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Mucha solidaridad pero con interrogantes

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Abril 2022 / 101

Ilustración
Andrea Bosch

Históricamente, la ayuda a los refugiados ha sido breve, incluso cuando se recibía a otros europeos.

Europa se vuelca con Ucrania. La masa de refugiados más grande desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 3,5 millones de personas escapando de las bombas rusas, es acogida por los países europeos con las puertas abiertas. Se multiplican las noticias de personas que llenan camiones con comida y enseres y de que se ofrecen casas y habitaciones. Y, sobre todo, los Gobiernos dan permiso de residencia a todos los ucranianos, hayan salido de la guerra o hayan estado ya esperando hace años sin éxito sus papeles. 
De pronto, después de dar la espalda a sirios, afganos, yemeníes y venezolanos, para los ucranianos hay lugar inmediato y sin reticencias. Y, sobre todo, hay muchísima solidaridad. 
 
La Unión Europea, por ahora, ha prometido ya que destinará 500 millones de euros del presupuesto a hacer frente a las trágicas consecuencias humanitarias de la guerra, tanto dentro como fuera de Ucrania. De esta cantidad, 90 millones de euros en ayuda humanitaria, incluidos 85 millones de euros para Ucrania y 5 para Moldavia, ya están en marcha para proporcionar alimentos, agua, atención médica, refugio y ayudar a cubrir las necesidades básicas de los más vulnerables.
 
La Comisión también ha publicado directrices operativas para ayudar a los guardias de fronteras de los Estados miembros a gestionar eficazmente las llegadas a las fronteras con Ucrania, y ha destinado dinero a los países limítrofes para que puedan acoger sin reparos. En tiempo récord la UE acordó por unanimidad activar la Directiva de Protección Temporal para aportar claridad y seguridad a las personas necesitadas, ofreciendo derechos y apoyo asistencial, acceso al mercado laboral y educación. 
 
Europa está dispuesta a liberar todavía alrededor de 420 millones de euros en apoyo adicional a los Estados, gastar en inversiones en educación, empleo, vivienda, salud y servicios de guardería y en asistencia material básica como alimentos y ropa. Para seguir apoyando a los Estados miembros, la tasa excepcional de cofinanciación del 100% aplicada en respuesta a la pandemia se ampliará un año. Además, alrededor de 10.000 millones de euros de los fondos de la ayuda para la recuperación para la cohesión de 2022 están disponibles para financiar acciones de apoyo a quienes huyen de Ucrania.
 
Desde la Comisión de Ayuda al refugiado (CEAR), aunque esperan que esa solidaridad funcione también con refugiados de otros sitios, están muy agradecidos con este estallido de solidaridad. Han visto cómo, en la crisis de refugiados sirios de hace apenas siete años, miles de sirios se jugaron la vida para llegar a Europa, que los recibió con cupos de reubicación y, salvo excepciones, una solidaridad quebrada.
 
Los mismos países que hace poco decían que no había capacidad para acoger al millón y medio de refugiados de Oriente Medio y África hoy acogen sin reparo a más del doble de ucranianos.
 
En la frontera
 
Pero ¿cuánto durará esa solidaridad hacia los “hermanos” europeos? ¿Podrá extenderse para dar trabajo, techo, salud y educación en unos países en crisis, que cuentan hoy con más de 13 millones de parados, con empresas que apenas ven la luz de la peor época de la pandemia, con estanflación en marcha y movimientos nacionalistas y xenófobos en pleno ascenso? 
 
Todavía es muy pronto para saber si la población ucraniana se querrá quedar fuera de su país o volver a él. Depende también de la evolución de la guerra y de los destrozos de las ciudades ucranianas. En Rumanía, de los 431.000 ucranianos recibidos, apenas 3.800 habían pedido oficialmente asilo. Y, por ahora, la gran mayoría se ha quedado en los países limítrofes , esperando volver. Polonia, con un gobierno reticente a recibir migrantes, acoge a dos millones de ucranianos. Y el alcalde de Varsovia ya dice que están colapsándose.
 
Algunas estimaciones iniciales de The New York Times establecen que la factura de vivienda, transporte y alimentación, si se extiende un año, ascendería a casi 30.000 millones de euros.
 
Antonio Izquierdo, catedrático de Sociología, fundador del Equipo Internacional de Sociología de las Migraciones y uno de los grandes expertos españoles, duda sobre la solidaridad actual. “Soy muy poco optimista con la situación —explica—. Hay una ilusión de solidaridad con cautelas. Se dan permisos temporales y protección temporal. Pero el repaso de la historia nos muestra que la solidaridad dura muy poco. Aunque la Convención de Ginebra creció al calor del occidentalismo y, al principio, los refugiados de la URSS eran relativamente bien acogidos, en muy poco tiempo se enfriaron las solidaridades y se empezó a sospechar de todos, por más rubio que fuera. Era una solidaridad ante los que se parecían mucho a nosotros, pero ni siquiera eso duró. No hago más que sufrir por estos ucranianos”.
 
Un repaso por la historia
 
¿Qué ha pasado con los movimientos de los refugiados en la historia de Europa? Klaus Bade, en su libro Europa en Movimiento (Crítica) estudia las migraciones desde finales del siglo XVIII y da motivos a Izquierdo para desconfiar. Ya cuando se definieron los conceptos políticos y jurídicos de “refugio” y “asilo”, entre 1830 y 1850, los refugiados de unos y otros países de Europa se contaban por cientos de miles. Solo en Francia, por ejemplo, Bade explica que se contabilizaron más de 20.000 refugiados polacos, muy bien recibidos, inicialmente, con una buena acogida: empleos, dinero para establecerse, etc. Pero a medida que iban llegando más, fueron obligados a distribuirse en ciertas regiones. Luego les daban el honor de alistarse en el ejército francés. Y en 1848 ya “Francia se esforzó por reducir el número de refugiados extranjeros, integrándolos en la Legión”, hasta expulsarlos, poco después.
 
En Bélgica, en la misma época, pasaron de crear una “amplia normativa para la protección de los refugiados”, con ayudas físicas y financieras, a la expulsión.
 
En 1850, salvo excepciones, en todo el continente europeo “no había ya prácticamente cabida para los refugiados”, que fueron aceptados en EE UU y en Inglaterra.

De las normativas para la protección se pasó a la expulsión

 
Con la Primera Guerra Mundial, se estima que hubo hasta 5 millones de refugiados (sin contabilizar las deportaciones o pogromos a los judíos). Comenzó allí un periodo turbulento que acabó con Europa rota, al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Y en el interín, los millones de refugiados se enfrentaron a enormes obstáculos para encontrar refugios seguros.
 
Después de la hecatombe, con la Convención de Ginebra, en 1951 se consideró refugiado a cualquier persona que por un temor justificado de ser perseguido, por motivos de raza, religión, convicción política, etc. se encontraba fuera de su país. Pero “en la práctica poco ha quedado de esas ofertas humanitarias”, dice Bade. Y en su lugar, se adoptó “una actitud distante con respecto a los refugiados del bloque del este y una disposición de acogida extraordinariamente limitada con respecto a los refugiados del Tercer Mundo”. 
 
Nada más pasar la década de 1970, ni siquiera los rubios de ojos celestes provenientes de Polonia fueron plenamente aceptados como refugiados políticos en la Europa occidental, al huir de la intervención soviética.
 
¿Qué pasará esta vez? El tiempo lo dirá.