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La reforma de la secundaria

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Julio 2015 / 27

REPARTO En junio debían finalizar las negociaciones sobre la financiación de las pensiones complementarias gestionadas por el Agirc (Asociación General de Instituciones de Jubilación de los Cuadros) y Arrco (Asociación para el Régimen de Jubilación Complementaria de los Asalariados). El alto nivel de jubilados gravita sobre los ingresos en concepto de cotizaciones, que no alcanza el nivel de las pensiones que hay que pagar. La diferencia es considerable, pues está en torno al 6% de las sumas abonadas por el Agirc y el Arrco.

Hasta ahora esto se ha subsanado echando mano de las reservas creadas por las dos asociaciones para paliar el choque producido por la jubilación de la generación del baby boom. Pero estas reservas se están agotando. La opción es sencilla: o se aumentan las cotizaciones —del orden del 0,15% de la masa salarial—, o se reducen significativamente durante unos años las pensiones de los nuevos jubilados, o, además de las medidas ya tomadas, se congelan todas las pensiones. 

La patronal se opone a cualquier aumento de las cotizaciones. Los sindicatos de los trabajadores están divididos entre los que se oponen a cualquier disminución de las pensiones y los que consideran que quienes están en activo y los jubilados deben compartir el esfuerzo. La negociación se anuncia, pues, difícil.

Sin embargo, no hay que asustarse. Las pensiones complementarias, igual que la pensión base gestionada por la CNAV (Caja Nacional de Seguro de Vejez), no pueden quebrar ya que funcionan de acuerdo con el principio de reparto, según el cual los que trabajan financian directamente las pensiones de quienes ya no trabajan. Lo que tienen que hacer, sin embargo, es adaptar sus parámetros de funcionamiento para garantizar el equilibrio entre cotizaciones y pensiones, año tras año.

 

SECUNDARIA La reforma de la enseñanza secundaria prevé un amplio margen de autonomía para los establecimientos escolares. Con ello se rompe con el sacrosanto principio según el cual la enseñanza debe ser igual en toda la República.

Algunos enseñantes temen que ello provoque un aumento de las desigualdades. Es un riesgo que, en vista de lo existente, merece correrse. La enseñanza secundaria actual es todo menos igualitaria, tanto por los cursos que propone como por los medios de que dispone y por los resultados que obtiene.

El nivel de los alumnos que entran en la secundaria es muy heterogéneo, y la enseñanza actual fracasa a la hora de reducir las desigualdades escolares: incluso tiende a agravarlas. Fracasa también a la hora de proporcionar a todos los alumnos los conocimientos y competencias necesarios para integrarse en la vida activa y ejercer plenamente sus responsabilidades de ciudadanos.

En este contexto, hacer que los enseñantes, en cada establecimiento, sean más responsables de los resultados de su enseñanza, favorecer las iniciativas y el trabajo colectivo es toda una apuesta. Se trata, en efecto, de una revolución cultural importante para los enseñantes, encerrados en el ejercicio solitario de su trabajo y limitados a la transmisión del saber propio de su disciplina. Pero si la hacen suya, esta reforma puede dar a la enseñanza secundaria única la consistencia de que ha carecido desde su formulación hace 40 años. ¿La alternativa? Volver a los itinerarios y a la selección precoz de los alumnos como propone la oposición. Una opción socialmente injusta y económicamente regresiva.

 

CONGRESO Celebrar un congreso cuando se está al timón es un ejercicio difícil para todos los partidos. Especialmente un partido que se considera de izquierdas y cuyos dirigentes gestionan un país que pasa por una situación difícil y tienen estrechos márgenes de maniobra. Está claro, antes incluso de iniciarse, que el congreso de Poitiers del Partido Socialista no pasará a la historia. Por un reflejo legitimista, una mayoría de militantes —y de dirigentes— se han unido en torno a una moción de apoyo al Gobierno. Pero muchos han votado con los pies dada la evolución de los efectivos del partido. En este contexto, y en un momento en que la UMP ha pasado a llamarse Los Republicanos, ¿no sería una muestra de realismo que el Partido Socialista pasara a llamarse Los Demócratas? Es decir, un partido más liberal en el plano de las costumbres, más preocupado por la cohesión social que la derecha, pero que difiere poco en lo económico, por convicción o por realismo.