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Más desigualdad en riqueza

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Mayo 2015 / 25

CARLOS PEREDA Y WALTER ACTIS

Colectivo IOÉ

Si la distancia entre ricos y pobres medida en renta o ingresos aumentó casi el 19% entre 2002 y 2011, en el mismo período escaló el 60,4% si se compara el patrimonio

El patrimonio o riqueza es el sedimento, el stock que se va produciendo a medida que los hogares van recibiendo ingresos o rentas (flujo) y consiguen guardar e invertir una parte de éstos. Habitualmente se estudian las desigualdades (tasas de pobreza, índice de Gini, etc.) a partir de las diferencias de renta, lo cual oculta la verdadera magnitud del asunto. La Encuesta Financiera de las Familias (EFF), elaborada periódicamente por el Banco de España, nos permite analizar la evolución y distribución de la riqueza entre 2002 y 2011.

El patrimonio o riqueza neta de los hogares incluye el valor monetario de sus activos reales (propiedades inmobiliarias, joyas, obras de arte, por ejemplo) y financieros (depósitos bancarios, acciones, planes de pensión o fondos de inversión), a los que hay que restar las deudas pendientes (el 85%, créditos hipotecarios). En 2011 los activos reales representaban el 84% del patrimonio y los financieros, el 16% restante; las deudas alcanzaban el 11,5% del patrimonio bruto.

ILUSTRACIÓN: PEDRO STRUKELJ

 

MÁS RICOS, CON REPARTO DESIGUAL

Entre 2002 y 2011 la riqueza media neta de los hogares españoles creció el 40%, tasa que casi duplicó el crecimiento del PIB (21,5%). Entre 2002 y 2005 se registró un incremento del 55%; entre 2005 y 2008 se moderó al 2,9%, y entre 2008 y 2011 se produjo una caída del 12,5%.

El reparto de ese crecimiento fue asimétrico en todas las etapas, tal como se recoge en el cuadro. Mientras que el cuartil (25%) de los hogares más ricos (727.220 euros de patrimonio en 2011, de media) aumentaron su patrimonio en un 45,2% (y aún más, el 51,6%, la parte más rica de ese cuartil, con un patrimonio de 1,23 millones), el cuartil más pobre perdió el 5%. Por tanto, la ratio de desigualdad, que es el cociente entre el patrimonio de los cuartiles más rico y el más pobre, subió de 33 en 2002 a 39 en 2005, a 48 en 2008 y a 51 en 2011. Las diferencias son aún mayores si comparamos al 10% más rico con el cuartil más pobre: la ratio ha pasado de 54 en 2002 a 64 en 2005, a 80 en 2008 y a 87 en 2011, lo cual supone que la brecha de desigualdad se ha ampliado el 60% durante la década 2002-2011.

Las diferencias de riqueza son mucho más acusadas que las de renta y además el diferencial entre ellas se ha acentuado entre 2002 y 2011. Así, si la desigualdad de patrimonio entre el 10% más rico y el 25% más pobre se disparó un 60,4% entre 2002 y 2011, la de renta también se amplió, pero tres veces menos (18,6%). Estas cifras ponen de manifiesto que los estudios de desigualdad económica basados en la distribución de la renta dejan en la sombra una parte muy significativa del reparto de los bienes y activos.

 

BURBUJA Y DEUDA

El cuartil de familias más pobres (4,3 millones de hogares, 12 millones de personas en 2011) dispone de un patrimonio medio de 14.200 euros, pero la mediana entre ambos extremos se sitúa en 7.400 euros, lo que quiere decir que la mitad de esos hogares (2,15 millones) dispone de un patrimonio neto inferior a esa cantidad.

La encuesta EFF registra el elevadísimo endeudamiento de este segmento: sus deudas pendientes representaban en 2011 el 88% de su riqueza neta; y las cuotas anuales que pagaban para amortizarlas absorbían el 46% de sus ingresos anuales.

Esta situación es el corolario del modelo imperante durante el boom de las burbujas: el salario real permaneció prácticamente congelado desde 1994, mientras que el consumo de los asalariados se financió basándose en un endeudamiento creciente.

Al llegar la crisis, una parte de estas deudas se ha convertido en impagable, con la consecuencia de quiebras de pequeñas empresas familiares, el desahucio de viviendas y la pobreza de muchas familias.

 

POR QUÉ 

¿Por qué algunos consiguen acumular continuamente una parte creciente de sus ingresos? ¿Es una tendencia inevitable en las economías capitalistas o un rasgo específico del período contemporáneo? Veamos algunos factores que han impulsado la creciente desigualdad que se registra en España en este último período:

A mediados de la década de los setenta, los asalariados recibían el 72% de la renta nacional; a mediados de los noventa, el 65%; en 2007, después de una década de crecimiento, sólo llegaban al 62,2%. Y en 2013, en plena crisis, apenas el 60,3%. En cuatro décadas han perdido 12 puntos porcentuales de los ingresos que se generan al año en el país; la diferencia ha ido a parar a las rentas del capital.

Esta dinámica se apoya en continuos cambios en la legislación laboral a partir del Estatuto de los Trabajadores de 1980, que han introducido nuevas formas de precariedad: contratos temporales, en prácticas, extensión en los hechos de la jornada laboral, deterioro de la capacidad de negociación sindical y abaratamiento del despido.

A pesar de este deterioro de los ingresos de la población trabajadora, la recaudación de impuestos recae particularmente sobre sus hombros. El impuesto de sociedades, que grava las ganancias empresariales, aportó en el período 2001-2007 el 3,2% del PIB, mientras que el IRPF, sostenido principalmente por los ingresos salariales, recaudó el 6,8%. Los impuestos indirectos, socialmente regresivos porque se paga lo mismo sea cual sea el nivel de ingreso de la persona, supusieron el 6,7%.

En los años de crisis y recortes (2008-2013), el impuesto de sociedades sólo aportó el 2% del PIB, los impuestos indirectos cayeron hasta el 4,8%, mientras que el IRPF se mantuvo en el 6,6%. Así, los asalariados perciben un trozo cada vez más pequeño del pastel pero continúan aportando como siempre, mientras que el capital incrementa sus ingresos y aporta cada vez menos al Tesoro público.

Uno de los resultados del escaqueo de las rentas del capital es el incremento del déficit fiscal, que se financia con emisiones de deuda pública, que ronda ya el billón de euros, la misma cantidad de patrimonio acumulado en sólo una década por el 10% de hogares más ricos. Además, los intereses de la deuda constituyen una vía clave de negocio para el capital financiero.

Los ingresos por IRPF, los únicos que se han sostenido sobre el PIB

El ansia de cambio choca con limitaciones y poderosos intereses

Todos estos elementos son producto de las estrategias que impulsan las élites europeas y españolas. La base de datos internacional construida por el economista Thomas Piketty muestra que en el período de posguerra, hasta los años ochenta, la parte de riqueza poseída por los más ricos disminuyó, para incrementarse en la época neoliberal; por tanto, parecería posible que con otras políticas la desigualdad en la distribución de la riqueza pudiera ser menos injusta. Un cambio de orientación que podría orientarse en sentidos muy diversos:

Desde el propio pensamiento liberal existen propuestas para atacar la corrupción y frenar las inversiones especulativas, orientándose hacia una economía más productiva y redistributiva (política de ampliación de la demanda), objetivos difíciles de casar con el principio intocable de la libertad de mercado, donde domina el capital financiero.

Desde una posición antineoliberal, otros programas plantean una vuelta al capitalismo social, regulado por el Estado, sin percibir quizá que el contexto ha cambiado sustancialmente no sólo porque la mundialización neoliberal ha limitado las posibilidades de éxito del Estado de bienestar en un solo país (o grupo de países), sino porque la crisis ambiental (el pico de las energías fósiles, el cambio climático, etc.) limita seriamente las posibilidades de expansión del modelo capitalista.

Otros sectores plantean un modelo de organización política y económica cuyo principio sea la democratización real, tanto de la política como de la economía desde claves de horizontalidad, cooperación y solidaridad opuestas a la lógica del capitalismo.

En principio, las tres orientaciones plantean una disminución de las desigualdades como objetivo. El debate se centra en torno a su alcance a medio y largo plazo y, sobre todo, a su viabilidad en un contexto donde existe una voluntad de cambio social y político, pero también importantes constricciones estructurales y poderosos intereses que confrontar.

 

PARA SABER MÁS

Una versión más completa y con varios gráficos se puede encontrar en: 
barometrosocial.es