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Ultra, sí; neoliberal, también

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Febrero 2019 / 66

Ofensiva: Parte de la nueva extrema derecha en auge, como Bolsonaro en Brasil y Vox en España, recuperan las recetas de la Escuela de Chicago.

El presidente de EE UU Donald Trump en un mitin en Maryland. FOTO:Gage Skidmore

La llegada del militar ultraderechista Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil ha sido un terremoto que ha dejado a mucha gente temblando. No solo en este país, donde recibió el apoyo del 55% de los votantes pero con actitudes y afirmaciones extremistas que aterrorizan al resto de la población, sino en todo el mundo, atónito de que un personaje de este perfil, vitriólico, agresivo y con posiciones políticas ultramontanas, haya llegado a la presidencia de una potencia emergente siguiendo abiertamente la estela del presidente de EE UU, Donald Trump, con quien comparte amistad, actitudes, ideas y hasta el gusto por la comunicación directa con "el pueblo" a través de las redes sociales.

El Trump brasileño, que inauguró su presidencia el pasado 1 de enero tras liderar una plataforma con el lema "Dios y Brasil por encima de todo", va incluso más allá que el original estadounidense y no solo por su trayectoria militar. Ha alabado abiertamente la dictadura brasileña (1964-1985) —"20 años gloriosos de orden y progreso"—, al jefe de su aparato policial que torturó a su antecesora, Dilma Rousseff, a otras dictaduras de América Latina —singularmente, la de Augusto Pinochet en Chile (1973-1989)—, es partidario de reinstaurar la pena de muerte, defiende la tortura, esgrime con orgullo posiciones homófobas —dice que golpearía a chicos que se besen en la calle—, machistas —considera fruto de una "debilidad" haber tenido una hija tras cuatro hijos varones—, relativiza la violencia de género —le dijo a una diputada que no la violaría porque "no lo merece"—, se ha propuesto "limpiar" el país de izquierdistas...

Es difícil encontrar entre los mandatarios occidentales un exponente más antiliberal desde una perspectiva política o cultural. Y, sin embargo, los mayores adalides mundiales del liberalismo no solo no parecen especialmente preocupados, sino que incluso exhiben entusiasmo ante la llegada al poder de este campeón de la libertad. En Davos, el gran festín del capitalismo globalizado que se celebra cada año en Suiza, le reservaron un lugar de honor con alfombra roja y hasta medios de referencia como el Financial Times se muestran complacidos. En España, Actualidad Económica, semanario liberal que ahora se encarta con El Mundo, ha llegado a titular, agregándole cosecha propia a un artículo traducido del Financial Times, con un fervor reservado solo a los grandes héroes: La antorcha de la libertad ilumina Brasil.

 

Euforia en los mercados

Los mercados también están eufóricos: desde que los tribunales tumbaron la candidatura del expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, lo que allanó el camino a Bolsonaro, la Bolsa brasileña sube sin parar, con un nuevo empujón alcista tras su triunfo electoral (véase gráfico). Bovespa, el índice bursátil de referencia en el gigante suramericano, se ha convertido en una de las grandes estrellas bursátiles del momento.

Bolsonaro entusiasma a adalides mundiales del liberalismo

La Bolsa de Brasil está disparada desde la victoria ultra

¿Cómo es posible que un perfil tan antiliberal como el de Bolsonaro sea el nuevo ídolo de tantos liberales? La clave está en sus propuestas económicas, que abrazan sin ambages el programa máximo ultraliberal: expulsión del Estado de la economía, plan de privatizaciones masivas, promesa de rebaja generalizada de impuestos, pretensión de poner en cintura a los sindicatos, recortes en pensiones públicas y promoción de sistemas privados de capitalización, en las que cada uno ahorra para su propia vejez; recortes en las prestaciones públicas y al Estado de bienestar, concebido solo como asistencia caritativa para los más pobres...

"Bolsonaro es la versión bestia del modelo neoliberal, que más que como un modelo coherente hay que ver como la aplicación del poder del Estado en beneficio de los ricos, desregulando lo que les interese y utilizando el presupuesto público en beneficio de los grupos de poder", sostiene Albert Recio, profesor titular del Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

La aparente paradoja entre una esfera política antiliberal, de restricciones explícitas a las libertades fundamentales, y una esfera económica ultraliberal no es ninguna invención de Bolsonaro, sino que tiene algunos de sus precedentes más destacados precisamente en las dictaduras militares de América Latina. El caso emblemático es el Chile de Augusto Pinochet, que combinó una dictadura sanguinaria con un experimento económico radical tutelado por economistas de la Universidad de Chicago, que bajo el liderazgo académico del premio Nobel Milton Friedman (1912-2006) había aportado las bases teóricas para las políticas económicas que también abrazarían Margaret Thatcher, que fue íntima de Pinochet, y Ronald Reagan durante la revolución conservadora que emprendieron en la década de 1980.

Lo escribe en su reciente ensayo Revoluciones (Galaxia Gutenberg) el periodista económico Joaquín Estefanía: "Lo que los economistas de la Escuela de Chicago de Milton Friedman soñaron, pero no pudieron experimentar en su grado más alto en la Gran Bretaña de Thatcher o en los EE UU de Reagan, lo pusieron en práctica en el Chile militar, sin sindicatos ni sociedad civil organizada". En síntesis, recalca Estefanía: "Mercado libre y Estado fuerte".

 

Superministro entusiasta

"La experiencia de Chile demostró que no existe incompatibilidad entre una agenda económica neoliberal y el recorte brutal de libertades y derechos fundamentales; es más, cuando esa agenda lo necesita, la represión socioeconómica, la dictadura cruel, son el medio para imponerla", subraya el politólogo y jurista Joan Garcés, que fue uno de los colaboradores más cercanos al presidente Salvador Allende, derrocado por el golpe de Estado de Pinochet, y que diseccionó los paralelismos entre las experiencias de Chile y España en Soberanos e intervenidos (Siglo XXI).

Garcés: "Dictadura y neoliberalismo no son incompatibles"

El ministro económico de Brasil se formó en la Universidad de Chicago

La Escuela de Chicago, que es capaz de no prestar atención a excesos del ámbito político siempre que este fomente el libre mercado, ha vuelto con fuerza y explícitamente de la mano de Bolsonaro, que ha entregado todo el poder económico a uno de sus más insignes alumnos brasileños: el superministro Paulo Guedes, de 69 años, formado en la Universidad de Chicago, que trabajó en Chile en los años de Pinochet y que en entrevistas recientes se sigue deshaciendo en elogios hacia el fallecido militar chileno. Varios exponentes del equipo económico de aquella dictadura, como el exministro de Hacienda Rolf Lüders y el economista y luego político Joaquín Lavín, han mostrado públicamente su satisfacción por el hecho de que su colega Guedes se propone pilotar la economía brasileña con un programa muy similar al de esos años de plomo en Chile.

Guedes ha reclutado a varios camaradas formados en la Universidad de Chicago para puestos económicos clave y singularmente a Roberto Castello Branco, al que ha situado al frente de la petrolera estatal, Petrobras. En la década de 1970 y 1980, a los economistas ultraliberales de la Escuela de Chicago involucrados en cargos políticos se les conocía como los Chicago boys. Ahora, en su renacer de la mano de Bolsonaro, se les ha tildado de Chicago oldies. Viejos o jóvenes, es lo de menos: vuelve la Escuela de Chicago. Y no solo en Brasil.

 

Una derecha, dos economías

Pese a que las nuevas derechas nacionalistas en auge en todo el mundo suelen aparecer bajo el mismo paraguas "populista" — unidas por el pegamento de sus respectivos nacionalismos, las actitudes militaristas, la xenofobia, la guerra contra el feminismo y la falta de respeto por la división de poderes y las instituciones típicas de una democracia liberal—, la realidad es que hay dos grandes corrientes, en función de su programa económico. Todos son antiliberales en la esfera cultural y política, pero algunos lo son también en sus propuestas económicas, mientras que otros tienen un programa económico ultraliberal, claramente en línea con la Escuela de Chicago, al menos hacia dentro de sus países.

"La mayoría de partidos de la derecha radical tiene una agenda económica nacionalista, que se basa en algún tipo de capitalismo nacional y Estado de bienestar chovinista, pero también hay partidos abiertamente neoliberales y proglobalización", recalca Cas Mudde, politólogo holandés de la Universidad de Georgia (EE UU), una de las referencias internacionales sobre el populismo, quien añade que la heterogeneidad ha aumentado más aún con la evolución de partidos y políticos conservadores hacia la derecha radical.

"La economía es secundaria para los ultras", dice un experto

La reforma fiscal de Trump beneficia solo a los más ricos

Entre los doblemente antiliberales destacan, por ejemplo, el polo de la familia Le Pen en Francia, el pujante movimiento de Mateo Salvini en Italia y todos los grupos conectados con el fascismo, que siempre fue, por definición, estatalista. En cambio, entre las nuevas derechas identitarias con programa económico ultraliberal estarían, además de Bolsonaro, el propio Donald Trump en EE UU —pese a todas sus contradicciones—, la Alternativa para Alemania (AfD), creada precisamente por un grupo de economistas neoliberales críticos con la Unión Europea, e incluso la española Vox, que irrumpió con fuerza en las últimas autonómicas de Andalucía (véase el gráfico con las propuestas de cada partido).

Pese a algunos aromas falangistas, el esbozo de programa económico de la formación de Santiago Abascal expuesto en su documento 100 medidas urgentes para la España viva es tan ultraliberal que los académicos más ultraliberales —como Juan Ramón Rallo, entre otros— se han visto obligados a desmarcarse del partido ultra y han subrayado que no hay que tomarlo demasiado en serio porque ni siquiera cuenta con memoria económica y que se trata, por tanto, de un brindis al sol.

Eso sí: aunque el corpus de las propuestas económicas de estos movimientos sean ultraliberales, raramente cumplen al 100% con todos los postulados teóricos de la doctrina precisamente por el componente nacionalista, que les hace desmarcarse normalmente de al menos dos puntos: se oponen con virulencia a la llegada de inmigrantes —cuando la perspectiva liberal aplaude los flujos migratorios— y son muy reacios al libre comercio internacional si las corporaciones de su país no dominan el mercado.

Por tanto, estos dos campos dentro de la derecha populista —doblemente antiliberal y antiliberal en la política pero ultraliberal en la economía— no hay que verlos como compartimentos estancos, sino con flujos continuos en una u otra dirección, según aconsejen las circunstancias. Jean-Marie Le Pen, patriarca del principal tronco ultraderechista francés, se inició en política precisamente con la bandera principal de la reducción radical de impuestos, mientras que su hija Marine, hoy líder de Agrupación Nacional, ha competido en intervencionismo incluso con la izquierda soberanista que encarna Jéan-Luc Mélenchon.

 

Posiciones erráticas

Según el periodista Yann Mens, que ha seguido durante años muy de cerca los populismos en las publicaciones parisinas Alternatives Internacionales y Alternatives Economiques, lo que mejor define el programa económico de la ultraderecha francesa y, por extensión, de los populismos de derechas es su "carácter errático".

"En realidad, la economía no les interesa", apunta Mens. Y concluye: "Hay una diferencia entre los populistas en la oposición, desde la que pueden prometer mucho sin tener que ser muy coherentes, y los populistas en el poder, que para justificar su actitud errática tienen que encontrar culpables, dentro o fuera del país".

Cas Mudde abunda en la misma dirección: "El punto clave es que los asuntos económicos son secundarios tanto para los partidos de la derecha radical como para sus votantes". Es decir: los votos no los pescan con la bandera económica, sino con apelaciones patrióticas, xenófobas y en ocasiones incluso anti-establishment a pesar de que las políticas que impulsarán si llegan al poder pueden acabar beneficiando como a nadie precisamente al establishment económico. "El comportamiento electoral no está dominado por el programa económico, sino por otra retórica radical y así les va bien. Hay muchos precedentes históricos de aplicación de una retórica radical en beneficio de los grandes grupos", remacha el economista de la UAB Albert Recio.

El caso de Trump es paradigmático. Pese a sus apelaciones radicales en favor del "pueblo" frente al establishment económico, las políticas emprendidas durante su turbulenta presidencia arrojan resultados de ensueño para las élites de este mismo establishment económico al que dice combatir pese a formar parte de él: lluvia de dividendos y de bonus alentados por la repatriación de beneficios en el exterior sin apenas coste fiscal, desembarco de figuras de Wall Street en la Administración y en órganos consultivos, demolición de la regulación financiera impulsada por Barack Obama para limitar las posibilidades de un nuevo crash, reducción masiva de impuestos básicamente entre los sectores más pudientes...

 

"Plutopopulismo"

La reforma fiscal de Trump es tan beneficiosa para los más ricos que ha escandalizado a autoridades liberales como Martin Wolf, referente económico del Financial Times, quien ha escrito que está diseñada para beneficiar a la "plutocracia". Los datos oficiales sobre los efectos de la reforma en función de las rentas de los ciudadanos son muy rotundos, según un estudio del Congressional Budget Office y el Joint Committe on Taxation (véase el gráfico).

Como Trump ha aprovechado la reforma fiscal para anular algunas de las ayudas públicas al seguro sanitario instauradas por Obama, los más pobres pierden desde el primer año, pero al principio parece que al menos la clase media también se beneficia de la bajada de impuestos, aunque muchísimo menos que los más ricos: en 2019, los que declaran ingresos anuales entre 30.000 y 40.000 dólares se ahorrarán una media de 298 euros por contribuyente; mientras que los que declaran más de un millón rebajarán su factura fiscal en 64.580 dólares de media.

Sin embargo, en los años siguientes los efectos van cambiando hasta llegar a un punto en el que ya únicamente ganan los que declaran ingresos superiores a los 75.000 dólares anuales y siempre según el mismo patrón: a más ingresos, más ahorro fiscal.

El PP, Cs y Vox tienen programas económicos muy similares

Wolf ha acuñado un término sarcástico para referirse a Trump que sintetiza esta idea de apelar al "pueblo" para acabar beneficiando a la plutocracia del 1% más rico: plutopopulismo. Y también podría aplicarse a la mayoría de movimientos de ultraderecha que tienen un programa económico ultraliberal inspirado en la Escuela de Chicago, incluido Vox.

El partido de Abascal proclama en su programa la defensa de los españoles frente "a los intereses de oligarquías y caciques", un lenguaje que, empleado desde la derecha en España tiene inequívocas resonancias de la "revolución pendiente nacional-sindicalista". Sin embargo, como se ha visto en las negociaciones en Andalucía, al mismo tiempo da máxima prioridad a la reducción o eliminación de todos los impuestos —renta, sociedades, patrimonio y sucesiones—, lo que beneficia sobre todo a "oligarquías y caciques".

 

España: tres derechas neoliberales

Este programa ultraliberal de Vox es una de las razones que explica el pacto en Andalucía y las expectativas de entendimiento de "las tres derechas" que promueve el expresidente del Gobierno José María Aznar. El PP de Pablo Casado aboga por un nuevo "contrato liberal" que coloca a la formación en la línea thatcheriana de Esperanza Aguirre, que fue mentora no solo de Casado, sino también de Abascal. El gurú económico del PP de Casado es Daniel Lacalle, ultraliberal también protegido por Aguirre, cuyos postulados son, a menudo, indistinguibles de los de Vox. Y también Ciudadanos, que nació como partido socialdemócrata, es ahora una formación estrictamente liberal, con la economía en manos de Luis Garicano, su cabeza de lista para las europeas y uno de los más respetados economistas liberales de España.

"Los programas económicos de Vox, el PP y Ciudadanos son muy parecidos y todos siguen la estela de la Escuela de Chicago y de Thatcher", recalca el economista Alejandro Inurrieta, quien advierte de los efectos de estas políticas sobre todo en los servicios públicos: "Bajo el pretexto de luchar contra lo que llaman chiringuitos, destruyen el Estado de bienestar e incluso cuando la economía se supone que funciona los servicios públicos quedan arrasados, como vimos en el Reino Unido y Chile". Inurrieta considera que la aplicación de estas recetas en Andalucía, una comunidad con problemas de ingresos, pueden ser "letales".

Las banderas ondean cada vez con más fervor en todo el mundo. Y detrás aguarda, en ocasiones, la Escuela de Chicago. 