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La mejor reconversión industrial // Alemania: Wuppertal,Transición ecológica

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Enero 2020 / 76

El triángulo urbano de Wuppertal se ha convertido en referente mundial de innovación medioambiental, propulsado por la Administración local en alianza con todos los actores.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Las reconversiones industriales son siempre duras, con la combinación letal de declive industrial, deterioro del tejido social, caída del nivel de vida y pérdida del horizonte. Pero a veces, paradójicamente, pueden ser también una oportunidad para llegar antes y en mejores condiciones al nuevo mundo que comienza a vislumbrarse: el triángulo urbano de Wuppertal, en Renania del Norte-Westfalia, el Estado más occidental de Alemania, se ha convertido en un auténtico hub de iniciativas de innovación medioambiental que enlazan las Administraciones, el mundo de la empresa, la universidad y los ciudadanos en busca de un nuevo horizonte, esta vez verde y sostenible, que permita vivir con dignidad sin destruir el planeta.

Este triángulo urbano alrededor de las ciudades de Wuppertal, Solingen y Remscheid, que suman más de 600.000 habitantes, reunía todas las condiciones para sufrir un doloroso declive, sacudido por los efectos de la globalización y la dependencia de la industria del acero y derivados como los cuchillos y las navajas, que en épocas de esplendor había puesto la zona en el mapa. Ahora vuelve a estar en el mapa, pero asociado a la innovación medioambiental. La economía aún se resiente de un modelo heredado de otras épocas (el paro ronda el 9%, el triple que la media del país), pero la reconversión ha derivado en un alud de propuestas y experimentos enfocados a la transición ecológica que han convertido la zona en uno de los laboratorios mundiales del momento. Y sin que lo diseñara un plan quinquenal elaborado desde arriba: han sido las mismas entidades del territorio, espoleadas en buena medida por los municipios, las que han liderado este proceso, aún inacabado.

Dos de las entidades más implicadas en la transformación son el Instituto Wuppertal, nacido en 1991, y Neue Effizienz (Nueva Eficiencia), desde 2012, que en sí mismas aportan ya algunas pistas que ayudan a entender la fórmula: naturaleza mestiza (colaboración público-privada), orientación muy práctica y siempre con voluntad de crear redes y alianzas con el mayor número de actores para ponerlos a remar en la misma dirección: hacia la transición energética y ecológica.

La ambición, como subraya Carolin Baedeker, vicedirectora y corresponsable de investigación del Instituto Wuppertal, es descomunal: aspiran a reducir un 80% los recursos totales consumidos. Es decir, se trataría de pasar de 40 toneladas por persona y año (la media de Alemania) a solo ocho. ¡Vivir mejor gastando solo una quinta parte de recursos! Eso sí, de forma progresiva, pero sin pausa, y sabiendo hacia dónde se va, implicando muchísimos aspectos cotidianos, desde la movilidad, el ocio, la alimentación, el consumo, el tejido productivo, la Administración, etc.

Esta radicalidad de objetivos solo es planteable si todo el mundo se suma a la cruzada verde. Y solo se sumará si ven que salen ganando: los empresarios, si se dan cuenta que serán más eficientes y competitivos en el nuevo mundo (donde la variable ecológica no podrá considerarse más una simple externalidad); los ciudadanos si ven que vivirán mejor (lugares de trabajo en industrias punteras y no en decadencia, mejor salud, menos dolores de cabeza para moverse); las universidades, bien arraigadas en el territorio y compartiendo los frutos de los esfuerzos hechos, y, por supuesto, también las Administraciones.

“La Administración debe tener una actitud humilde; no puede empezar por imponer o para hablar de sostenibilidad, sino que primero debe dedicar tiempo a hablar con la gente y escuchar qué expectativas y necesidades tienen. Si lo hace, el resto ya vendrá después “, insiste Baedeker. Le secunda Swanhild Klink, coordinadora de proyectos del Neue Effizienz: “Para luchar contra el cambio climático, se necesita sobre todo tiempo y dinero, que son las dos cosas que más escasean en la gente. Es muy importante hacerla cómplice y que pueda ver que le irá mejor “.

Estos esfuerzos de seducción no deberían verse nunca, coinciden ambas, como pérdida de tiempo, sino precisamente como la mejor inversión para conseguir el objetivo final, que no es otro que avanzar hacia modelos económicos y de vida sostenibles. Baedeker pone como ejemplo una herramienta que ha desarrollado su instituto para medir la eficiencia energética y los niveles de contaminación en los edificios públicos, uno de los programas prioritarios que tiene en marcha. El diseño no es el de un aburrido artilugio funcional, sino que emula un simpático pájaro. “Hay que dedicar esfuerzos a pensar cómo hacer propuestas que no asusten y que, además, también sean bonitas!”, remacha. Y añade: “Se necesita una estrategia de sostenibilidad transversal que lo combine todo: incentivos, regulación, fiscalidad, e implicación de la gente afectada”.

 

ARRIESGAR

En este sentido, el instituto fomenta los Living Labs, espacios de aceleración de la innovación hacia la sostenibilidad desde situaciones y realidades prácticas que afectan tanto a la Administración como la empresa y la vida cotidiana de los ciudadanos y de los barrios. Y no de manera aislada, sino con interrelaciones constantes. Siempre escuchando antes las necesidades, sin apriorismos y con ganas de ensayar cosas aunque no siempre salgan bien: “Hay que dejar de lado las inercias y rutinas y estar dispuestos a arriesgar”, remarcan Baedeker y Klink.

El transporte público es uno de los instrumentos más poderosos para incidir y no es extraño, pues, que este peculiar hub de innovación también esté ensayando con éxito un modelo ambicioso, llamado Proyecto BOB, que no solo renovará la red de trolebuses de Solingen, sino que aspira a construir un sistema totalmente neutro en emisiones, con vehículos con batería incorporada, capaz de recargarse mientras se conduce e incluso generar energía en movimiento para poder así abarcar rutas sin cableado.

Este proyecto es otro buen ejemplo de la filosofía del modelo Wuppertal: los nodos creados por Neue Effizienz pudieron movilizar los recursos económicos necesarios (15 millones), implicar a la Universidad, las Administraciones y agencias y empresas públicas en un proyecto de renovación del transporte público que busca aprovechar la necesidad de renovación para implementar un modelo completamente nuevo, mucho más eficiente, que ni contamine ni contribuya al cambio climático y ni tan solo haga ruido. Y aún más: si se confirma que funciona como se piensa (de momento, ya operan con éxito cuatro trolebuses ecológicos, pero el nuevo modelo integral no estará listo hasta el 2022), será también una buena oportunidad de negocio para todos los actores implicados en la medida que otras ciudades pueden interesarse en implementar el esquema.

Si todo va bien, el sistema ya estará casi listo cuando Wuppertal acoja una especie de “olimpiadas para construir el futuro” que ha convocado para 2021: una competición entre 18 equipos universitarios de todo el mundo, que presentarán propuestas que ayuden a acelerar las soluciones técnicas y prácticas hacia la transición ecológica.