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“¿La virtud de no pedir?”

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Marzo 2013 / 1

GONZALO DE MIGUEL RENEDO

Contra el vicio de dar, la virtud de no pedir, ese parece el nuevo refrán al que se acoge Mariano Rajoy para rechazar el rescate. Personalmente, ya no sé a qué carta atenerme, si a la de quienes exigen que se pida el rescate de inmediato, o a la de nuestro presidente, empeñado en esperar y esperar. Son muchos, y de muy diversa naturaleza, quienes advierten sobre la necesidad improrrogable de solicitar un segundo rescate, el de la deuda, y decidirlo ya. Mariano Rajoy ha respondido con sorna que no es cierto que no haya decisión al respecto. Él ha tomado ya una decisión: no pedirlo. Vale. Quienes se lo exigen, el rescate, esgrimen razones de peso que afectan al futuro y al crédito de España en el exterior. Y no parece que hablen a humo de pajas. En cambio, nada sabemos de cuáles son las razones que mantienen en sus trece al presidente español, fuera de que Merkel lo desaconsejó, según confesó el propio Rajoy a los sindicatos. Dependemos, pues, del interés foráneo más que del autóctono. Eso sí que es una cesión de soberanía en toda regla y no aparece en ningún tratado. Sin ánimo de molestar, preguntaría a nuestro presidente lo siguiente: ¿qué ventajas obtiene, ha obtenido u obtendrá nuestro país con su decisión de retrasar el segundo rescate, o al revés, como gusta al gallego, cuáles son o habrían sido los perjuicios de adoptar la decisión contraria, la de formalizar el rescate hace unos meses? Al presidente anterior le costó un Potosí, y parte del otro, no reconocer la crisis, pese a tenerla a un palmo. ¿No estará tropezando el señor Rajoy en la misma condenada piedra de su predecesor, la de no querer ver para que no veamos, a riesgo de estamparnos otra vez? ¿Cuánto nos costará su obtuso brindis al sol? Porque sí, ya sabemos que el rescate agravará nuestra penosa situación (más recortes, menos derechos), pero siguiendo la dialéctica salvadora de nuestro presidente, ¿cuánto más lo hará con su retraso? Este gobierno suele apuntar que nos encontramos como nos encontramos, aparte de por la sempiterna herencia, por no haber sido adoptadas mucho antes las medidas con que ahora nos castigan, recordándonos una y otra vez que ahora las medidas son más dolorosas precisamente por esa demora. Pues bien, ¿cuánto nos costará esta vez el retraso de no pedir lo que casi todo el mundo considera como inevitable? Aclárense, a ver si así nos aclaramos todos de una santa vez.