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Haití, más allá del terremoto

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Febrero 2014 / 11

El seísmo de 2010 levantó una gran ola de solidaridad, pero la ayuda no ha servido para poner las bases del desarrollo, sino para crear un laboratorio neoliberal.

Manifestación de trabajadores haitianos en defensa de mejores condiciones. FOTO: IOLANDA FRESNILLO

Cuando analizamos hoy la situación económica y social en Haití, centramos la mirada en las consecuencias del terremoto que el 12 de enero de 2010 dejó más de 217.000 víctimas mortales. El goudougoudou, como lo llaman en Haití para no nombrarlo, originó costes y pérdidas estimadas en 7.800 millones de dólares, equivalente a más del 120% del PIB de 2009. A ello hay que añadir unos impactos sociales, e incluso políticos, devastadores. Tres millones de personas directamente afectadas, más de 300.000 hogares totalmente destruidos o gravemente afectados. A los seis meses del terremoto, un millón y medio de personas seguían sin hogar, 360.000 familias vivían en 1.500 campos de desplazados. En la capital, Puerto Príncipe, el 25% de los funcionarios fallecieron en el terremoto, y el 60% de los edificios administrativos, el 80% de las escuelas y el 60% de los hospitales fueron gravemente dañados.

El terremoto evidenció y profundizó las deficiencias que ya existían en el país. Entre ellas, un Estado reducido a la mínima expresión, después de décadas de políticas neoliberales y ajustes del Fondo Monetario Internacional. Haití era descrito por el Banco Mundial en 2009 como un país “frágil” o “fallido”. Ya antes del terremoto, el 55% de los haitianos vivían con menos de 1,25 dólares al día y el 80% con menos de dos dólares al día. Haití era, además, uno de los países más desiguales.

 

CATÁSTROFE COMO OPORTUNIDAD

Muchos esperaban en 2010 que la reconstrucción se convirtiera en una oportunidad para afrontar, no solo los impactos directos del seísmo, sino los problemas estructurales de Haití. La enorme muestra de solidaridad internacional, con cifras récord de recaudación para ayuda humanitaria y promesas para la reconstrucción, dejaba margen al optimismo. ONG, instituciones religiosas y fundaciones privadas recaudaron más de 3.000 millones de dólares. Gobiernos y agencias de cooperación multilaterales prometieron más de 13.000 millones para 2010-2020, de los cuales 6.373 millones para los dos primeros años (2010-2012).

Cuatro años más tarde, ese optimismo se desvanece ante una realidad poco esperanzadora. En diciembre de 2012, tan solo el 66% de las promesas realizadas para 2010-2012 había sido desembolsado. El Gobierno haitiano se felicitaba, sin embargo, por ello, pues en situaciones similares el nivel de desembolso de las promesas realizadas no suele superar el 50%. A pesar del relativamente bajo nivel de desembolso, los recursos disponibles siguen siendo elevados y, por tanto, constituyen una oportunidad. Pero ¿para quién?

El embajador de EE UU para Haití lo dejó claro cuando, tan solo un mes después del terremoto, en un cable hecho público por Wikileaks exhortaba a las empresas norteamericanas a aprovechar la oportunidad de negocio que la reconstrucción en Haití podía suponer, bajo el titular: “¡La carrera por el oro ha empezado!”.

No se equivocaba. Según el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas (CERP), hasta septiembre de 2012 tan solo el 1,3% del valor contractual de los proyectos de USAID (la agencia de cooperación bilateral de EE UU) fue concedido a empresas haitianas. La UE sigue un patrón similar: el 76,7% del valor de los contratos concedidos por EuropeAid en 2010 y 2011 fue atribuido a empresas europeas.

El terremoto y la epidemia de cólera que estalló en el país en 2010 llevaron a una contracción del 5,4% del PIB. La reconstrucción económica suponía uno de los principales retos de las autoridades haitianas. Para ello han optado por una estrategia de atraer inversión extranjera y promover las exportaciones.

Bajo la bandera Open for business [Abierto para los negocios], el lema más utilizado por el Gobierno de Michel Martelly, se busca la entrada de inversores, tanto locales como extranjeros. Las estrategias combinan la inversión en producción de bananas y mangos para la exportación (en un país con el 70% de la población en situación de inseguridad alimentaria); el impulso de la explotación de oro a cielo abierto en el norte del país (el Banco Mundial prepara para el Gobierno una nueva ley minera para facilitar el trabajo de empresas norteamericanas y canadienses); el impulso de zonas turísticas de enclave (con la atractiva promesa de 20 años de exenciones fiscales para las empresas turísticas extranjeras), y la construcción de hasta 10 nuevas zonas francas industriales.

 

PARQUES INDUSTRIALES

Desde la década de 1980 se han creado 30 fábricas en diversos parques industriales en el país. La industria supone hoy un 20% del PIB, emplea a poco más del 10% de la fuerza laboral, y acumula el 85% de las exportaciones. Haití goza de un trato especial con EE UU, donde exporta productos textiles sin pagar aranceles.

Se fabrica ropa para las empresas Levis y Fruit of the Loom, que, como Wikileaks desveló, presionaron al Gobierno haitiano en 2009, con la ayuda de la Administración de Obama, para mantener el salario mínimo en poco más de 80 gourdes al día (1,2 euros).

El embajador de EE UU, sobre la reconstrucción: “¡La carrera por el oro ha empezado!”

El Gobierno de Martelly agita la bandera de ‘Abierto para los negocios’

La lucha de los trabajadores elevó el salario mínimo a 3,6 euros al día

Las movilizaciones masivas de los trabajadores consiguieron arrancar entonces una subida del salario mínimo a 200 gourdes al día (3,6 euros). Para Mirlen Joanis, del Centro de Promoción de Mujeres Obreras, además del salario de miseria, “las condiciones de trabajo en las fábricas son degradantes e inaceptables”, con casos frecuentes de acoso sexual y violación sistemática de las leyes laborales.

El proyecto insignia de esta estrategia es Caracol. La construcción de esta zona industrial se llevó 224 millones de dólares de fondos para la reconstrucción, a pesar de estar situado a cientos de kilómetros del epicentro del terremoto. De los 65.000 puestos de trabajo prometidos se han creado poco más de 2.000, el 34% con sueldos por debajo del salario mínimo.

La estrategia del Gobierno de ampliar las zonas francas industriales no aportará además demasiados réditos al Estado, pues a las empresas se les garantiza exenciones de impuestos y aranceles. También a las empresas turísticas o mineras se les ofrece el mismo trato. Inversión sin impuestos. El propio FMI recomienda revisar dichas exenciones, pero “sin poner en peligro el interés de las empresas inversoras”.

“La fragilidad y la fragmentación del Estado haitiano, los elevados niveles de pobreza y exclusión social en el país, la extrema dependencia de la ayuda internacional, no solo a nivel macroeconómico, sino para proveer servicios básicos, y la profunda vulnerabilidad ambiental”, son los principales retos en Haití según el Banco Interamericano de Desarrollo. Para la sociedad civil haitiana, sin embargo, el reto es revertir las causas de esos problemas.

Camille Chalmers, economista haitiano, opina: “La comunidad internacional y el nuevo Gobierno han instrumentalizado el proceso de reconstrucción para acelerar transformaciones económicas a favor de sus intereses”. Recuperar, pues, la soberanía política y económica para definir un modelo económico destinado a cubrir las necesidades de la mayoría de la población.