de organizaciones de la economía social y solidaria de todo el mundo. Siempre se encuentra en un país distinto, y es una de las personas que más conoce las experiencias de las empresas de economía solidaria del planeta. Uno de sus trabajos consiste en ayudar a crear redes internacionales, que a su vez actúen en entornos locales, pero que juntas puedan construir otro modelo económico, menos desigual y más amable.

¿Qué experiencias de economía solidarias son punteras, destacables?

Un ejemplo puede ser “Made in No”, una experiencia italo-brasileña muy interesante. Comenzó en la ciudad italiana de Novara, un distrito que solía elaborar productos textiles. Con las deslocalizaciones y la globalización entró en crisis, y quedaron empresas artesanas que con mucha dificultad continúan produciendo para otros.

“Made in No” es el resultado de un año de encuesta entre 600 “grupos de consumo” (a nosotros no nos gusta esa denominación porque la concepción de consumo es algo relacionado con lo destructivo. Nos gusta más el término reutilizar: no es una economía lineal sino circular).

En Italia estos grupos de compra solidaria están reunidos en el Grupo de Consumidores Solidarios (GAS). A ellos se les planteó una encuesta en la que se preguntaba: ¿Qué producto puede ser elaborado en Novara, con el algodón “justa trama” —el sistema cooperativo biológico y solidario de Brasil—? ¿Qué falta en el mercado? El resultado fue: ropa interior. Así fue como se armó un proyecto común entre los consumidores, los productores locales y los brasileños. Se desarrolló una línea de ropa interior femenina, masculina y para niños. Se hizo una prueba, un feetback —un proceso largo—, y así fue posible llegar a una línea de producción con pocos modelos, pero con consenso.

FOTO: SOLIDARIUS ITALIA, MIEMBRO DE RIPESS EUROPA

¿Tuvo continuidad?

Hubo 500 grupos que hicieron una compra colectiva que permitió una producción a escala industrial, con personas que prefinanciaron la producción. Esto permitió invertir y reactivar trabajo con una continuidad, porque los grupos siguen ofreciendo el producto dentro de sus propias redes. El ejemplo es interesante porque muestra cómo trabaja la economía solidaria. No se trata sólo de una oferta y una demanda, sino de cooperar, de una interacción en la que se recrea no sólo una cadena productiva, sino una conexión concreta entre una necesidad y la producción.

Hay lugares fuera de Europa en los que muchas veces no tenemos acceso a información. Asia, África, América Latina... ¿Hay experiencias que hayan resuelto los graves problemas de pobreza existentes?

En algunos países de África están surgiendo experiencias llamativas. Particularmente en Marruecos, Túnez y Egipto, Senegal, un poco en Kenia y un poco en Sudáfrica (faltan África subsahariana y África central, que desconocemos). Una de las experiencias más innovadoras es la reutilización de un turismo local, comunitario y responsable, en la óptica colaborativa de la economía solidaria. Hay una coparticipación entre quienes organizan los grupos de turistas, quienes hacen la comida, quienes los hospedan... Son circuitos que se hacen también en las partes pobres, donde claramente es un turismo muy consciente, muy atento. Esto se ha convertido en una posibilidad económica para la gente del lugar, pero también es una oferta que faltaba y que permite explorar partes que normalmente no se muestran. No es visitar la ciudad, el museo en un día e irse. O ir al mismo centro comercial que puedes encontrar en otro país con las mismas tiendas, como ocurre en Europa y en otros lugares , en grandes ciudades de América Latina o en África, colonizadas por las cadenas multinacionales de distribución. En este caso son visitas a los pueblecitos, a la sierra, en lugares donde verás la realidad de un país.

En Túnez, después del cambio de poder, se ha abierto el sector social. Ahora que es posible la asociación libre, se van creando más y más emprendimientos sociales, y muchos de éstos están colaborando entre ellos. Hay mucha gente joven.

¿Quién es?

Jason Nardi (44 años) es un activista por los derechos sociales nacido en Italia, hijo de madre estadounidense y padre italiano. Graduado en Princeton University, en Estados Unidos, y en Ciencias políticas, en la Universidad de Florencia, está titulado  también en Comunicación y Medios. Trabaja desde hace más de 15 años en los movi-mientos sociales y ONG ita-lianas. Hoy en Solidarios Italia y en RIPESS, dedica su tiempo a promocionar la economía social y solidaria, allí donde haga falta.

 

Dicen que América Latina es “el corazón de la economía solidaria”, ¿por qué?

Porque probablemente hay una capacidad de mantener las raíces tradicio-nales, en el sentido positivo, no nacio-nalista, que es algo bien distinto. Esas fuertes raíces, que se podrían definir como espirituales o emocionales, con el territorio, con el sentido de comunidad, es lo que les hace fuertes. Nosotros lo hemos perdido un poco. No tiene un sentido nacionalista, sino con unas raíces.

¿La deriva a la izquierda de América Latina ha afianzado la economía solidaria o no hay diferencia?

Más allá de quien gobierne, es algo negativo lo que ha hecho que la gente se organice en América Latina. Lo hacen para cubrir las necesidades que no da el Estado. Esto es negativo, pero hay una comunidad viva, que es capaz de reaccionar y solucionar cuestiones que la institución no reconoce.

En este sentido, la economía solidaria y la economía social en general, tienen un papel muy fuerte. En Argentina está el movimiento de fábricas recuperadas. Luego están los movimientos sin tierra, campesinos. La idea de soberanía alimentaria y el control directo de la tierra está recreando circuitos locales donde hay una interacción directa impulsada por los productores, no por los consumidores. No es como en Europa. Aquí, el movimiento de economía solidaria es más un movimiento que viene de una necesidad de los consumidores. Allí es al revés y está multiplicándose muy rápidamente, con un apoyo parcial de las políticas públicas.

¿Cómo funciona el asunto en Estados Unidos o Canadá?

Lo mismo que sucede en América Latina había ocurrido en países anglosajones, en Estados Unidos y en Inglaterra. Ha sido una característica del movimiento cooperativo, que nació en Inglaterra.

Allí existe en general el sentido de comunidad, de apoyo al vecino. Pero tengo la sensación de que tiene un sentido un poco caritativo...

Tenían mucho sentido de “vecindario”. En el pasado, por ejemplo, en Estados Unidos eran muy importantes los bancos locales. Cada comunidad tenía una Mutual Bank o Credit Unions, algunas cooperativas, otras no, pero solamente locales.

La conexión con el territorio, algo que es una característica básica de la economía solidaria, era muy fuerte y entonces financiaban varias actividades y proyectos porque se sentían parte del territorio. Ahora que los bancos no tienen territorio, sino que hacen operaciones financieras en el aire, esa conexión, el lazo con la comunidad, es débil y muy corrupto.

En Canadá, la economía social es muy fuerte, pero el cambio de Gobierno, que es ahora muy neoliberal, pone en cuestión un poco todo esto. Vamos a ver si son suficientemente independientes, y no dependientes del Estado, para realmente sobrevivir solos.
Especialmente en Quebec, creo que la conexión entre las finanzas responsables y la economía social y solidaria es más fuerte que en otros sitios.

Allí está Des Jardins, que es de las cooperativas de finanzas más grandes que existen...

Sí. Es una cooperativa muy importante. Pero no es sólo eso. Tienen una larga tradición de finanzas solidarias.

¿Y en Asia? ¿Qué experiencias existen?

En Japón están las formas más antiguas de consumo crítico. Están los circuitos locales, que son los taikeis, y están muy bien organizados, como todas las cosas japonesas. Son muy independientes del Estado, son como cooperativas de consumo muy grandes, con miles de familias que realizan muchas actividades compartidas; por ejemplo, la producción de pan, comidas, etc. No solamente la producción. Hay servicios integrados en los taikeis.

En Filipinas, en Manila, hay un Ayuntamiento progresista que ha transformado la industria del reciclaje de basura. Ha generado no sólo un trabajo de servicios, sino también de recuperar. Está favoreciendo la plantación de huertos sociales en la metrópolis.

LA FOTO DESDE BERLÍN Con sus conferencias, Nardi intenta difundir una idea distinta de economía donde los consumidores son más conscientes y participan en el proceso productivo. FOTO: SOLIDARIUS ITALIA, MIEMBRO DE RIPESS EUROPA

¿Cuál es para usted la diferencia entre la economía social y la economía social y solidaria?

Es un largo debate. Para mí, tiene dos diferencias. La primera es que la economía social se concibe como un sector de la economía, como el tercer sector. Existen la economía privada, la economía del Estado y la economía social, no lucrativa, que dentro tiene varios tipos de empresas, las más fuertes, las cooperativas. Se caracterizan por la democracia en el trabajo, en la organización y en el poder de los trabajadores por encima del capital. Luego está la economía solidaria, no pensada como un sector de la economía, sino como una transformación de toda la economía y la sociedad.

Pero la economía es la sociedad, es todo.

Existen cuatro niveles en la organización del planeta: finanzas, economía, sociedad y naturaleza. Las finanzas controlan hoy la economía. La economía controla hoy la sociedad, y la sociedad controla la naturaleza, transformándola o destruyéndola. Este es el orden normal hoy, pero es un orden totalmente invertido de lo que debería ser.

“Quinientos grupos hicieron una compra colectiva que permitió producción masiva”

“En Japón existen las formas más antiguas de consumo crítico, y están bien organizados”

Nuestro planeta tierra, abundante y rico, está lleno de recursos, pero son limitados. La economía solidaria cree que la sociedad humana debe organizarse en relación con estos límites y la capacidad de regeneración de la tierra. Entonces, es al revés. La sociedad debe organizarse en armonía con el medio ambiente. La economía debe ser la modalidad de organizarse de las sociedades, entre comunidades para intercambiar, para gestionar las diferentes necesidades de la vida. Por eso hay cosas que no se pueden poner en el mercado privado, como los servicios fundamentales: la educación, la salud, etc. Y después hay en el círculo, en este caso más pequeño, las finanzas, que deberían estar al servicio de la economía, y no controlarla. Por eso, deberían estar regladas. Hoy esto es totalmente al revés. La economía solidaria tiene la intención de dar la vuelta a este sistema.

Mucha gente tiene la intención de dar la vuelta al sistema, también en la economía social. No sé si comprendo la diferencia.

Para muchos, la economía social es parte del movimiento transformador. Se concibe como un agente de cambio o como una parte, más responsable o más social, del sistema. No modifica el orden, o el desorden, existente. La economía solidaria, en cambio, no es un sector de la economía. Es un movimiento que quiere cambiar el sistema. Darle la vuelta. Pero hay un debate. Las líneas a veces se cruzan, por supuesto.

En todo caso, hay que repensar la economía, mirando de cerca las experiencias de economía social y solidaria. Las escuelas de economía deberían poner en consideración seriamente lo que surge de todo este movimiento he-terogéneo. Deberían estudiar todo esto no con la idea de clasificarlo o ponerlo en una estadística, sino de discutir sus reglas.

Hay economistas que lo proponen dentro incluso de programas políticos.

Pero es algo aislado. Me refiero a algo mayor. Creo que debemos entrar en el discurso como un cambio total de perspectiva. Necesitamos que los economistas académicos entren en esto realmente. Que los nuevos técnicos de la economía, aquellos que entiendan la economía al servicio de la sociedad, tengan la capacidad de salir de esas cuatro paredes en las que se les ha encasillado.

Para que la economía esté al servicio de la sociedad debe ser profundamente democrática. No hablo solamente de los lugares de trabajo, me refiero a todas las actividades de la sociedad.

¿Puede dar un ejemplo?

Por ejemplo, la nueva visión de la producción energética distribuida. Si todos tuviéramos la posibilidad de tener una parte importante de la producción de la energía que consumimos en nuestra casa, en nuestro territorio, y compartiéramos esta energía, cuando consumimos más o menos podríamos ser mucho más conscientes. Se produce una des-concentración de la producción energética. Pero, sobre todo, permite tener control directo y crear una conciencia más grande sobre el consumo. Si puedo influir en mi producción y mi consumo, seré más consciente. No seré un simple cliente que compra la energía. Ese cambio en la consciencia, en la participación del consumo y la producción, el no ser un simple cliente, puede cambiarlo todo. En España ya hay algunas cooperativas de producción-consumo de energía como Som Energia.

“Si puedo influir en mi producción y mi consumo, seré más consciente”

“Para que la economía esté al servicio de la sociedad, debe ser muy democrática”

Este es un discurso económico, de eficacia, no solamente de la participación de influencia directa de la ciudadanía. Esto mismo se puede aplicar a otros sectores. Este es el mensaje central que da la economía social y solidaria: la reapropiación de los medios de producción, de consumo, etc. Es una visión económica, donde los límites de la na-turaleza y la dimensión de las relaciones sociales son lo más importante.

 

VIEJO CONTINENTE

“De Europa del Este podemos aprender mucho”

¿Qué pasa en los países del Este europeo? La palabra cooperativa parece una mala palabra. Impronunciable.

Allí vienen de una cultura controlada, hay una necesidad total de liberación. Todavía hay corrupción ligada a los antiguos sistemas. Pero las nuevas generaciones se están pensando las relaciones de manera diferente, y claramente hay una necesidad. La crisis económica es menos fuerte en esos países que en la parte occidental de Europa, pero vienen de una historia de pobreza real muy grande. Creo que de este proceso podemos aprender mucho, porque se están haciendo preguntas que nosotros no nos hacemos.

¿Qué tipo de preguntas?

¿Cómo se reorganiza el trabajo?, ¿cómo se repiensan las modalidades? Habiendo tenido el ejemplo negativo, cuentan con la posibilidad de crear, de inventar. Por ejemplo, hay una organización que se llama Casa del Pan, no sé si cooperativa o asociación, en Bulgaria. Hacen una actividad de inclusión social, a través del trabajo de la producción del pan, con mujeres que han sufrido violencia doméstica, con personas discapacitadas… Pero lo que hacen es involucrarlos directamente como miembros de la organización, formando parte integral de su cura y su emprendimiento. No es que las personas reciban una tutoría, sino que ellos toman las riendas. Hay ejemplos similares en el sector cooperativo italiano, o español… pero tienen un aspecto de “yo te enseño” que éstos no tienen. Allí, la idea es otra. De una necesidad como es la producción de pan, se ha creado una modalidad diferente de gestionar las necesidades, de solucionarlas, con una relación paritaria, que forma parte de un circuito.

 

COMERCIO EXTERIOR

“El libre comercio anula la dimensión territorial”

Usted ha dicho que la economía social debería posicionarse y estar muy alerta sobre lo que pase con los acuerdos de libre comercio entre Europa y América del Norte. ¿Por qué?
Si la característica particular de la economía social y solidaria es la fuerte raíz territorial, estos tratados anulan la dimensión territorial. Por ejemplo, se introduce en un territorio una producción con organismos genéticamente modificados, con cultivos intensivos, sin que los agricultores locales tengan la posibilidad de decir nada.

Pero esto ya pasa. Ya entran productos modificados genéticamente de Pakistán, de China, y de otros países, como la soja argentina...
Sí y no. En Europa no se puede, por ejemplo, empezar un cultivo transgénico a niveles que la normativa europea no permite. Hay algunas experiencias confinadas, pero no superan lo que llamamos “principio de precaución”. Con estos acuerdos se impone el “principio de reciprocidad”, que está sobre el principio de precaución. Una gran multinacional podría contaminar el terreno de un productor agroecológico, y en un juicio ganaría porque se aplicaría el principio de reciprocidad.