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Ideas que cambian vidas

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Enero 2015 / 21

El reto de los proyectos es un equilibrio entre el coste de desarrollarlos y el beneficio social y económico de su uso.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

El potencial de Internet como herramienta de movilización social, cuya primera traducción política de calado fue la campaña presidencial que en 2008 llevó a la Casa Blanca a Barak Obama, convenció al activista británicocanadiense Ricken Patel, formado en Oxford y Harvard y excolaborador de la Fundación Rockefeller, de que es posible crear una opinión pública mundial. Avaaz, traducción de esa idea inicial y definida por The Guardian como “la mayor y más poderosa red de activismo online del planeta”, se considera un lobby ciudadano, que batalla por los Derechos Humanos, el cambio climático, la corrupción o la pobreza.

La fuerza de una supuesta opinión pública mundial puede mover montañas. “Recuerdo cuando trabajaba en Bruselas y me reunía con un comisario. Lo primero que me preguntaba era: “¿A cuánta gente representa usted”, explica Luis Morago, director de campañas de Avaaz, en alusión a sus tiempos como negociador de Oxfam con la Unión Europea. Hoy puede responder que defiende una posición avalado por casi dos millones de voces, o por centenares de miles de personas protestando en la calle, o por microdonaciones que suman millones.

Algunos cuestionan el nivel de compromiso que ser miembro de esta organización sin ánimo de lucro supone para con una causa concreta -cuesta poco reenviar un correo electrónico-. Otros remarcan la controversia suscitada por alguna de las causas elegidas -como la zona de exclusión aérea en Libia en 2011-. Y es cierto que, en la fundación de Avaaz, hace ocho años, una de las entidades que la conformó obtuvo un donativo de la Open Society del filántropo y no por ello menos especulador George Soros. Al cabo de tres años, ya se financiaba al 100%. Hoy, el tope de un donativo -que no puede ejercer ni una corporación, ni un gobierno ni una fundación- es de 5.000 euros. “Después de unos cuantos años en este sector del non-profit, y trabajando ahora dentro del equipo de Avaaz, estoy convencido de que nuestro modelo financiero y de decisiones nos permite preservar un altísimo nivel de integridad e independencia”, subraya Morago.

 

LOGROS DEL ACTIVISMO SOCIAL

Las campañas y sus logros están ahí, como testimonio de un nuevo protagonismo ciudadano global. Tras su presión, el Reino Unido anunció la decisión de duplicar la superficie mundial de áreas oceánicas protegidas y que se crearía una enorme zona de conservación marina más grande que Alemania. Influyó para que se prohibiera por ley que personas convictas de crímenes serios puedan ser elegidos para ejercer responsabilidades políticas en Brasil. Y en la paralización de una ley que en Uganda podría sentenciar a la pena de muerte a personas homosexuales. En 2009, convocó 2.600 eventos en 135 países para que los líderes del mundo tomaran en serio el cambio climático. Sin grandes resultados.

Avaaz innovó en la rapidez vertiginosa de sus campañas

Los microcréditos o las cooperativas fueron innovación social

Los proyectos sociales pueden ayudar a salir de la crisis

“Avaaz supuso una innovación en la rapidez de sus campañas de las Organizaciones No Gubernamentales”, señala Ignasi Carreras, director del Instituto de Innovación Social de Esade y ex responsable de Intermón Oxfam en España.

La suma del empoderamiento ciudadano a resultas de Internet -que permite construir, actualizar y enriquecer un diccionario global en distintas lenguas como Wordreference o una enciclopedia no menos global como Wikipedia- y las inquietudes sociales, afloradas en parte por la crisis, ha revitalizado en los últimos años las iniciativas que exploran vías de innovación social de toda índole. Está claro que bajo ese concepto -discutidísimo y que puede designar actividades distintas- cabe desde un movimiento social a una solución tecnológica, pasando por un proceso de producción o un simple producto que suponga un cambio en la forma de abordar un determinado problema social.

En su momento, ¡en 1844!, la creación de la Rochdale Equitable Pioneers Society puso las bases al movimiento cooperativo, que ha supuesto una nueva forma de organizar el trabajo, de lograr el compromiso de empleados que a la vez son socios o de gestionar de forma más democrática. En los setenta, el Grameen Bank fundado por el Nobel Muhammad Yunus dio, mediante los microcréditos, la oportunidad de cambiar muchas vidas y sacarlas de la pobreza.

En este dossier queremos dar a conocer y rendir tributo a una decena de iniciativas que Alternativas Económicas considera ilustrativas porque encaran algunos retos sociales con nuevas formas de hacer que se traducen en cambios y que son replicables en todo el mundo. Ese ha sido el criterio en que nos hemos basado. Y eso vale para despertar el compromiso social de futuros adultos, para autogenerar empleo, para empoderar al pequeño agroproductor, para buscar nuevas fórmulas que faciliten el acceso a la vivienda o proteger el medio ambiente, entre otros.

Entrar en debates terminológicos -la discusión es agotadora en torno al emprendimiento social, la empresa social y la innovación social, probablemente en alusión a la actitud con que se lanza una iniciativa, al modo de organizarse para resolver un problema y la promoción de un auténtico cambio sistémico.

En el actual boom -al menos formal- de lo social se mezcla todo. Y por supuesto, aparece la crisis como causa y el vencerla, como motor. Irma Rognoni, regidora de Familia, Infancia, Usos del Tiempo y Discapacidad del Ayuntamiento de Barcelona, mostró públicamente su convicción de que la innovación social “es un activo que nos ayudarán a salir de la crisis”, cuando la ciudad distinguió a varias iniciativas de esta naturaleza el pasado octubre y las eligió como idóneas para su implantación. El Ayuntamiento de la capital catalana saca pecho porque a raíz del proyecto Vincles -que busca romper el aislamiento de las personas mayores- el alcalde, Xavier Trias, ganó un concurso entre otros alcaldes europeos sobre cómo afrontar problemas sociales.

Pero no estamos hablando, o no sólo, de ideas bienintencionadas y de iniciativas solidarias. La auténtica innovación social aspira a tener alcance y a promover cambios disruptivos. Si en la innovación siempre encontramos creatividad -Schumpeter la definió como “destrucción creativa”-, no se queda en ella, sino que logra cambiar cosas. El proyecto Embrace, desarrollado por estudiantes de Stanford, ha supuesto desarrollar una tecnología que mantiene la temperatura de los bebés prematuros y que cuesta un 1% respecto de otras soluciones para incubadoras, además de no requerir una fuente permanente de alimentación. No se distribuye a particulares sino entre ONG y autoridades de salud pública.

¿Fundaciones,empresas o ONG? Importa que el proyecto sea sostenible

Médicos Sin Fronteras innovó con una logística más efectiva

Imaginemos, por otra parte, una plataforma social enfocada a la comunidad partidaria del software libre, que intercambia contenidos generados por los usuarios. Pongamos que intercambia aplicaciones y diseños, por ejemplo, de muebles. Esa especie de Ikea libre, que supone una revolución para la industria, ya existe. OpenDesktop.org es un espacio para reinventar el propio hogar donde se comunican usuarios, artistas y desarrolladoresy contiene más de 100.000 contenidos generados por los usuarios.

 

LIBROS PARA TODOS

WorldReader.org, que se constituyó en EE UU y también está en España, se propuso, por ejemplo, poner los libros digitales al alcance de todos en los países en desarrollo. La entidad fundada por David Risher y Colin McEWlwee identifica escuelas, forma a profesores, trabaja con comunidades y genera alianzas con editoriales para hacer llegar millones de libros a familias que no pueden acceder fácilmente a ellos. WorldReader colabora con distintos agentes y socios, incluidas empresas locales del sector, pero también ha firmado acuerdos con editoriales y distribuidoras gigantes como Random House o Amazon.com.

“Es habitual ver cómo proyectos de innovación social se desarrollan mediante la cooperación con empresas privadas. ¿Acaso no podemos hablar de algo nuevo que ayuda a ahorrar emisiones de CO2 si una empresa como Procter & Gamble (P&G) lanza un detergente que puede limpiar la ropa a 30 grados?”, señala Carreras. Todos los expertos que trabajan en la cuestión coinciden en que la forma que tome quién impulse el proyecto no es lo fundamental. “Es poco relevante si lo hace una empresa, el sector público o una ONG, el reto sí es introducir los inventos sociales con un buen equilibrio entre los costes que requieren su diseño y desarrollo y los beneficios sociales y económicos que comporta su uso”, añade.

Pero innovar es cosa de todos. En los ochenta, Médicos sin Fronteras (MSF), por ejemplo, introdujo una planificación logística sobre el terreno de estructuras que funcionaban de manera autónoma respecto de la sede central, y que mejoraba las intervenciones durante crisis humanitarias.

El sociólogo David Murillo, autor de Vías hacia el cambio sistémico junto a Heloise Buckland, subraya que “el modelo económico de los proyectos de innovación social importa porque, si presentan vías de agua, se hunden”. Murillo apunta a la importancia, en este sentido, de “no acabar dependiendo de una subvención ni de actuar como organismos para-públicos como algunas ONG, lo que supone contar con “un mínimo plan de viabilidad económica”. Lo que más abunda son proyectos con impacto social, pero que no necesariamente presentan una disrupción total con el pasado.

Cualquier persona puede, por ejemplo, proponer un desafío en la web Innocentive, donde unos buscan la publicación online de ideas innovadoras de todo el mundo y los solucionadores las suben a la red para poder ser comentadas y revisadas por la comunidad, así como seleccionadas por expertos en la materia. Son los llamados seekers (buscadores) y los llamados solvers (solucionadores). La red Ashoka une a 3.000 emprendedores sociales, cuyas iniciativas identifica, selecciona y difunde.

 

EL PAPEL DEL BENEFICIO

¿Pero qué papel juega el beneficio en el proceso? ¿Si el invento consigue importantes beneficios sociales estaría justificado un pelotazo? Quienes trabajan en la innovación social creen que ésta no tiene nada que ver con pelotazos. Así lo remarca Miquel de Paladella, consejero delegado y cofundador de UpSocial, una organización especializada en implementar y ayudar a ganar escala a soluciones nuevas para problemas sociales. Desde el programa Social Innovation for Communities, enfocada a proyectos educativos, de integración social o de empleo, uno de los proyectos que impulsa UpSocial en España es Jump Math, una metodología desarrollada en Canadá por un profesor que ha logrado mejoras significativas en el aprendizaje de las matemáticas entre los alumnos de primaria y secundaria. “Funcionar como una empresa permite ir más deprisa, ampliar la escala del proyecto, no tardar una década en poder replicarla”, apunta.

Entre las iniciativas que quiere difundir UpSocial figuran los bonos de impacte social, que es un instrumento de inversión destinada a actividades con impacto social, o Patients Know Best,que permite poner los historiales médicos en manos de los pacientes para una atención coordinada y eficiente. La interacción entre sectores puede ofrecer soluciones inesperadas. Y, comenta UpSocial, “la participación ciudadana suele ser el elemento disruptor que permite dar una respuesta masiva a un problema social, de modo que estamos redescubriendo que en la comunidad existen recursos latentes con gran capacidad de transformación social”.

Sólo un par de peligros: que con su actuación pueda pretender relevar la de las administraciones públicas y que se acabe ayudando a unmayor trasvase de la economía formal a la informal y a agravar así la crisis fiscal actual, apunta Murillo.

 
REIVINDICACIÓN Una manifestación de Avaaz, que combina la acción por Internet y la presencial.

BUCEAR EN LA INNOVACIÓN SOCIAL

ACTUAR POR EL BIEN DE LA COMUNIDAD ESTÁ EN ALZA

¿Qué es la innovación social?

Existen múltiples definiciones. Pero en lo que todo el mundo está de acuerdo es en que el objetivo es atacar un problema de la comunidad social (medioambiental, económico, ético, educativo...) mediante nuevas fórmulas. Es esencial que la innovación social sea escalable o replicable, debido precisamente al hecho de que muchos de los problemas que sufrimos son comunes en el mundo. De ahí que muchos de los proyectos que hace unos años circulan por en el planeta empiecen a llegar con cuentagotas a España.

¿Quién mide la innovación social?

Cada vez se apuntan más centros académicos a investigar y analizar la evolución de la innovación social. Algunos clásicos son el Centro para la Innovación Social de Stanford, la Harvard Business School y la Saïd Business School (Oxford). Esade cuenta con un Instituto de Innovación Social. Publicaciones como IESE Insight dedican amplios análisis a cómo la lógica social puede transformar el negocio de un empresario. Numerosas organizaciones apoyan a emprendedores sociales, como la Young Foundation, el Social Innovation Forum y otras fundaciones como la Schwab o la Kellog prestan apoyo financiero a emprendedores sociales. Está surgiendo también un núcleo de inversores que se autodefinen como socialmente responsables, tipo Acumen Fund o la banca ética. Los gobiernos también se fijan en ella, debido a sus recursos menguantes por la política de austeridad.

¿Cómo reconocer proyectos de innovación social?

Además de una idea creativa, suele darse la complicidad o directamente la participación activa de la comunidad y la participación ciudadana. También suele darse la conjunción de entidades distintas, vía alianzas, entre el sector privado y el público, a escala colectiva o individual. Cruz Roja y la Fundación Vodafone es un caso. La alianza entre el Grameen Bank y Danone es otro. Las empresas aprovechan estas iniciativas para sacar pecho con actividad de responsabilidad social.

 

PARA SABER MÁS

Innovar para el Cambio Social. De la idea a la acción. Elena Rodríguez Blanco, Ignasi Carreras y María Carreras (2012). Instituto de Innovación Social de Esade.

Vías hacia el cambio sistemático. Heloise Buckland y David Murillo (2013).

The Open Book of Social Innovation. Robin Murray, Julie Caulier-Grice y Geoff Mulgan (2010).