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Un país dividido

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Julio 2016 / 38

El referéndum británico ha abierto las puertas a una crisis sin precedentes en el proceso de construcción europea: en apenas 24 horas hundió la libra frente al dólar a niveles que no se conocían desde hace más de treinta años, los mercados globales perdieron más de dos billones de dólares en el viernes más negro que se recuerda y Gran Bretaña se quedó sin primer ministro y sin oposición. David Cameron, derrotado en las urnas, se negó a “hacer el trabajo sucio” de negociar el Brexit con el resto de socios comunitarios y decidió mudarse de Downing Street en cuanto el Partido Conservador haya elegido a un nuevo líder y primer ministro. Y la oposición laborista se enfrascó en una profunda guerra civil en torno a su cuestionado líder, Jeremy Corbyn, que llegó al cargo aupado por las bases, pero con recelo en el grupo parlamentario. 

Pero las consecuencias en Reino Unido son mucho más profundas que todo eso. El país ha quedado dividido: Norte contra Sur, campo contra ciudad, clase obrera contra clase media cosmopolita, viejos contra jóvenes, Inglaterra contra Escocia… y se han disparado los episodios de racismo contra los inmigrantes comunitarios, en especial los polacos.

La victoria del Brexit ha cogido al país a contrapié y ha paralizado a la clase política. Ni hay Gobierno, ni hay oposición, ni parece haber futuro. Muchos se resisten a creer incluso que el Brexit se llegue a consumar y, aunque parece difícil, esperan una segunda oportunidad para que rectifiquen su voto quienes lo depositaron para protestar por sus frustraciones, como la falta de empleo (aunque la tasa de paro está por debajo del 5% y apenas superó el 8% en los peores momentos de la crisis financiera) o la mala calidad del empleo que tienen. Fue sobre todo el caso de los feudos laboristas del norte de Inglaterra, que acusan a los extranjeros de sus desventuras espoleados por la campaña abiertamente xenófoba del Brexit.

O por su añoranza del pasado o su fobia al extranjero, como parece ser el caso de la gente mayor. Una encuesta de la consultora YouGov pone de relieve el enfrentamiento generacional que ha habido en el referéndum: entre los jóvenes de dieciocho a veinticuatro años el 75% ha votado por seguir en la UE, igual que ha hecho el 56% de los votantes de veinticinco a cuarenta y nueve años. Pero el 56% de los de entre cincuenta y sesenta y cuatro y el 61% de los votantes de más de sesenta y cinco años han apoyado abandonar la UE. Muchos jóvenes se quejan ahora de que las viejas generaciones les han robado un futuro que ellos ya no podrán disfrutar. Y ese conflicto ha llegado al seno de muchas familias, con enfrentamientos de los hijos con sus padres y abuelos.

Las grandes ciudades, con Londres a la cabeza, han votado por seguir en la UE. El campo, aunque perderá cantidades muy significativas de fondos agrícolas comunitarios, ha votado por irse.

Inglaterra y Gales han votado por el Brexit, pero Escocia e Irlanda del Norte han apoyado seguir en la UE. Los independentistas escoceses ya han anunciado que convocarán un segundo referéndum de independencia si Escocia acaba siendo arrastrada fuera de la UE por los votos ingleses. La salida de Reino Unido convertiría a la hoy inexistente frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda en la única frontera terrestre de Reino Unido con la Unión Europea. Habrá presiones a favor de la reunificación de la isla de Irlanda, pero el telón de fondo será más el conflicto irlandés que la cuestión europea.

La victoria del Brexit ha cogido a Gran Bretaña con el paso cambiado

Norte contra Sur, viejos contra jóvenes, Escocia contra Inglaterra

Las grandes ciudades como Londres votaron por seguir en la Unión

El Brexit ha pillado desprevenidos a los propios británicos. La inmigración ha llevado a los votantes a renegar de Europa a pesar de que la realidad es tozuda y siguen llegando tantos inmigrantes comunitarios como de países terceros, lo cual demuestra que es un asunto que tiene muy poco que ver con la soberanía nacional británica. Las consecuencias económicas del Brexit, más allá del pánico inicial, se auguran contundentes. Una encuesta del Instituto de Directores británico, que agrupa a casi 35.000 ejecutivos, refleja que una de cada cuatro empresas encuestadas ha decidido paralizar sus proyectos, dos tercios consideran negativo el resultado del referéndum, una de cada cinco se plantea trasladar el negocio a otro país y una de cada 20 cree que va a reducir la plantilla.

 

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