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La década maldita de la desigualdad en Francia

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Abril 2014 / 13

La brecha salarial se agrandó mucho entre 2002 y 2011. Es un fenómeno debido a la crisis, pero también a las decisiones políticas en materia fiscal y al apetito de los accionistas en el contexto de la globalización.

Una persona sin techo junto a la Ópera Garnier, de Paris. FOTO: Juan Camilo Bernal

Durante mucho tiempo, Francia logró limitar más que otros países la desigualdad salarial. Ya ha dejado de hacerlo. Es una de las principales enseñanzas de la encuesta publicada por el Institut National de la Statistique et des Études Économiques (INSEE). Los ricos son claramente más ricos, mientras que los pobres son un poco más pobres aún. ¿Es ello producto de la crisis? No solamente, se trata de algo mucho más grave.

En 1996, la primera décima parte de la población(1) —es decir, un poco más de 5,6 millones de personas— que comprende a las personas con nivel de vida* (ver léxico) más bajo se repartía unos ingresos totales de 39.000 millones de euros. Tres lustros después, los 6,1 millones de personas de ese primer 10% se repartían 50.000 millones. Esos 11.000 millones de más permitieron que su renta media mensual pasara de 574 a 666 euros; es decir, que tuviera una mejoría de 94 euros.

Pero al mismo tiempo, en el otro extremo de la escala, la décima parte que abarcaba a los más ricos se pegó un festín, pues obtuvo119.000 millones de ingresos adicionales en esos 15 años. La media de su renta mensual pasó de 3.560 euros a 4.890 euros: para ellos, 1.330 más, lo cual significa 14 veces más que el aumento para los de menores ingresos (92 euros más).

 

Un vals de tres tiempos

Como en el vals, esta evolución se produjo en tres tiempos. En el primero, de 1996 a 2002, los ingresos del 10% más pobre aumentaron en 10.000 millones. Y el porcentaje de personas que viven por debajo del umbral de pobreza bajó del 14,5% al 12,9% (600.000 personas menos). La razón de que el número disminuya es que el índice de paro baja sensiblemente. Está en marcha un círculo virtuoso: el número de empleos aumenta en 1,7 millones, lo cual reduce el paro y mejora los ingresos, sobre todo entre la franja más pobre de la población. El tempo de los pobres es incluso un poco más rápido que el de los más ricos: la renta de los primeros progresó un 22%, frente al 18% de los segundos.

El vals cambió de ritmo entre 2002 y 2008. El número de empleos siguió aumentando (1,25 millones más), lo cual permitió que bajara el paro, pero a un ritmo menor. El índice de pobreza, por el contrario, dejó de disminuir, pues con frecuencia se trataba de empleos de mala calidad. La renta de la décima parte más pobre se estabilizó en 700 euros mensuales de media, mientras que aumentaba la de los ricos, que pasó de una media de 4.150 euros mensuales a otra de 4.650 (+11%). El tiempo se paró para unos, para otros la situación siguió mejorando.

 

Razones políticas y financieras

Con el tercer tiempo del vals, el de la crisis entre 2008 y 2011, llegó la gran diferencia. La renta de los pobres disminuyó sensiblemente, y pasó de una media de 700 euros a otra de 665 euros mensuales, y el número de personas que viven por debajo del nivel de pobreza aumentó en un millón. No olvidemos que, en ese período, el paro estalló. La mejoría de la situación de los más modestos observada durante el primer tiempo del vals social se desvaneció.

Pero entre los ricos no ocurrió lo mismo: los ingresos del 10% de los más favorecidos continuaron aumentando, sobre todo los de quienes están en lo más alto de la escala: los Bettencourt, Arnault, Dassault y demás, que se sitúan en el 5% del vértice de la pirámide social. Este club del 5 captó, él solito, el 53% del (débil) aumento de los ingresos del conjunto de los hogares desde el comienzo de la crisis, y el 79% del 10% de los hogares más ricos. De repente, su nivel de vida medio se disparó a pesar de la crisis, y pasó de 5.890 euros mensuales a 6.310.

En resumen, quien ha sufrido y pagado la crisis —y seguramente siguió siendo así en 2011— ha sido fundamentalmente la franja más pobre de la población. El 10% más rico, por el contrario, ha proseguido en su impulso hacia arriba.

Ello se explica en parte por razones políticas: a principios de su mandato, el expresidente francés Nicolás Sarkozy jugó a ser un nuevo François Guizot —“¡enriqueceos!”, era su mensaje— gracias a su “paquete fiscal”, creyendo, como pregona la biblia liberal, que esa zanahoria bastaría para hacer que el crecimiento brotara como el calor hace brotar el sudor por todos los poros de la piel. Es lo que se pretendía con la bajada de impuestos. Fracaso total: fue el período en que el reparto de ingresos fue menos igualitario y en el que la actividad se frenó más. La teoría del trickledown (del efecto de goteo de arriba abajo) es más útil para justificar el aumento de ingresos de los ricos que para impulsar la economía. Termina por concentrar aún más la riqueza, no la crea, o no lo hace de modo suficiente para que los “vicios privados” produzcan “beneficios para todos”.

La bajada de impuestos de Sarkozy concentró la riqueza en los más ricos 
Las empresas nunca habían repartido un porcentaje tan elevado

Sin embargo, la dimensión política no lo explica todo: incluso en períodos de crisis, no basta aliviar los impuestos —sobre todo los de los ricos— para captar una parte esencial de la riqueza creada. También está en entredicho, y sin duda sobre todo, la dinámica de la rentabilidad global del capital, como demuestra Thomas Piketty en Le capital au XXIè siècle. Si se quiere que, en las economías globalizadas, enormemente abiertas al exterior, no haya un reflujo de capital, es necesario que su rentabilidad sea tan grande como en otras partes. Evidentemente, pasa lo mismo con los dividendos, especialmente con los de las sociedades que cotizan en Bolsa, una parte importante de cuyas acciones está en manos de no residentes.

Así, en 2012 (año en el que se repartieron los dividendos correspondientes a los resultados de 2011) las sociedades no financieras (2) repartieron entre sus accionistas el 8,9% de su valor añadido bruto: el porcentaje más elevado jamás registrado por la contabilidad nacional francesa desde que esta existe. Antes de la crisis, ese porcentaje era inferior a un punto (3). Sin embargo, mientras tanto, el excedente bruto de explotación (lo que queda a las empresas para pagar los impuestos sobre beneficios, los intereses de sus préstamos, la devolución de estos y la retribución a sus accionistas) se contrajo en una treintena de miles de millones.

La lógica exigiría que, a menor rentabilidad, las empresas repartieran menos dividendos entre los accionistas. Al menos, eso es lo que siempre se ha citado para justificar los poderes de decisión que tienen los accionistas en las empresas: soportan el riesgo inherente a una actividad de mercado, a diferencia de los asalariados o los acreedores, cuyas remuneraciones son fijas independientemente del resultado.

Esa vieja manía está hoy seriamente cuestionada. La retribución de los accionistas se ha convertido, si no en prioritaria, al menos en obligatoria en una economía tan global como financiera: si no hay reparto de dividendos, los capitales migran a otra parte. De repente, los accionistas se han convertido en la variable de ajuste, sobre todo en períodos de crisis en los que los bancos restringen los créditos: como el dinero repartido en dividendos (o en recompra de acciones) ya no está disponible, y no hay crédito, las inversiones se reducen. Así, la inversión neta de las sociedades no financieras (es decir, una vez deducido el montante del capital fijo) ha pasado de 54.000 millones de euros en 2008 a 32.000 millones en 2012. Con la consecuente menor demanda, un menor empleo y menor competitividad.

 

Riesgo de descomposición

La nueva regla accionarial no solo rige para las sociedades no financieras. También influye en las expectativas de todos los que poseen capital financiero: fondos de inversión, fondos de pensiones, fondos especulativos, fondos de capital riesgo… Es cierto que las retribuciones fijas (los intereses) son bajas, fundamentalmente debido a la actuación de los bancos centrales. Pero también lo es que las retribuciones variables se disparan tanto para los ahorradores como para los empleadores, las profesiones liberales o los cuadros dirigentes. Así, el nivel de vida del 5% de hogares más favorecidos, cuya persona de referencia es un jefe de empresa —es decir, 80.000 hogares que incluyen a unas 200.000 personas—, ha aumentado un 38% entre 2009 y 2011 (en euros constantes).

Plaza Vendôme en París.FOTO: FRANCISCO GONZÁLEZ

Los altos niveles de vida se democratizan, por decirlo de alguna manera, en el sentido de que los que pueden esperar alcanzarlos no dudan en procurárselos o exigirlos, ya que sus homólogos, en los organismos profesionales o en sus relaciones personales, no se privan de ellos. Evidentemente, se trata de una minoría, pero es precisamente esa minoría la que forma el club de los 5, y la que poco a poco se va evadiendo de la realidad en la que vive el resto de sus conciudadanos. En esos grupos sociales tan minoritarios, la excepción termina convirtiéndose en regla por contagio, mimetismo o convicción de que lo merecen. Además, a pesar de ser muy minoritario, ese grupo social posee, tanto en Francia como en otros países, una influencia en la vida social y política enormemente desproporcionada respecto a su peso numérico.

Este es el modo en el que una sociedad se deshace. Los pobres sufren, aunque nadie se atreva todavía a reducir aún más lo poco que tienen, hay quienes no se privan de acusarles de abusar y de vivir a expensas de la sociedad. Los más ricos han dejado de considerarse unos privilegiados, convencidos de que “todo el mundo” (es decir, aquellos con los que tienen ocasión de compararse) está en su misma situación, y que han llegado a ella única y exclusivamente por méritos propios.

Poco a poco, Francia se une al pelotón de los países gangrenados por el liberalismo, en los que los ricos se dedican desde hace tiempo a atacar las únicas murallas que pueden permitir un reparto menos desigual: la protección social y los impuestos.

                                                                                                                                      

1. Hablamos de décimas partes, no de deciles, término que designa el umbral que separa dos décimas partes sucesivas. En este artículo, todas las cifras están expresadas en euros constantes de 2011 para que sea más fácil medir las evoluciones con rigor.

2. Categoría de la contabilidad nacional que reagrupa el conjunto de las empresas no individuales (salvo las entidades financieras).

3. Un punto de valor añadido bruto de las sociedades no financieras representa 10.000 millones de euros. A comienzos de la década de 2000, la ratio era del orden del 6%.

 

PARA SABER MÁS

“Enquête revenus fiscaux et sociaux”,
Insee, resultados disponibles en www.insee.fr

Le capital au XXIè siècle, por Thomas Piketty, Le Seuil, 2013.

 

LÉXICO 

Nivel de vida: Medida individual que depende de los ingresos y del tamaño de la familia. Cada “unidad de consumo” se calcula en función de cuánto deberían incrementarse los ingresos para mantener el mismo nivel de vida si el hogar aumentara en una persona. Cada persona adicional en el hogar cuenta como un 0,5% salvo los niños menores de 14 años, que cuentan como un 0,3%.