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Brasil, frenazo en seco

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Octubre 2014 / 18

Periodista. São Paulo

Elecciones presidenciales: El país emergente, que en 12 años de gobierno del PT consiguió la hazaña de mejorar la vida de millones de personas de baja renta sin tocar los intereses de las élites, se enfrenta ahora al reto del estancamiento económico.

La Favela Rocinha, al sur de Río de Janeiro. FOTO: MIRAGIK/123RFElecciones

Los brasileños llegan a las urnas el 5 de octubre con 12 años de gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) a sus espaldas, primero a cargo del carismático Luiz Inácio Lula da Silva (2002-2010) y después de su sucesora, Dilma Rousseff (2010-2014), que, según las encuestas, vencería en una ajustada segunda vuelta. A lo largo de estos años, se ha consolidado en Brasil un modelo neodesarrollista que apuesta por la inclusión social a través del consumo, con un papel del Estado más activo del que le reservaba la ortodoxia neoliberal dominante en toda América Latina en los años noventa. Sin embargo, las bases estructurales de la economía neoliberal no se han tocado: control de la inflación, disciplina fiscal y un tipo de cambio flotante que ha dejado un real fuerte y, para algunos, sobrevalorado.

No pocos analistas defienden que el modelo del lulismo es, en esencia, un intento de conciliar los intereses de las élites y sus subalternos. El politólogo y economista Severo Salles lo define como “la fantástica alianza de los más ricos con los más pobres”, si bien, para Salles, “los primeros han sido exponencialmente más beneficiados que los segundos”. Lo cierto es que, durante una década, Brasil ha disfrutado de altas tasas de crecimiento que se han combinado con mejora relativa de la desigualdad: en términos de capacidad de consumo, alrededor de 40 millones de brasileños ascendieron en la escala social, según los cálculos del economista Marcio Pochmann.

Ese fenómeno alimentó el mito de la gran clase media o “clase C”, que, según las clasificaciones de la economía ortodoxa, incluye a más de la mitad de la sociedad brasileña. A juicio de Pochmann, lo que ha crecido en Brasil no es la clase media, sino una clase trabajadora que ahora, por primera vez en la historia, tiene acceso a bienes y servicios antes prohibidos, como automóviles, ciertos electrodomésticos y pasajes de avión. Ese modelo de inclusión mediante el consumo fue posible gracias a la combinación de varios factores: aumento sostenido del salario mínimo en Brasil (hoy situado en 742 reales, el equivalente a 243 euros), disminución del desempleo y de la economía sumergida, expansión del crédito y un tipo de cambio que abarata las importaciones.

Con todo, las mejoras más marcadas en la calidad de vida de los brasileños se dieron entre la población más pobre, la que recibió subsidios estatales como la Bolsa Familia, que en 2011 cubría al 26% de la población brasileña, con ayudas mensuales de una media de 140 reales (unos 46 euros). Este tipo de programas asistenciales han posibilitado que Brasil acabe virtualmente con el hambre: según un reciente informe de la ONU, desde los años noventa, los hambrientos en Brasil han pasado de ser el 14,8% de la población al 1,7%.

La crítica desde la izquierda del PT es que estos avances sociales no se han legislado como derechos, sino que son, más bien, “concesiones estatales que se pueden cambiar en cualquier momento”, como expresa el jurista Pedro Stevam Serrano en una entrevista a la revista Caros Amigos. Entre otras cosas, porque esas mejoras son individuales: los bienes públicos, como los equipamientos en transporte, salud y educación, no han avanzado en paralelo a la creación de un gran mercado de consumo de masas, pese a esfuerzos por construir una universidad pública más inclusiva a través de programas de cotas y becas.

 

EL DILEMA DEL PT

Lo cierto es que, durante casi una década, Brasil disfrutó de altas tasas de crecimiento que permitieron a los gobiernos del PT mejorar las condiciones de los más pobres sin tocar los privilegios de los más ricos. La pregunta es si ese modelo puede sostenerse ahora que Brasil se enfrenta al fantasma del estancamiento; el segundo trimestre de 2014 la economía cayó el 0,6% respecto al mismo período del año anterior; y la OCDE ha rebajado a la baja la previsión de crecimiento para 2014: el 0,3%, y el 1,4% para 2015. Guilherme Boulos, coordinador del Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST), resume así este dilema: “Si Dilma gana, el PT se encontrará en una encrucijada: tendrá que escoger entre convertirse en un Gobierno neoliberal, y dar marcha atrás a las conquistas sociales de la última década, o bien enfrentarse en algún grado con el capital, porque, cuando aparece la crisis económica, hay que tomar partido”.

Aunque el índice Gini que mide la desigualdad ha mejorado notablemente (de 0,59 en 2002 a 0,50 en 2011), Brasil sigue siendo uno de los países más desiguales del mundo. Esa inequidad se sostiene sobre varios pilares: uno es el sistema tributario, basado en la preponderancia de los impuestos indirectos: en Brasil, los más pobres pagan, en términos relativos, más impuestos que los ricos. Otro es el modelo de sobreendeudamiento público, que obliga al Estado a dedicar el 44% de su presupuesto al pago de la amortización y los intereses de la deuda. Preso el Estado del automatismo de la deuda, los pobres brasileños pagan más impuestos que los ricos para que el grueso de ese dinero vaya a parar a manos de los bancos.

Aunque existen propuestas alternativas entre los partidos políticos minoritarios y los movimientos sociales, los candidatos con posibilidades de ganar la presidencia comparten el ideario económico liberal y sus propuestas no se diferencian más allá de los matices; de hecho, su discurso se ha desplazado del campo de las ideas al de la disputa por qué candidato puede gestionar la economía con más capacidad y eficiencia. Ni la oposición conservadora eliminará los subsidios, como quiere hacer creer la campaña electoral petista, ni el PT parece, en principio, dispuesto a emprender las grandes reformas estructurales necesarias para hacer de Brasil un país más igualitario. 

 

PRINCIPALES CANDIDATOS

 

DILMA ROUSSEFF

PARTIDO DE LOS TRABAJADORES, PT

Mantendría las políticas ortodoxas: un tipo de cambio flotante, control de la inflación y disciplina fiscal.

 
 
 

MARINA SILVA

PARTIDO SOCIALISTA BRASILEÑO, PSB

Aunque se presenta como la candidata de la “nueva política” que reivindican los movimientos sociales, su programa económico es tal vez el más marcadamente neoliberal.

 

AÉCIO NEVES

PARTIDO DE LA SOCIALDEMO-CRACIA BRASILEÑA

Es el candidato de la oposición conservadora, tradicionalmente apoyada por la poderosa élite empresarial paulista y por las oligarquías latifundistas.