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Prioridades

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Noviembre 2013 / 8

Quizá haya llegado el momento de plantearse una cuestión muy general: cuando hablamos de economía, ¿de qué hablamos? Últimamente, el Gobierno y los banqueros pregonan que la economía española va de maravilla. “Un milagro”, según Mariano Rajoy. “Una situación fantástica”, en versión de Emilio Botín. A gente así da ganas de creérsela, por supuesto, pero uno mira a su alrededor y ve una economía que va de pena. Algo raro debe de estar pasando.

Aclaremos, para empezar, que la economía no es una ciencia exacta. Si lo fuera, el dios de los números habría estrangulado a Cristóbal Montoro con sus propias manos. Se trata más bien de una ciencia social, a caballo entre la precisión de las fórmulas matemáticas y la ambigüedad fecunda de las humanidades.

El término economía procede del griego y significa, literalmente, ‘administración de la casa’. Su finalidad, según la definición clásica, consiste en satisfacer las ilimitadas necesidades humanas (siempre queremos más) con unos recursos limitados.

Las necesidades humanas son ilimitadas, pero tienen un orden jerárquico. En teoría, comer va por delante de poseer un descapotable, dar educación a los hijos es más importante que darles un reloj de oro, etc. En España hay ya tres millones de personas que sobreviven con menos de 307 euros mensuales y son oficialmente clasificadas como pobres, de mayor o menos solemnidad; hay casi seis millones de parados; las pequeñas y medianas empresas no obtienen créditos bancarios ni por casualidad, y, sin embargo, próceres tan preclaros como Rajoy y Botín aseguran que la cosa va muy bien. Misterio.

Dejemos de lado a Rajoy. Este es el hombre que prometió no subir los impuestos y mantener el poder adquisitivo de los pensionistas, con los resultados de todos conocidos. Por vicio o por una extraña patología, este hombre muestra una clara tendencia a mentir. No es fiable. Fijémonos más bien en Emilio Botín, presidente del Banco Santander, la mayor entidad financiera española. Mentiras cuenta, y Hacienda le ha pillado en alguna, pero no es una máquina de soltar trolas como el otro.

¿Cómo le va a Emilio Botín? Parece que bien. Su banco, como los demás, lleva una larga temporada recibiendo dinero del Banco Central Europeo (BCE)con un interés del 1%, y comprando con él deuda pública española al 3% o al 4%. O sea, ganando pasta sin necesidad de moverse del sofá. Esto ocurre porque el BCE considera que las prioridades radican en evitar la suspensión de pagos del Reino de España, cuya deuda roza ya el 100% del producto interior bruto y no deja de crecer, y en mejorar la solvencia de los bancos proporcionándoles dinero fácil. Es decir, que a veces, según para quien, resulta más importante mantener felices a los consejeros de administración que garantizar las necesidades básicas de la ciudadanía. Ahí tenemos un indicio de lo que ocurre: en este momento la economía va bien o mal, según sean las prioridades. Los índices bursátiles suben, lo cual también es positivo para Botín porque las acciones de su banco, incluidas las que él tiene en propiedad, se revalorizan. La alegría en la Bolsa se explica porque las grandes empresas, las que cotizan, suelen ser exportadoras, y las exportaciones aumentan gracias a la reducción de los salarios. Cuanto más cuesta vivir en este país, menos cuesta fabricar. “Llega dinero para todo”, proclama Botín. Hombre, debería completar la frase: “Llega dinero para todo lo que me interesa a mí”.

Empiezan a registrarse inversiones extranjeras notables, como la de Bill Gates en FCC, y por lógica irán a más: las acciones siguen siendo baratas después de la recesión más larga de la era contemporánea, los precios inmobiliarios han caído hasta un 50%, gracias a la reforma laboral se puede contratar trabajadores por muy poco y despedirlos por aún menos y, maravilla de las maravillas, una gran empresa, a poco que se organice, paga en porcentaje menos impuestos que un conductor de autobús.

España ofrece magníficas oportunidades al gran capital, eso está claro. Tiene sentido, por tanto, que el gran capital afirme que la economía española es un chollo.

Emilio Botín debería completar su frase: “Llega dinero para todo lo que me interesa a mí”

Cuanto más pobres somos, mejor va la economía. Es prodigioso, ¿no?

Como ven, lo esencial son las prioridades. En cuanto consideramos que lo más importante es absorber deuda pública, mimar a la banca y la Bolsa, captar inversiones extranjeras y producir más barato que los chinos (estamos llegando a ese punto), damos a Botín toda la razón. ¿Cuáles son las consecuencias de ese orden de prioridades? Que las pequeñas empresas no respiran y que los trabajadores subsisten con salarios decrecientes, lo cual mantiene deprimida la demanda interna (lo que compramos los españoles) y, por tanto, las importaciones, los precios y los salarios. Fíjense en que si compramos menos, importamos menos, y eso va de maravilla para la balanza de pagos. Y si los precios y los salarios son bajos, atraemos aún más capital. Cuanto más pobres somos, mejor va la economía. Es prodigioso, ¿no?