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Ciudad inteligente, ciudad saludable

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Junio 2014 / 15

Los Juegos Mediterráneos de 2017 son la oportunidad de situar al ciudadano en el centro del desarrollo urbano.

El Ayuntamiento de Tarragona, iluminado con LEDS, de bajo consumo. FOTO: AYUNTAMIENTO DE TARRAGONA

La evolución de la concepción de una smart city hacia una smart citizen, donde la ciudadanía se configura como el centro y motor del ecosistema urbano, ha comportado la evolución hacia un concepto más complejo y holístico de salud, y la implicación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Todo ello ha generado procesos innovadores y transformaciones en todos los momentos: prevención, diagnosis, intervención, integración, acompañamiento…

Estamos en un momento de percepción de cambio de era, de emergencia de nuevos valores. El futuro tiene nombre de ciudad como escenario de complejas y diversas relaciones entre ciudadanos multiidentitarios, que nos hablan de sostenibilidad, eficiencia energética, reciclaje, autenticidad, transparencia, participación, democracia abierta, creatividad, innovación y emprendeduría social.

El objetivo es la mejora de la calidad de vida

Puede haber un talón de Aquiles: la privacidad 

En el terreno de la salud, una nueva concepción abierta difumina las fronteras entre las ideas de deporte, consumo, nutrición, higiene, hábitos de vida, enfermedad, riesgo, calidad ambiental, agua, cultura, movilidad, riesgo, espiritualidad... Las nuevas tecnologías dan respuestas imaginativas e innovadoras a esa nueva percepción de la calidad de vida que alejan la concepción de salud de la mera biología para afirmarla como biografía vital.

La oportunidad de los Juegos Mediterráneos de 2017 en Tarragona permiten construir un discurso nuevo de ciudad inteligente mediterránea, alejada del modelo ideal para la academia de una smart city pensada como una ciudad nórdica y también de la concepción mecanicista y reductiva de la tecnología por la tecnología. Un discurso que afirme el protagonismo de la ciudadanía —y de su calidad de vida y expectativas vitales— desde todos los ámbitos del desarrollo urbano, con especial incidencia en la relación entre espacio urbano, relaciones sociales y hábitos saludables. Así lo recoge la Declaración de Tarragona sobre las ciudades inteligentes del Mediterráneo.

Ya a finales del siglo pasado los estudios sobre economía del desarrollo centraron su interés en las ideas de una planificación urbana saludable. El origen conceptual de la relación TIC y Salud se encuentra principalmente en la configuración electrónica de los historiales clínicos y el tratamiento tecnológico de la epidemiología. A partir de allí, asistimos a un devenir dinámico sin punto de llegada final, basado, entre otros procesos, en la digitalización de la información médica y del historial clínico del paciente, la virtualización y las técnicas de realidad aumentada de la imagen, la interoperabilidad, las redes de comunicación, la nanotecnología, la telegestión, la estandarización de procedimientos y prácticas clínicas, la ingeniería mecánica en la recuperación, el Big Data para la prevención y la epidemiología… hasta innovadoras fórmulas de concertación público-privada que permiten la aceleración de costosas soluciones en una concepción universalista de la salud.

La integración de esta lógica permite una concepción integral de la ciudad inteligente como espacio público saludable que recorre esferas tan distantes como el acceso on line y on time a la información ambiental y la climatología, el conocimiento nutricional y la trazabilidad del origen de los alimentos, la calidad en la distribución del agua potable, el uso de medios de transporte colectivos, las ciudades paseables y zonas peatonales, la invitación al deporte en el espacio público, el acceso de los profesionales de la salud a la información de las constantes biológicas para la detección precoz, la ciudad educadora en calidad de vida, y la incorporación de las TIC que permita una reducción de costes.

La ciudad inteligente y saludable emerge así como un nuevo paradigma catalizador de las relaciones entre centros de conocimiento, industria, administraciones públicas y ciudadanía, que permite acelerar lógicas de innovación y creatividad, y articularlas hacia mayor calidad de vida y mejores oportunidades para la autoconstrucción personal. Sin duda, como talón de Aquiles que reclama nuestra atención —y motor del paso de la ciudad a la ciudadanía inteligente—, aparecen las cuestiones de la libertad y la autodeterminación personal, de la privacidad y de la seguridad en un mundo de redes complejas interconectadas.