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Covid-19 // El virus asalta la muralla china

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Mayo 2022 / 102

Fotografía
Renato Marques

El impacto de ómicron pone en jaque la estrategia de mantener el motor económico a pleno rendimiento sin que haya muertes.

La variante ómicron tiene a China contra las cuerdas. Durante dos años, el control estricto de las fronteras, los test a millones de personas por unas decenas de casos, el cierre de ciudades enteras si se llegaba a los centenares de contagios, las cuarentenas más estrictas del planeta y una rápida vacunación habían mantenido a raya el virus de la covid. Eso se acabó. El 21 de abril se superaron en China los 700.000 contagios, una cifra muy baja comparada con las del resto de países del mundo, pero muy alta para los propósitos de control absoluto: en solo un mes se han infectado el triple de chinos que en los 27 primeros meses de pandemia, incluida la angustiosa etapa de Wuhan.

Su gran capacidad de contagio y, sobre todo, su habilidad para saltarse la primera barrera de las vacunas han permitido a ómicron penetrar por todos los rincones del planeta. Su impacto ha sido fulminante: se necesitaron 22 meses de pandemia para sumar los primeros 250 millones de contagios, pero con solo cinco meses, la nueva variante ha logrado que el 12 de abril se superaran los 500 millones. La vacunación ha evitado que las muertes también se duplicaran, pero en el mismo periodo se pasó de 5,1 millones de fallecidos a 6,2 millones en todo el mundo, todo según las estadísticas oficiales.

Penúltimo bastión

A partir de febrero, ómicron se apoderó de Hong Kong, el penúltimo bastión de los partidarios de la estrategia de covid cero. En dos meses ha causado 9.000 fallecimientos (en una población de 7,5 millones de habitantes), una cifra muy alta si se tiene en cuenta que en los dos años anteriores de pandemia no se había llegado a las 300 muertes. Los contagios empezaron a acelerarse entre los sectores marginales de la ciudad, migrantes y minorías raciales, pero el gran impacto se produjo al alcanzar a los ancianos, que en una proporción relativamente alta habían rechazado vacunarse.

La actividad económica da muestras de ralentización

Las vacunas chinas de virus inactivado protegen menos que las de ARN

Finalmente, ha llegado el turno de China. La reacción a la acometida de ómicron ha sido contundente, pero insuficiente para evitar la aceleración de casos. En un cálculo efectuado el 11 de abril, 87 de las 100 ciudades más grandes de China estaban sometidas a restricciones de movimiento, que iban desde límites sobre quién podía entrar y salir de una ciudad hasta el confinamiento total de Shanghái, donde a la mayoría de los residentes no se les permitía salir de casa ni para comprar comida ni medicinas. Algunas empresas siguieron produciendo al aceptar los trabajadores quedarse a dormir.

En el momento de escribir este artículo, las cifras de fallecimientos seguían siendo extremadamente bajas, pero significativas para los estándares del país. En los siete días que precedieron al 23 de abril, las autoridades notificaron 48 muertes. En las 104 semanas anteriores, dos años enteros, solo se habían comunicado seis.

87 de las 100 grandes ciudades chinas estaban sometidas a restricciones  de movimientos en abril

El temor es que esas cifras bajas puedan escalar con rapidez como en Hong Kong. Según The Economist, “algunos modelos” calculan que habría hasta dos millones de muertes en China si se optara por el levantamiento de las restricciones, aunque ello fuera acompañado de una nueva campaña de vacunación. La situación de partida para transitar con relativa rapidez hacia la normalidad no es buena: al hándicap que supone que, como en Hong Kong, un alto porcentaje de ancianos haya rechazado la inyección se unen las deficiencias del sistema sanitario y la menor protección que ofrecen las vacunas chinas (de virus inactivado) en comparación con las de ARN.

Adiós a la covid cero

Ante el peligro de una fuerte aceleración de los contagios, las autoridades han prolongado las restricciones, aunque las posibilidades de mantener la covid cero se hayan esfumado con ómicron. El máximo dirigente del país, Xi Jinping, lo ha dejado claro: “No se puede relajar el trabajo de prevención y control”. Se admite, eso sí, que la tarea será larga y complicada. “No deberíamos cegarnos con perspectivas demasiado positivas”, comentó el 18 de abril Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del CDC chino, en declaraciones recogidas por Bloomberg. “Deberíamos estar mentalmente preparados para una larga lucha contra la covid, pero también deberíamos tener confianza en ganar”, agregó.

El éxito durante dos años de la estrategia de covid cero ha contribuido a hacer olvidar que la pandemia se originó en China y que hubo negligencias que propiciaron su expansión inicial. Pero por encima de eso ha permitido al Gobierno chino confrontar su sistema con el de las democracias occidentales. La supresión de libertades a núcleos concretos de población en cuanto se producían unos pocos casos ha permitido conseguir que la mayoría del país estuviera libre de virus casi todo el tiempo y de que apenas hubiera muertes. A esos logros suelen contraponer lo sucedido en países como Estados Unidos, donde ha habido una estrategia errática y un millón de fallecidos.

Xi Jinping afrontará el próximo otoño el XX Congreso del Partido Comunista Chino en el que tratará de perpetuarse en el poder a pesar de que ya ha cumplido los dos mandatos reglamentarios de cinco años en la secretaría general. Mantener el control de la epidemia durante unos meses más es importante para sus aspiraciones. El problema es que, si las restricciones se prolongan, el crecimiento económico pueden venirse abajo, y eso también podría perjudicarle. Las cifras del primer trimestre empiezan a mostrar la desaceleración de la economá china, lo que aleja el objetivo de un crecimiento del 5,5% en 2022.

Shanghái es la mayor ciudad del país con 26 millones de habitantes y su principal motor económico. Se trata del mayor puerto del mundo desde hace 10 años por el que se canalizan más de una cuarta parte de todas las exportaciones chinas y el 17% del tráfico de contenedores. La ralentización de sus actividades provocada por el confinamiento y las dificultades de transporte por carretera que están causando las restricciones afectan ya a empresas de zonas de China no golpeadas por la pandemia.

Impacto en la inflación

Pero la reducción de la actividad en Shanghái no solo repercute sobre la producción de las fábricas chinas, sino que empieza a afectar a todo el mundo al ser un enclave fundamental de las cadenas de suministro globales. Desde su gran puerto sale un porcentaje muy alto de las exportaciones chinas de componentes electrónicos, paneles solares, electrodomésticos (lavadoras, aparatos de aire acondicionado, etcétera) y piezas textiles.

Las dificultades portuarias en China se suman a los problemas de navegación en el Mar Negro a causa de la guerra de Crimea. La consecuencia es una reducción drástica del transporte marítimo mundial con el consiguiente encarecimiento de los precios de muchos componentes. En palabras de Chiristine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, “los cuellos de botella han contribuido a la mitad del crecimiento de los precios de las manufacturas en la eurozona”. Esta crisis de suministros se ha sumado a la de la energía para disparar la inflación. Y parece que va para largo.