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“El sur, culpable”

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Junio 2014 / 15
Foto artículo: “El sur, culpable”

Director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR)

La combinación de falta de visión política y unas políticas económicas erróneas han agravado la crisis. La UE perdió un tiempo precioso culpando al sur.

ILUSTRACIÓN: IDANA RODRÍGUEZ

El 26 de julio de 2012, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), el italiano Mario Draghi, pronunció las siguientes palabras: “El BCE hará todo lo necesario para sostener el euro. Y, créanme, eso será suficiente”. A partir de entonces, las primas de riesgo de España e Italia comenzaron a caer hasta que el viernes 4 de abril de 2014, la prima de riesgo de España, que había alcanzado los 638 puntos, bajó hasta los 159 puntos que alcanzó en mayo de 2010, cuando el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se vio obligado a poner en marcha la impopular batería de recortes en el gasto público y reformas que llevarían a su Gobierno a perder las elecciones generales de noviembre de 2011.

Que bastaran esas 15 palabras de Draghi para salvar al euro resume bien todo lo acontecido en Europa desde el comienzo de la crisis. Máxime cuando esas 15 palabras no venían acompañadas de ninguna promesa de reforma en los tratados europeos, ni exigían un cambio en el estatuto o mandato del BCE, ni tampoco que los Estados suscribieran compromisos de reformar sus constituciones nacionales o de negociar y firmar tratados ad hoc alguno. Todo lo que, al parecer, esperaban los mercados era una cosa de tanto sentido común como que un banco central mostrara públicamente su compromiso de defender su moneda.

Quedó así en evidencia que los mercados de deuda, al especular con la deuda soberana de estos países, estaban interpretando correctamente las dudas de los principales países acreedores, especialmente Alemania, sobre si defender al euro hasta sus últimas consecuencias, lo que incluía mantener a Grecia en el euro y, tan importante o más, evitar el hundimiento financiero de España e Italia. Si antes de este anuncio las primas de riesgo se disparaban ante la perspectiva de unas elecciones en Grecia o la caída del Gobierno del tecnócrata Mario Monti en Italia, después de él los mercados dejaron de prestar atención no solo a la política interna de los Estados, sino incluso a su situación económica. ¿Cómo explicar si no que la prima de riesgo de España bajara a la vez que su deuda pública se aproximaba al 100 por ciento del PIB, el déficit público seguía instalado en umbrales superiores al 6%, el empleo no mejoraba y el crecimiento continuaba siendo nulo o extremadamente débil?

Poner fin al relato del sur culpable sería el mejor modo de iniciar la salida de la crisis

Parece pues evidente que la combinación de falta de visión política y unas políticas económicas erróneas han agravado la crisis de forma extraordinaria. ¿Las consecuencias? Entre 2007 y 2012, España ha visto subir el desempleo desde el 8,9% de la población activa en 2007 hasta el 27,16%, un nivel de devastación laboral solo visto en Grecia, que, como España, entró en la crisis con una tasa de paro del 8,3% en 2007 y llegó a alcanzar el 27% en 2013. Igual de profunda ha sido la crisis en términos de crecimiento: desde que comenzó esta, la economía española ha decrecido el 6% y ha perdido 14 años de convergencia; su renta en relación con la UE apuntaba recientemente a los niveles que tenía en 1998, justo en la antesala de la creación de la zona euro. La profundidad de este fenómeno de divergencia es aún mayor en el caso de las otras economías periféricas: entre 2007 y 2013, Grecia perdió el 23,3% de su PIB; Italia, el 8,6%; Portugal, el 7,1% e Irlanda, el 7%. El contraste entre EE UU y la zona euro es meridiano: mientras que el PIB de la UE en su conjunto cayó el 1% en 2008, el de Estados Unidos creció el 5,6%.

 

Un sufrimiento evitable

Claramente, algo se ha hecho tarde, mal, o tarde y mal en el ámbito de la UE. ¿Nos hubiéramos podido ahorrar todo este sufrimiento? ¿Hubiera podido evitarse? La respuesta a esta pregunta es positiva: si la UE no hubiera perdido un tiempo precioso culpabilizando al sur de la crisis, no se habría perdido este tiempo precioso. Que esta crisis, teniendo un origen común en los mercados financieros, haya afectado de forma diferente a los países que tenían una moneda propia (EE UU, Reino Unido, Japón) que a los que, como los miembros de la eurozona, tienen una moneda e instituciones de gobernanza económica comunes pero incompletas, es algo que nos debe llevar a reflexionar. En la eurozona, las instituciones de gobernanza económica de la UE no fueron, primero, lo suficientemente eficaces ni firmes a la hora de prevenir la acumulación de la serie de desequilibrios fiscales y de competitividad que nos han traído hasta aquí. Y luego, una vez declarada la crisis, los Estados no actuaron con la suficiente eficacia ni rapidez para tomar las medidas adecuadas que permitieran a los Estados miembros salir de ella.

Si el tema es el sur, ¿a qué vienen los rescates bancarios en Alemania Reino Unido o EE UU?

Las 15 palabras mágicas de Draghi resumen lo sucedido en la UE  durante la crisis

Esta incapacidad de actuar de la UE ha tenido dos componentes. El primero ha sido de carácter técnico, pues al comienzo de la crisis la UE carecía de los instrumentos adecuados para tratar con ella: ni disponía de cortafuegos que pudieran evitar que las deudas del sector privado saltaran al público y viceversa, ni tenía a su alcance mecanismos que le permitieran intervenir en los mercados de deuda y aliviar la presión sobre las finanzas de los Estados miembros. El segundo elemento que ha agravado la crisis ha sido de carácter político, incluso moral, al manifestarse una discrepancia fundamental entre países acreedores y deudores respecto a los orígenes de la crisis y, por tanto, las medidas que adoptar para superarla. Para los acreedores, la responsabilidad de la crisis recaería sobre los deudores, que habrían de hacer frente a las consecuencias de vivir por encima de sus posibilidades emprendiendo una senda caracterizada por la austeridad y las reformas estructurales.

 

Berlín juega con tópicos

Destaca como paradigma de esa lectura de la crisis el discurso de la canciller Angela Merkel pronunciado en un mitin en Mesched, en el suroeste de Alemania, en mayo de 2011, en uno de los momentos álgidos de la crisis, donde la canciller dijo: “No podemos tener una moneda común mientras unos tengan tantas vacaciones y otros tan pocas o mientras en Grecia, España y Portugal la gente se jubile mucho antes que en Alemania”. Ello pese a que los datos de la OCDE situaran la edad media efectiva de jubilación en España en 62,8 años frente a 61,5 en Alemania, o las horas trabajadas en España en 1.653 frente a las 1.389 de los alemanes.

Pero ese relato sobre el incumplimiento no está soportado por los datos. Los únicos países de la eurozona que cumplieron los dos criterios de déficit y deuda durante todos los años entre 1999 y 2007 fueron, junto con España, Irlanda, Finlandia, Luxemburgo y Bélgica. Al comienzo de la crisis, España tenía un superávit en sus cuentas públicas del 2% del PIB, frente al de Alemania, que era de 0,2%, y una deuda pública del 36,3%, casi la mitad de la de Alemania, que se situaba en el 65,2%. España cumplió con el objetivo de déficit del 3% entre 1999 y 2007, mientras que en esos nueve años, Alemania solo cumplió con el criterio de déficit en cuatro y únicamente en uno (2001) el de deuda sobre el PIB. Si, como se sostiene comúnmente, es la irresponsabilidad fiscal del sur de Europa la que ha generado la crisis, ¿cómo se explica que EE UU haya dedicado más de un billón de dólares a rescatar su sistema financiero, el Reino Unido más de 700.000 millones y que Alemania haya ofrecido a su banca garantías por valor del 16%; es decir, unos 480.000 millones de euros?

Por todo ello, sorprende todavía sobremanera que, a pesar de la dimensión financiera internacional de la crisis, con manifestaciones muy similares en países muy distintos, desde Turquía hasta Estados Unidos pasando por Países Bajos, España o Japón, en forma de excesos de crédito y acumulación de desequilibrios en las balanzas comerciales, en Europa se haya practicado con tanta perseverancia el juego de echar la culpa al sur, y en España se haya aceptado con tanta naturalidad este juego autoflagelatorio. Poner fin al relato del sur culpable sería quizá la mejor manera de comenzar a salir de la crisis.

Extracto del capítulo 2 (“Los pecados de Europa”), de ¿Quién gobierna en Europa?, reconstruir la democracia, recuperar a la ciudadanía, de José Ignacio Torreblanca (Libros de la Catarata).