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¿La culpa es de las 35 horas?

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Noviembre 2014 / 19

Editorialista de Alternatives Économiques y ex presidente de la cooperativa

HORARIO ESCOLAR ¿Cómo es posible que una reforma que, antes de ponerse en marcha, parecía contar con la aprobación unánime haya podido provocar tantos problemas? De hecho, el Gobierno no ha aportado respuestas satisfactorias a las consecuencias de la reforma sobre los horarios laborales de los enseñantes, el transporte escolar, la organización de las actividades extraescolares y, evidentemente, su financiación. Resultado: un tema finalmente secundario, dadas las medidas que se deben tomar para reducir el fracaso escolar, ha centrado el debate. Y lo que es más grave, las soluciones que se han dado en nombre de la flexibilidad en manos de los municipios desnaturalizan con frecuencia el espíritu de la reforma y hacen a veces que recaigan más obligaciones sobre los padres; es decir, generalmente, sobre las madres.

Dado que el Gobierno intenta desde hace dos años invertir la curva del paro, ¿no hubiera sido más sencillo lanzar un nuevo programa de empleo juvenil como acompañamiento de la reforma, financiado por el Estado y en paralelo con los empleos de futuro —programa subvencionado por el Estado para jóvenes parados poco o nada cualificados que les permite adquirir competencia a través de un empleo y una formación? El Gobierno podría haber matado dos pájaros de un tiro: implantar de un modo menos brusco la modificación del horario escolar y crear empleos de gran utilidad social. Pero la presión para disminuir el gasto público es tal que nadie en las alturas parece haber pensado en ello.

BIENESTAR SOSTENIBLE France Stratégie acaba de impulsar el debate sobre la medición de la calidad de la actividad económica. Ya era hora. En efecto, empezábamos a pensar que los trabajos de la Comisión Stiglitz-Sen-Fitoussi sobre la medición de los resultados económicos se habían guardado en un cajón. France Stratégie ha anunciado la propuesta de seguir indicadores para medir si el crecimiento es o no sostenible: la evolución de los stocks de activos, tangibles e intangibles, del sector productivo; el porcentaje de personas de veinticinco a sesenta y cuatro años con estudios superiores respecto al del primer ciclo de la enseñanza secundaria; la huella de carbono francesa anual, incluidas las importaciones; la relación entre los ingresos del 20% más rico de la población y los del 20% más pobre; la deuda pública neta respecto al PIB; la deuda exterior neta respecto al PIB...

Evidentemente, la calidad de estos indicadores es discutible, sobre todo el primero de ellos. Algo que, por otra parte, la nota que acompaña a este anuncio no niega. Pero no hay por menos que felicitarse de haber tenido en cuenta la evolución de las desigualdades, así como las consecuencias de la actividad económica sobre el medio ambiente. Falta por saber lo que se hará al respecto. Pues no basta con alimentar el debate, también será necesario que los poderes públicos lo asuman y actúen en consecuencia para hacer que la economía entre en una trayectoria finalmente sostenible a la vez que se mejora el bienestar de cada uno y de todos nosotros.

TABÚ La reducción del tiempo de trabajo se ha convertido, también, en un tabú. De creer a nuestros comentaristas, de todos los signos políticos, ahora resulta que, a falta de cualquier análisis serio sobre el asunto, las 35 horas son las responsables de todos nuestros males. Pero no sólo la duración del trabajo semanal efectivo se sitúa en Francia en la media europea, sino que el dispositivo actual, tras las múltiples reformas de que ha sido objeto, es poco vinculante para las empresas, especialmente para las que han negociado acuerdos de anualización de la jornada. En un momento en el que el paro está en su nivel más alto, sería sensato que los que tienen un empleo trabajen menos para hacer hueco a los que no lo tienen.

No hay nada de maltusiano en ello, pues el auténtico maltusianismo consiste en mantener a millones de personas, empezando por los jóvenes, lejos del empleo. Si bien parece difícil volver a medidas generales del tipo de la semana de cuatro días, hay modos de actuar a favor de un reparto del trabajo reversible: estimulando el trabajo a tiempo parcial útil, instaurando una serie de derechos a la formación a lo largo de la vida en forma de períodos sabáticos, subvencionando a las empresas dispuestas a crear empleos en contrapartida de una reducción pactada de las horas de trabajo, como hacía la ley Robien de 1996, teniendo cuidado de no crear tanto efecto de peso muerto como entonces.