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No tienes por qué trabajar sol@

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Junio 2015 / 3

Si tu empresa eres tú, o está en tu casa y en la de tus socios, puede que estés encantado si nadie te molesta. Pero ¿y si viene un cliente y no tienes dónde recibirle? ¿Y si careces de la infraestructura tecnológica que necesitas para arrancar? ¿Y si, aislado, no sabes cómo se las apañan quienes trabajan en actividades que complementan las tuyas, ni tampoco tus competidores? Puede que no cubras gastos como para alquilar una oficina para tu microproyecto. O quizá, en el mundo de las comunicaciones de bolsillo y la movilidad, entre idas y venidas, solamente necesitas instalaciones intermitentes. 

Los espacios de coworking proliferan como champiñones en todo el país. No todos aportan los mismos servicios, claro, ni cuestan igual. En el fenómeno se entrecruzan derivadas como la salida al mercado de espacios de oficinas sin ocupar tras la crisis inmobiliaria, la aparente ola de emprendedores que inician su proyecto —muchos de ellos como trabajadores que se buscan la vida en régimen de autónomo, como freelancers—, la necesidad de rebajar gastos —o en todo caso, de que éstos no sean rígidos— y el valor añadido de las sinergias de mezclar proyectos y muchas conversaciones de cocina en la cocina.

 

ARCHIVOS SINCRONIZADOS

Claro que los espacios no tienen por qué ser sólo espacios físicos. La nube no sólo ha supuesto inventar una oficina de trabajo portátil a la que acceder desde cualquier ordenador, sino la posibilidad de compartir toda clase de archivos entre usuarios, y además accediendo a cada sincronización de los documentos almacenados.

Para almacenar los datos en una copia de seguridad, y gratis, en la nube, también existen iniciativas.

La fiebre por compartir no se limita al universo profesional. También en la vivienda se derriban muros. Internet ha conferido escala a prácticas que se han realizado siempre: desde pisos compartidos por estudiantes o amigos hasta viviendas donde pasar las vacaciones. 

Los espacios compartidos no tienen por qué ser solamente físicos, la fiebre se extiende a la ‘nube’

Además del lugar de trabajo, Internet facilita y amplía la escala de las viviendas compartidas

Y, entre el trabajo y la vida privada, el ocio. Han empezado igualmente a surgir espacios sin ánimo de lucro donde pueden celebrarse fiestas, visionarse películas en grupo, mantender encendidos debates sobre temas varios, o sencillamente para tener un lugar común donde comer. Puede ser de propiedad compartida o pública.


Puestos a compartir entre varios, cualquier espacio entra en juego: desde un aparcamiento infrautilizado hasta el patio o el jardín, sobre todo si cabe más de una tienda de campaña.