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Música // Bandas en cooperativa

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Abril 2022 / 101

Fotografía
Marina Conill

Pese a las dificultades, la economía social gana adeptos también entre los grupos de música.

A menudo se asocia al mundo de las bandas de música con un imaginario muy pegado al del capitalista mismo: grandes ídolos, figuras excepcionales, fama, éxito, dinero a raudales, etc.

Sin embargo, detrás de este relato teórico asoma una realidad muy alejada de estos estereotipos para la gran mayoría de músicos y artistas: precariedad, enorme esfuerzo para salir adelante… Y, en cambio, en muchas iniciativas hay también ilusión a raudales por el arte más que por la fama y el dinero, grandes dosis de trabajo colectivo alejado de los divismos y dinámicas de autogestión.

Exacto: justamente los valores de la economía social.

La cooperativa de asesoría fiscal, contable y laboral Som Gestió, en el Prat de Llobregat (Barcelona), se ha propuesto ayudar a conectar ambos mundos, que comparten sustrato muchas veces sin saberlo —así de fuertes son los estereotipos—, promoviendo la cooperativización de grupos de música. “Muchos grupos ya funcionan en la práctica de forma cooperativa, con igualdad de derechos entre sus miembros en la toma de decisiones con independencia del capital aportado, y esta es precisamente la base del sistema de gobernanza del cooperativismo”, explica Olímpia Sánchez, socia de Som Gestió.

Som Gestió es en sí misma un producto del exitoso intento de llevar el espíritu cooperativo a los grandes festivales que ejemplifica desde hace años el Festival Esperanzah!, impulsado por el laboratorio de proyectos de GATS, el epicentro de la economía social y solidaria en El Prat. La organización de Esperanzah, que nada tiene que envidiar ya a los macrofestivales, puso de manifiesto que para empujar hacia una verdadera cultura alternativa para el mundo de la música no basta con un festival anual, puesto que se requiere un ecosistema completo alrededor y, además, que sea viable durante todo el año porque no puede surgir improvisadamente de la nada para un gran momento concreto: logística, montaje de bar, proveedores, sistema de venta de entradas, etc. Y, por supuesto, bandas cooperativas.

La Balkan Paradise Orchestra y Maruja Limón preparan su pase a la fórmula cooperativa

Fue así como uno de los grupos musicales más ligados a Esperanzah, Txarango, arrancó su proceso de cooperativización, un gesto con capacidad de arrastre porque se trata de una banda muy conocida en Cataluña, con presencia incluso en las radiofórmulas comerciales, aunque en estos momentos se encuentra en un impasse, con sus integrantes volcados en otros proyectos. Y bajo este mismo impulso se creó en 2017 Som Gestió con el objetivo, entre otros, de ayudar a los grupos musicales que quisieran constituirse en cooperativa.

No se trata, obviamente, de ningún camino de rosas porque el sector tiene en su mismo ADN condicionantes específicos que lo complican, como las dificultades de alcanzar un volumen de ingresos mínimo y, sobre todo, la posibilidad de preverlos. Por ello, tras una primera fase de ensayo y error, Som Gestió sugiere establecer una fase previa como asociación, que vaya poniendo las bases para, cuando se superan ciertos umbrales, dar el siguiente paso hacia la cooperativización.

“Le llamamos asociación de impulso para subrayar con este añadido que se trata de una fase inicial, pero que inicia un camino para llevarnos, al cabo de un tiempo y cuando ya se está preparado, a la fórmula cooperativa”, añade Sánchez.

La irrupción de la pandemia a principios de 2020 ha supuesto un auténtico mazazo para los músicos, uno de los sectores más afectados por el confinamiento y por el hundimiento de todo lo que gira alrededor de los eventos. Muchas giras se anularon, algunos grupos no han podido resistir. Y muchos planes, incluidos algunos de cooperativización, se han ralentizado, aunque siguen vivos.

Es el caso, por ejemplo de la Balkan Paradise Orchestra, una banda con base en Barcelona integrada por 10 mujeres entusiastas de la música balcánica, el folk de autor y la música tradicional remasterizada por la modernidad organizada como asociación de impulso con horizonte cooperativo. “Es el marco que más se parece a lo que ya somos en realidad”, cuenta Laura Lacueva, clarinete de la banda, quien añade: “Somos un grupo de mujeres con ganas de tirar adelante el proyecto juntas, sintiéndonos todas a gusto, tomando las decisiones entre todas; ya tenemos una dinámica cooperativa y lo lógico sería pues que también lo fuéramos desde un punto de vista jurídico”.

Reinvertir las ganancias

Este espíritu se expresa también en la propia idea de negocio: “Las ganancias son para invertirlas en el propio grupo y sus necesidades, no para repartir grandes beneficios”, recalca Lacueva.

La dinámica es muy parecida en Maruja Limón, quinteto de fusión de raíz flamenca integrado también por mujeres, con base en Barcelona e igualmente asociación de impulso. Como explica Sheila Quero, una de las voces del grupo, la dinámica cooperativa es previa a su reconocimiento jurídico-formal: “Trabajamos de forma asamblearia, de forma horizontal, tanto en la organización de la asociación como en el proceso de creación musical”.

Quero está convencida de que el resultado es positivo también desde el punto de vista creativo: “Cinco cabezas pueden hacer más que una sola y amplía con toda seguridad la diversidad del repertorio”, recalca.

Esta forma de trabajar lleva aparejada de manera lógica y natural el reparto equitativo tanto de los derechos de autor como de los ingresos, con independencia de cada aportación concreta que haya hecho cada una. “No le vemos sentido a evaluar cada contribución individual de forma aislada… ¿Cómo se mediría, por ejemplo, ser un elemento clave en la cohesión del grupo? Lo importante es el conjunto”, subraya.

Entre las entidades que llevan más tiempo empujando para que los valores de la economía social y solidaria impregnen el mundo de la música destaca Propaganda pel Fet!, cooperativa con sede en Manresa (Barcelona) que ha cumplido ya los 25 años de existencia y que trata de dar “un acompañamiento integral (en el campo discográfico, en la gestión del management y de los conciertos, en los derechos editoriales, etc.), según las necesidades de cada proyecto”, como explica uno de sus socios, Xavi Angulo.

La entidad, surgida del underground más politizado y fiel a sus valores de siempre, trata de poner al servicio de los proyectos musicales todos los conocimientos específicos acumulados durante más de dos décadas en la jungla del “mercado musical” con el objetivo último de “sabotear las lógicas del sistema desde dentro” y dar voz y apoyo a dinámicas alternativas, no necesariamente en formato cooperativo. 

“Lo más importante es la praxis y la voluntad transformadora, y que haya concordancia entre el discurso y la práctica”, explica Angulo. “La música no hará la revolución por nosotros, pero seguramente nos alentará a hacerla”, concluye. 

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