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Alemania, a favor de los inmigrantes

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Octubre 2017 / 51

La sociedad civil alemana se movilizó extraordinariamente para acoger a los migrantes. A pesar de que la política migratoria es hoy más restrictiva, la movilización persiste. 

En noviembre de 2015, Daniela Romeo recibió una llamada telefónica. Una amiga, responsable del Teatro para Jóvenes de Frankfurt, le contó la situación de un demandante de asilo que ella había elegido para actuar en una obra. Jamshid Shahin, de dieciséis años, que había venido solo de Afganistán, no tenía plaza en un instituto ni en formación profesional. Corría peligro de ser devuelto a su país. En efecto, el Gobierno de Angela Merkel, criticado por tener una política de refugiados demasiado generosa, acababa de declarar que existían “zonas seguras” en Afganistán a las que se podía devolver a algunos afganos. Con el beneplácito del director de su instituto, Daniela Romeo acogió en su clase a Jamshid. Hoy, el joven va a empezar la formación profesional. Fruto de la colaboración entre dos ciudadanas, un instituto y un teatro municipal, el caso de Jamshid ilustra que Alemania tiene muchas posibilidades de éxito en lo referente a la progresiva integración de los centenares de miles de migrantes procedentes de Oriente Medio y de Afganistán desde 2015, pues el espíritu solidario sigue siendo hoy igual de fuerte, aunque esté menos publicitado en los medios.


UN ASUNTO DE TODOS

“Con su famosa frase del verano de 2015, ‘lo conseguiremos’, Angela Merkel dio lugar a un movimiento popular mucho más que a una política gubernamental”, observa Olaf Kleist, investigador en la Universidad de Onasbrük. La integración se ha convertido en un asunto de todos, de los medios de comunicación a los poderes públicos, de las empresas a las iglesias, de los clubes de fútbol a las orquestas locales. Por ejemplo, un centenar de grandes firmas, entre las que se encuentran Opel y Deutsche Bank, se han unido en un movimiento Wir zusammen (‘nosotros juntos’). En total, 14.000 asalariados voluntarios supervisan actualmente a más de 1.800 trabajadores en prácticas y 800 personas en formación, todos ellos refugiados, entre los que hay algunos muy cualificados, pero también otros prácticamente analfabetos. Muchos de ellos terminan abandonando por la dificultad de aprender el alemán.

El país tiene posibilidad de éxito en la política de integración

Merkel dio lugar a un movimiento popular con su actitud

Alemania ha endurecido su política desde otoño de 2015

La velocidad de integración es diferente en función de las diversas regiones del país. En la ex Alemania Occidental, la ayuda a los refugiados impregna a toda la sociedad y en ocasiones transforma la vida en el medio rural. Así, en Morsbach, un pueblecito de 150 habitantes situado en la conservadora Baviera profunda, los habitantes se reúnen regularmente en torno a un Kaffe und Kuchen (‘café y pasteles’), en una granja reciclada como centro de acogida. Por el contrario, Sajonia, en la ex Alemania Oriental, se ha visto conmocionada por el incendio de numerosos centros de refugiados y otros actos racistas. A los tres años de haber transformado su hotel, situado en Bautze, una pequeña ciudad cercana a Dresde,  en centro de acogida, Peter Killian Rausch constata que uno de los mayores obstáculos para la integración es la dificultad de encontrar alojamiento para los sirios, obligados a permanecer en una localidad determinada en virtud de las normas de asilo: “Los propietarios de viviendas dicen que los vecinos tendrán miedo”.

 

MÁS EXPULSIONES

La propia Merkel ha endurecido su política desde el otoño de 2015. Aunque se niega a establecer la cuota de 200.000 demandantes que pide su aliado bávaro del CSU, se esfuerza en reducir el número de llegadas. De hecho, están en franco retroceso debido al cierre de la ruta de los Balcanes llevada a cabo por esos países, y por el acuerdo de la Unión Europea-Turquía de marzo de 2016: en este último año se registraron en Alemania 280.000 demandantes, es decir, un tercio de la cifra récord de 2015 (890.000). Y desde comienzos de 2016, los sirios, la inmensa mayoría de los cuales conseguían hasta entonces el estatuto de refugiado, sólo alcanzan  generalmente la protección subsidiaria, renovable cada año y que no permite la reagrupación familiar. En cuanto a los afganos, sólo uno de cada dos es autorizado a permanecer en Alemania, mientras que antes se autorizaba al 80% de los demandantes.

Tras un atentado cometido en Berlín, a finales de 2016, por un tunecino, Anis Amir, al que se le había denegado el derecho de asilo y al que Alemania no había logrado expulsar porque su país de origen ponía en duda su nacionalidad, el asunto de la devolución de migrantes centra los debates. El pasado febrero, Peter Altmaier, brazo derecho de Angela Merkel, anunció “un esfuerzo nacional para devolver a su país de origen a aquellos a los que se deniegue el derecho de asilo”. Es decir, la mitad de las 700.000 demandas estudiadas en 2016. “Está en juego la credibilidad de nuestro Estado de derecho”, subrayó.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

A partir del otoño de 2015, Alemania aceleró la expulsión de los migrantes procedentes de los Balcanes. El hecho de que esos países hayan sido declarados “seguros” por el Gobierno y que hayan firmado un acuerdo de repatriación con la Unión Europea, ha facilitado las devoluciones. De hecho, en 2016, los migrantes a los que se denegó el derecho de asilo originarios de los Balcanes han constituido la mayor parte de las repatriaciones voluntarias (55.000 frente a 37.999 en 2015) y de las devoluciones forzosas (25.735, frente a 20.888).

 

LOS AFGANOS, GRUPO VULNERABLE

Desde la firma de un acuerdo de expulsión con Afganistán, en octubre de 2016, Alemania quiere también acelerar la expulsión de los afganos a los que se deniega el derecho de asilo. Jashmid ha tenido suerte: en algunos casos, la policía ha ido a buscar a clase a jóvenes a los que se ha denegado el asilo para llevarlos al aeropuerto. Pero la salida de cinco vuelos chárter entre diciembre de 2016 y abril de 2017 ha provocado una oleada de protestas. Los sangrientos atentados (150 muertos) cometidos el pasado 31 de mayo en el barrio de las embajadas de Kabul han puesto fin, provisionalmente al menos, a las repatriaciones en grupo, ya que han llevado al gobierno a volver a evaluar la situación en Afganistán. Las asociaciones alemanas de ayuda a los refugiados consideran que los afganos son el grupo más vulnerable y también el más deseoso de integrarse. “Oyen hablar de aviones que devuelven a gente y tienen miedo”, explica Peter Rausch. “Van a la escuela, aprenden alemán, se matan por encontrar trabajos en prácticas. Piensan que, si aprenden nuestra lengua, no se podrá devolverlos a su país”, finaliza.

A pesar del aumento de los populismos en las elecciones regionales de 2016, del rechazo de los migrantes en algunas regiones del este y del miedo al terrorismo, “los refugiados no constituyen realmente un asunto importante en los discursos políticos”, observa Olaf Kleist, y los ciudadanos siguen actuando sobre el terreno, pueblo por pueblo, escuela por escuela. “Mientras el Gobierno no frene el proceso con leyes restrictivas y no adopte una retórica antirrefugiados que influya en la opinión pública, esto seguirá funcionando”, estima el investigador.