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Una película premonitoria

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Octubre 2016 / 40

‘El esplendor de los Amberson’, de Orson Welles, explica la vida de una familia adinerada cuya fortuna nació con la especulación en la crisis de 1873. Una paráfrasis de la actualidad.

Joseph Cotten y Agnes Moorehead en una escena de la película.

El 8 de  noviembre se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos, que se prevén muy inciertas. Quien sea elegido encontrará un país en  decadencia si se compara la situación actual con la de décadas anteriores. 

Su deuda es descomunal. Los niveles de desigualdad social y económica alcanzan las tasas más altas desde hace un siglo. El desempleo ha aumentado, y aunque se está recuperando la ocupación, ésta es de poca calidad (temporal y con salarios bajos). La clase media está desapareciendo y casi el 15% de la población vive en el nivel de pobreza.

Este panorama de cambio de sociedad lleva a pensar en la película The Magnificent Ambersons, de Orson Welles, proyectada en los cineclubes españoles en los años sesenta con el título El esplendor de los Amberson, mucho más adecuado que el que le puso la distribuidora: El cuarto mandamiento.

Ya al inicio de la película se cita una referencia histórica que recuerda los últimos tiempos. El narrador (el propio Orson Welles) dice: “El comandante Amberson hizo su fortuna en el año 1873, precisamente cuando otra gente estaba perdiendo las suyas”. Se refiere, claro está, a la que fue conocida como la Gran Depresión hasta que se produjo la de 1929. 

A continuación, las primeras escenas, costumbristas, narradas en un tono de fina ironía, van reflejando el ambiente de Indianápolis, una ciudad provinciana dominada por la aristocracia representada por los Amberson, donde la gente vive pendiente de los demás. Según avanza el film, se aprecia de modo sutil la transformación social, pero no es hasta la última parte cuando se ve su conversión en una ciudad industrial, con las ventajas e inconvenientes que esto supone, y regida por la burguesía. 

Este cambio aparece mucho más explícito en la novela –del escritor norteamericano Booth Tarkington (1869-1946)– en que se basa el film que en la película que llegó a las pantallas. Conviene destacar “que llegó a las pantallas”, porque la versión que rodó Welles duraba 131 minutos, pero la productora RKO la dejó reducida a 88 minutos sin su autorización, e incluso encargó a otro director la filmación de un nuevo final, que es el que perdura. Por ello, Welles rechazó la autoría de la película.

Sobre Tarkington, merece la pena citar que el manuscrito de su primera novela, The Gentleman of Indiana (1899), fue subastado en 1938 por el Comité Norteamericano de Ayuda a la Democracia Española durante la Guerra Civil.

Además del declive de la familia Amberson, la película relata dos historias de amor: la de George Amberson Minafer, nieto del patriarca, y Lucy Morgan, hija de un fabricante de automóviles, y la de Isabel, madre de George e hija del comandante, y Eugene,  padre de Lucy, relación que venía de antiguo, pero que los convencionalismos sociales impidieron debido al orgullo de clase de Isabel. 

Pese a los problemas del director con la productora, la película es una obra maestra, muy avanzada para su tiempo. A partir de una estructura de apariencia clásica, su lenguaje cinematográfico es una investigación constante con planos secuencia, profundidad de campo y una fotografía muy contrastada. Como a Welles le ocurrió con frecuencia, el resultado económico no estuvo al mismo nivel que el artístico.

Esta es la única película del director en la que no aparece como actor, y se dice que es porque el personaje de Minafer se parece mucho a él y, por ello, se sentía  demasiado identificado para interpretarlo.