La covid beneficia al 1% ultrarrico
Solemos hablar de la crisis económica provocada a resultas de la pandemia de covid-19 que estalló en marzo de 2020.
Solemos hablar de la crisis económica provocada a resultas de la pandemia de covid-19 que estalló en marzo de 2020.
La diferencia entre hombres y mujeres en materia retributiva, que venía estrechándose desde 2018, volvió a agrandarse en 2021.
La recuperación del empleo ha sido notable, pero el contexto inflacionista y las respuestas ortodoxas que se apuntan pueden precipitar una etapa recesiva.
Teletrabajo: El auge de la actividad a distancia podría acabar al fin con la idea de que el único trabajo real es el que se realiza en la esfera pública y se remunera.
La inflación no solo no da tregua, sino que su escalada va más allá de lo esperado. El IPC experimentó en junio la mayor subida en 37 años, según el dato avanzado por el INE. Los carburantes tiran de los precios, pero también lo hacen los alimentos. Sin contar la energía ni los alimentos no elaborados, el aumento, inquietante, fue del 5,5%.
Cuando estalló la crisis financiera, en 2008, el salario mínimo interprofesional (SMI) en España era de 600 euros. Tras subidas simbólicas que totalizaron 50 euros en ocho años, en 2017 inició una tendencia al alza, con un salto especialmente importante en 2019, del 22%.
Equidad: La directiva europea sobre salarios mínimos adecuados funciona como escudo protector ante la subida de los precios.
Hace tiempo, Muriel Pénicaud, entonces ministra francesa de Trabajo, declaraba: “se sabe que un empujón al salario mínimo destruye empleo, por tanto, no es un buen método”. Pero lo que se sabe, sobre todo, es que no se sabe nada, pues no hay nada que confirme este supuesto teorema.
Salud: Además de no penalizar el empleo, una retribución justa reduce las muertes prematuras al permitir a los trabajadores llevar una vida más sana.
Transparencia: La cruzada lanzada por varios países europeos para hacer visible la brecha salarial de género en las empresas llega también a España.
Tener que buscar más de un empleo para ganarse la vida no es algo nuevo en nuestra historia económica, pero la devaluación salarial y la precariedad laboral alimentan la pluriactividad, que consiste en ser autónomo y a la vez cotizar en el régimen general. En 2017 hay casi 20.000 más que hace cuatro años.
Había pensado otro título para este artículo: “El precariado de nuestros hijos y nuestros nietos se cronifica”, pero este fenómeno se está generalizando tanto que ya no distingue ni de géneros, ni de edades, ni de territorios.
Los casos de los salarios y del crédito bancario muestran que la oferta no aumenta sistemáticamente cuando los precios suben.
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