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Balance del ‘plan Juncker’

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Febrero 2017 / 44

Crecimiento: Iniciado en 2015, este gran programa de inversión se va a prolongar hasta 2020. Bruselas debería reformarlo para dar respuesta a las críticas.

Banco Europeo de Inversiones en Luxemburgo. FOTO: BEI

Toda Europa conoce su nombre: plan Juncker. Lanzado en 2015, debe hacer posible que se empleen 315.000 millones de euros adicionales en inversiones en la Unión Europea hasta 2018. En 2015 había 2,9 billones, se trata, pues, de un aumento de la inversión del 4% anual. “El objetivo es dar un estímulo a medio y largo plazo, no llevar a cabo una política contracíclica a corto plazo”, precisa Álvaro Pina, economista responsable de la zona euro en la OCDE. Contentas por los primeros resultados —a finales del pasado noviembre ya se habían aprobado proyectos por más de 155.000 millones de euros—, las instituciones europeas han decidido prolongar este mecanismo hasta 2020 y aumentar su volumen a 500.000 millones de euros.  

¿Pero cómo funciona el famoso plan? Dentro del Banco Europeo de Inversiones (BEI), una institución con sede en Luxemburgo que servía para financiar diferentes proyectos de acompañamiento de las políticas de la Unión, se ha creado un Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas (FEIE). Sin embargo, el fondo sólo se ha dotado con un capital de 21.000 millones de euros de dinero público, que pasará a 33.500 si se aprueba su prolongación. Además, la mayor parte de este dinero (16.000 millones) ha salido de una partida del presupuesto europeo que ya estaba destinada a financiar las inversiones. Se supone que el FEIE obtendrá en los mercados el complemento necesario para invertir en los proyectos que le sean asignados.

Estas no deben ser, al menos en teoría, operaciones de más riesgo que las que los bancos o los mercados de capitales estarían dispuestos a financiar espontáneamente. Se trata, en efecto, de desbloquear inversiones adicionales, no de sustituir a los promotores privados para realizar unas inversiones que se habrían llevado a cabo en cualquier caso.

¿Se ha logrado este objetivo? No es fácil saberlo. Aunque, como es natural, el BEI evalúa el perfil de riesgo de cada proyecto antes de decidir apoyarlo o no, no hace públicas esas evaluaciones. Sin embargo, el think tank de Bruselas, Bruegel, examinó el pasado mes de mayo 55 proyectos aprobados por el FEIE, y llegó a la conclusión de que sólo uno de ellos tenía un perfil realmente diferente de las inversiones habituales: Eco Titanium, una fábrica francesa de reciclaje de titanio.

 

UNA HERRAMIENTA PARA CREAR VOLUMEN

Si  se cuestiona el valor añadido del plan Juncker es también porque las inversiones que financia van en ocasiones en contra de algunas políticas europeas. Según la ONG Bankwatch, 1.500 millones de euros del plan se habrían otorgado a infraestructuras basadas en combustibles fósiles, sobre todo, centrales y redes de distribución de gas en Italia, España y Alemania. Además, en lo que a los transportes se refiere, el 68% de los proyectos apoyados son de aeropuertos o autopistas El tren y las vías navegables sólo se reparten el 30% del FEIE.

El país que más se ha beneficiado del plan ha sido... Luxemburgo

El programa contradice la política de la Unión

El plan Juncker contradice también la política de cohesión que la Unión desarrolla desde los años sesenta, a través de los denominados fondos estructurales en los que emplea sumas importantes para ayudar a la recuperación económica de las regiones más atrasadas. Sin embargo, según el BEI, el 92% de los proyectos financiados por el FEIE son de los 15 países más ricos de Europa frente al 8% de los países menos desarrollados. A finales de noviembre, el país que más se había beneficiado del plan Junker, proporcionalmente a su PIB, no era otro que… ¡Luxemburgo! Es cierto que Alemania no se beneficia demasiado, mientras que Grecia, España y Portugal salen airosas. Aunque ese no es el caso de Chipre o de Rumanía. Se trata de una tendencia “especialmente problemática”, según ha reconocido el BEI en su última evaluación, publicada en septiembre. Pero también es cierto que no es fácil de evitar, dada la complejidad del montaje de los proyectos y la exigencia de rentabilidad que se les aplica.

En Bruselas, muchos critican la existencia de “dos pesos, dos medidas”. En efecto, la utilización de los fondos estructurales está estrechamente controlada por la Comisión, órgano de gobierno de la Unión, que garantiza su coherencia con el resto de las políticas europeas, mientras que el FEIE financia proyectos sin preocuparse demasiado, sobre todo, de su impacto ecológico. “El objetivo principal del plan Juncker sigue siendo crear volumen de inversión y lograr los 315.000 millones de euros prometidos”, resume Nicolas Brookes, director en la Conferencia de las Regiones Periféricas Marítimas (CRPM) de la UE.

 

TRANSPARENCIA Y ECOLOGÍA

Políticos y funcionarios están negociando en la actualidad las correcciones que se deben hacer al plan con vistas a su prolongación. La Comisión Europea desveló sus propuestas el mes de septiembre: más transparencia en la elección de los proyectos, una atención especial al equilibrio geográfico, que el 40% de los proyectos tengan carácter ecológico y la exclusión de los proyectos más contaminantes como las autopistas. Aunque las ONG subrayan que el objetivo del 40% es puramente indicativo. Sin embargo, los 28 ministros de finanzas, colegisladores en este asunto, consideran que estas nuevas exigencias son exageradas y quieren suprimir la prohibición de financiar autopistas. 

La pelota está ahora en el tejado del Parlamento Europeo, que debería pronunciarse a mediados del próximo mes de mayo. “Se necesitan criterios más estrictos sobre el riesgo y sobre el reparto geográfico”, considera el eurodiputado José Manuel Fernandes, conservador portugués y uno de los ponentes del dossier. “En caso contrario”, precisa, “volveremos a tener problemas con la selección de los proyectos”.

El eurodiputado Dominique Riquet, del partido radical francés UDI, cree que habría que confiar la selección de los proyectos a una estructura política independiente de la Comisión, que se encargaría de garantizar el carácter adicional y el valor añadido de cada proyecto. También podría trabajar sobre el blending, es decir, la cofinanciación de un proyecto por varios fondos europeos –por ejemplo, el FEIE y los fondos estructurales–. La Comisión ya ha intentado animar estos proyectos híbridos pero sin gran éxito. Sólo dos proyectos se benefician, actualmente, de este tipo de financiación cruzada: un programa de apoyo a las tecnologías de baja emisión de carbono en Picardía y una autopista en Eslovaquia. El asunto aún no está zanjado, pues… 

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EL DATO

El dispositivo pymes es un "auténtico éxito"

El plan Juncker cuenta también con una partida dedicada a las pequeñas y medianas empresas (pymes), gestionado por el Fondo Europeo de Inversiones (FEI). Esta estructura del grupo BEI, especializada en el apoyo a las pymes, informa de que ya ha aprobado 234 operaciones por un total de 7.700 millones de euros que deberían desembocar en 67.000 millones de inversiones . Reforzado con 500 millones de euros el pasado mes de julio, el dispositivo debería beneficiar a cerca de 377.000 empresas de aquí a 2018. “Nunca se habla de ello, pero se trata de un auténtico éxito”, afirma el eurodiputado Dominique Riquet (UDI). Su funcionamiento es diferente al del resto del plan Juncker, pues el FEI no financia a las pymes directamente: presta a los bancos nacionales, que se encargan, a continuación, de repartir los fondos –en el caso francés, los que participan son el BPI y la Banque Populaire.