Te quedan 2 artículos gratuitos este mes.

Accede sin límites desde 55 €/año

Suscríbete  o  Inicia sesión

Comparte
Pertenece a la revista
Febrero 2014 / 1

Las películas y documentales independientes tienen enormes dificultades para encontrar un exhibidor que se arriesgue a salirse del guion que escriben las grandes multinacionales y las majors. El problema acaba siendo de los espectadores más reacios a ser tratados como meros consumidores pasivos ante una oferta de apariencia sobreabundante pero surgida, en la práctica, de la misma cocina . Algunos cines de reciente creación tratan de salirse de esta dinámica.

Los problemas del cine no se limitan al aumento del IVA. Cada vez es más difícil encontrar películas independientes en los canales de exhibición y distribución convencionales, un fenómeno que paradójicamente ha ido in crescendo desde la revolución digital y la progresiva liquidación del viejo sistema de 35 mm. También es cada vez más difícil encontrar salas —incluso en versión original subtitulada— donde se piense en el espectador como algo que vaya más allá del mero consumidor que paga su entrada, ve la película y se marcha inmediatamente después por una puerta que le dirige a la calle.

El problema de las cintas independientes para encontrar sala de exhibición se parece muchísimo al de los libros de editoriales independientes a la búsqueda de un espacio en las grandes librerías. Los actores poderosos del mercado —grandes multinacionales y majors— inundan literalmente el escenario con sus grandes apuestas, que llegan con gran respaldo publicitario. Todo lo demás debe apartarse para hacer sitio. Incluso cuando funcionan: nunca podrán competir en volumen con la inundación de las grandes compañías, respaldadas por una inversión publicitaria millonaria, que son las que a la postre deben salvar las cuentas de los exhibidores.

La Asociación de Cineastas Independientes para su Difusión (ACID), que agrupa al sector en Francia, describía el problema que enfrenta la diversidad en las pantallas en un documento reciente, en el que se tomaba como base cifras reales en una semana cualquiera en el país vecino: “De las 5.600 pantallas con que cuenta Francia, 4.693 estaban monopolizadas por 10 películas. Con un índice de ocupación de pantallas del 80%, no sorprende que estas 10 se encuentren en los primeros puestos de la recaudación, a pesar de que algunas de ellas hayan atraído a menos de 20 espectadores por sesión y deban la buena puntuación principalmente a su sobreexposición. ¿Es útil precisar que ninguna de estas 10 películas fue comercializada por un distribuidor independiente? Una vez servidos los gigantes, quedaban 900 pantallas para las 92 películas restantes de la cartelera; es decir, una media de 10 pantallas por filme en toda Francia. He aquí cómo disminuyen considerablemente las posibilidades de ser vistas y de gustar al público, no?”.

El insalvable muro de la distribución no tiene solo el problema estrictamente comercial, sino también el político: las películas críticas o que puedan incomodar mínimamente a los poderosos no tienen apenas posibilidades de ser exhibidas.

El cineasta y productor Esteban Bernatas lo comprobó personalmente en 2005 con Apaga y vámonos, un documental dirigido por Manel Mayol que pasó con éxito por certámenes internacionales, como el de Toronto, y en cambio no hubo manera de conseguir una exhibición digna de este nombre en España.

El filme narraba el conflicto generado en los Andes chilenos por un gran proyecto de construcción de una presa en la tierra ancestral de los mapuches por parte de Endesa. En 2006, la multinacional española atesoraba grandes titulares en España por las opas y contraopas que dirimían el control accionarial del gigante, pero en los cines no había espacio para un documental crítico que venía avalado por éxitos internacionales.

La distribución es a veces un muro insalvable para los independientes
Las salas convencionales suelen tratar al espectador como mero consumidor

Bernatas empezó a darle vueltas entonces a crear su propia sala, en la que además se recuperara una idea de espectador alejada de la del mero consumidor. El proyecto, tras larga maduración, se concretó finalmente en octubre de 2013, con la inauguración del cine Zumzeig, en el barrio de Sants de Barcelona. En Madrid existe Artistic Metropol, que parte de supuestos parecidos.

Zumzeig no es solo una sala con 68 butacas en la que se proyecta en digital, pero también en 35 mm, sino que incluye un bistro afrancesado, donde pueda debatirse la película —o lo que se tercie— tras la visualización, como solía hacerse en los ambigús a mediados del siglo XX, regando la conversación con vinos, quesos, croq monsieurs y también platos calientes.


DEBATES


En ocasiones, los pases incluyen debate posterior con los propios protagonistas (actores, directores, etcétera) o sobre los temas que se susciten en la película.

Esta es una de las vías clave de las nuevas fórmulas de distribución alternativas que ensayan sobre todo los cineastas jóvenes: salirse del carril convencional exige probablemente recorrerse España y debatir personalmente con el público. Además, hay que asumir que se va a ir a riesgo: en Zumzeig, la taquilla se reparte al 50% entre la sala y el promotor de la exhibición, que en ocasiones no es otro que el propio director.

ENTIDADES

1. CINE ZUMZEIG

C/ Béjar, 53, Barcelona

Teléfono: 93 250 91 40

http://www.zumzeig-cine.eu/

2. ARTÍSTIC METROPOL

C/ Cigarreras, 6, Madrid

Teléfono: 91 527 27 92

www.artisticmetropol.es