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Primero, los fundamentos // Gales: Swansea, Economía fundacional

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Enero 2020 / 76

Un cambio de chip para que la mejora de los servicios básicos desplacen al PIB del centro del tablero.

En teoría, la crisis ha quedado atrás, pero las clases populares siguen sin llegar a fin de mes. El PIB, que lleva años creciendo, no parece encontrar explicación para esta paradoja, pero sí la economía fundamental, que se centra en la parte de la economía que guarda relación directa con la vida real de la gente, con el foco a nivel local.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR 

El Foundational Economy Collective agrupa a investigadores de varios países (sobre todo de Italia, Austria y Reino Unido) que plantean una economía local más social y equitativa, que dé prioridad a las políticas que realmente mejoren el bienestar de los ciudadanos y hagan más fácil la vida cotidiana. Y el País de Gales, en Reino Unido, es uno de los primeros laboratorios de este enfoque, todavía con poco recorrido práctico.

Karel Williams, de la Universidad de Manchester, invita a cambiar la mirada hacia la economía para distinguir cuatro “capas”. La perspectiva ortodoxa pone toda la atención en una sola de ellas, la comercializable (tradeable economy), que es la base de los indicadores actuales. Pero eso, advierte Williams, es “confundir la parte por el todo” porque quedan fuera capas esenciales para tener una vida plena: en su terminología, la economía negligida (overlooked economy), relacionada con los intereses de la vida cotidiana y el ocio; la central (core economy), que afecta a la actividad doméstica y comunitaria, y la fundamental (foundation economy), que tiene que ver con las infraestructuras y los servicios básicos, que establece los fundamentos para todo el resto de la economía y para poder vivir: acceso a la energía, al agua, a buena conexión de Internet, educación, sanidad, vivienda... Todo esto, según su perspectiva, no se debería abordar simplemente como “comercializable”.

Según este enfoque, puede estar bien que suba el PIB, pero el objetivo debe ser otro: ayudar a cubrir las necesidades básicas de la gente. En cambio, una aproximación ortodoxa daría prioridad a cualquier inversión por el simple hecho de que hará subir el PIB y creará empleos, sin preocuparse demasiado por si las consecuencias finales son el encarecimiento de la vivienda, la gentrificación, nuevas dificultades para comercio o pérdida de espacios públicos.


VALOR COMPARTIDO

Marcela Maxwell, directora adjunta de Política Estratégica de Gales, subraya que las inversiones “deben aportar valor compartido para todos” y que el crecimiento económico que buscan “debe servir para lograr comunidades más fuertes”. En su opinión, si esto no se tiene en cuenta puede suceder que “las comunidades se sientan excluidas porque les cuesta salir adelante a pesar de que los indicadores macroeconómicos indican crecimiento, y esto favorece fenómenos como el brexit”.

Maxwell detalla algunas medidas que ha impulsado, inspiradas en la economía fundamental, como un fondo para apoyar experiencias que se basen en estas premisas, para escalar las mejores prácticas, para favorecer las pequeñas empresas de proximidad, para vincular las inversiones de las empresas y las adjudicaciones de la Administración a un impacto positivo para el conjunto de la comunidad... “No tenemos todas las respuestas, pero sabemos que tenemos que experimentar”, admite.

Si los medidores convencionales (PIB, renta per cápita, etc.) solo cuentan una parte de la película, significa que son necesarios nuevos para hacer más eficiente la experimentación. Una sobre las que están trabajando es la de “ciudades habitables”, que sí tienen en cuenta estos principios poniendo en relación los ingresos reales disponibles de las familias (una vez descontados los impuestos, el coste de la vivienda, del transporte y de servicios fundamentales) con las infraestructuras sociales (espacio público, parques, bibliotecas, centros cívicos donde llevar a cabo actividades sociales gratuitas o de bajo coste...).

El punto de partida del enfoque pasa por “escuchar a la gente” y sus necesidades, en vez de dar por hecho el listado de necesidades a cubrir desde el despotismo ilustrado, los dogmas o el verticalismo de la Administración. Sobre ello insisten mucho Steve Cranston, responsable de Inversión Comunitaria de la United Welsh Housing Association, y Mark Hooper, fundador de Indycube, un coworking social de Swansea. Ambos subrayan que la base es establecer alianzas con todo el tejido social y productivo del territorio: “El reto es ayudar a construir relaciones de confianza para entender cuáles son las necesidades reales y ayudar a conectarlas para lograr mejor bienestar, no un punto más de crecimiento “, sintetiza Cranston.