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Una nueva percepción temporal

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Julio 2016 / 38

La ‘hiperconectividad’ nos da otra sensación de temporalidad, pero ¿por qué esta y no otra? En la tecnología hay ideología

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Desde hace  algunos milenios, los seres humanos han fabricado tecnologías que les han permitido ir potenciando habilidades o satisfacer necesidades que han ido teniendo como sociedad. La búsqueda de tecnologías para medir el tiempo es una de ellas, y como tal ha ido dejando rastros de la cultura material de la historia humana: desde el monumento de Stonehenge hasta el reloj de la plaza mayor de pueblos y ciudades. Estas tecnologías han tenido un impacto directo en la evolución de las sociedades y de los espacios públicos y privados, ya que ofrecían (y ofrecen) la posibilidad de objetivar el esfuerzo, el rendimiento y, en términos generales, la vida en sociedad de las personas que la integraban.

La tesis que planteo es que se ha traspasado una nueva frontera en lo relacionado con la percepción del tiempo por parte de los individuos, como consecuencia de una ideología de la tecnología que ha sido diseñada para mediar entre las personas y el tiempo y su percepción.

En un primer momento, hablando en términos generales, las sociedades tenían constancia del paso del tiempo a través de indicios de la propia naturaleza como la caída de las hojas, el amanecer, el atardecer o la sombra proyectada de los objetos —y que más tarde daría lugar a la construcción de objetos cuya sombra, proyectada hasta un determinado punto, era signo de un acontecimiento de especial interés para esa sociedad.

Antes, la naturaleza mostraba el paso del tiempo al ser humano

El reloj ayudó a poner las bases del sistema capitalista

La creación de una tecnología que permitiese medir el tiempo de manera más eficaz supuso un proceso de desnaturalización de la percepción del tiempo en sociedad y ayudó a acercar el tiempo a sociedades que estaban cada vez más lejos de la naturaleza. Las propias sociedades se organizaron en torno a la cuantificación de la percepción del paso del tiempo, como puede ser la cuantificación de las horas de trabajo. Había que aplicar la mecánica a la necesidad de solventar la percepción del paso del tiempo subjetiva de cada individuo. Se pasó así de una percepción del tiempo como un proceso natural a una cosificación y cuantificación de este, ligado directamente a la mercantilización del tiempo por cada individuo. 

El reloj, como tecnología, cumple la necesidad que tenía el ser humano de medir parte de la realidad, pero por el camino, dicha tecnología consiguió servir como punto de partida para la propia revolución industrial: sentó como base un sistema capitalista que permitía medir y tener constancia del tiempo dedicado a cada tarea y, además, organizar la vida en ciudades a través de los relojes y campanarios situados en el centro de los núcleos de población.


NUEVAS TECNOLOGÍAS Y TIEMPO VIRTUAL 

Si bien es cierto, estas dos etapas diferenciadas en la percepción del paso temporal que llamaré, según la tecnología empleada, “tecnología de tiempo natural” y “tecnología del tiempo mecánico”, respectivamente, han dado paso a una nueva transformación de la percepción temporal en los últimos años. Esta transformación ha venido de la mano de las Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (NTIC) y su difusión y miniaturización en pequeños artefactos computacionales de comunicación, como los smartphones, las tabletas digitales o los dispositivos werables. A esta nueva etapa de tecnologías computacionales interconectadas la llamaré “tecnología del tiempo virtual”.

El cambio que trae consigo esta nueva etapa viene determinada por la posibilidad de la copresencia que permiten estas tecnologías, la posibilidad de mantener un contacto casi permanente con otras personas que no están en el mismo emplazamiento físico y, si cabe lo más importante, la hipersensibilidad desarrollada hacia toda forma de comunicación digital pregonada desde casi cualquier institución y potenciada a través de un diseño de la arquitectura de la información de las tecnologías de comunicación que fomenta esta hipersensibilidad hacia el “siempre conectados”. 

La introducción de esta tecnología, y la importancia que tiene para diferenciarla como una nueva etapa, reside en las características innatas de estar conectados constantemente y que permite maximizar el tiempo disponible de cada ser humano en relación con la posibilidad de transmitir y gestionar información para una red de personas mucho mayor que todo lo visto anteriormente, y que siempre están conectadas a nosotros y nosotros a ellas formando esa idílica imagen de la red de redes.

La lógica de las nuevas tecnologías ha amplificado, y sigue amplificando,relaciones sociales hiperreales que se alejan de la realidad antes planteada en relación con el tiempo. Un simulacro de realidad, que diría el filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard. Ante esto, al estar siempre conectados, acceder de manera libre a la información disponible en la red de redes, se ha roto la lógica de las anteriores etapas. En la primera, el tiempo era la vida en la Tierra y sus estaciones naturales; en la segunda etapa, el tiempo lo medíamos y cuantificábamos para la ordenación de nuestras vidas; y en esta tercera etapa, el tiempo se hace uno con la cotidianidad de nuestras tareas y permite mezclar trabajo, ocio y vida digital en la que nosotros somos personas multitareas y en donde no terminamos de centrarnos en un aspecto concreto de las actividades que llevamos a cabo. Rompemos con la percepción de la etapa del tiempo mecánico en la que el tiempo ordenaba y limitaba las acciones de  individuos l focalizados en tareas concretas y claramente diferenciadas, como podía ser el tiempo de trabajo y el tiempo de descanso.

En esta etapa, estamos siempre conectados y disponibles para otros

Aumenta la tentación de distraernos de una lectura continuada

Sacamos tiempo para un correo del jefe enviado por la noche

Hoy en día siempre tenemos dos minutos para ese vídeo de Youtube tan de moda sobre gatitos, siempre tenemos unos segundos para decirle a nuestra pareja que la queremos y siempre tenemos unos segundos para revisar ese correo electrónico de nuestro jefe que nos llega a las diez de la noche en el que comenta que sería pertinente darle otro enfoque al informe de resultados. Siempre estamos conectados y (casi) siempre disponibles, deformando la percepción temporal que tenemos, tal como exponía Nicholas Carr en Superficiales. En un ejemplo basado en su propia experiencia, Carr decía que cada vez le costaba más leer un libro de manera continuada sin sentirse inundado por la necesidad de distraerse y la imposibilidad de concentrarse durante mucho tiempo continuado. Es interesante pensar en la cantidad de estímulos que nos llegan a través de las mediaciones tecnológicas: mensajes privados de Facebook, el RT en Twitter, el correo electrónico de publicidad de un nuevo restaurante en la ciudad o un avance en el proceso de selección en el que estás participando.


UNA TECNOLOGÍA QUE NOS CAMBIA  

Las diferencias en la percepción temporal según la tecnología y las etapas mencionadas anteriormente responden a una ideología de estas tecnologías que fabrican o modifican la temporalidad que vivimos. Estas temporalidades percibidas, al final, vienen dadas por el uso de unas tecnologías que permiten hacer/percibir/recibir mediando como tal, pero en donde no hemos reflexionado sobre la génesis de éstas ni sobre su ideología, ya que son objetos que cambian nuestra forma de pensar, ver y hacer las cosas a través de una concepción y diseño planteado en un primer momento y en el que, salvo deshonrosas excepciones como la bomba atómica, premia este primer enfoque sobre los usos que más tarde serán puestos en práctica por las personas. 

La pregunta que cabría formularse y acerca de la que se debería reflexionar es sobre si, preocupados por la percepción temporal de nuestras vidas, hemos llegado a reflexionar sobre los motivos que nos llevan a percibir la temporalidad de esta manera y no otra y sobre las tecnologías que median para que esta percepción sea esta y no otra diferente.