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Cambio climático: la economía o la vida

La cumbre de Glasgow sobre cambio climático ha puesto de relieve que es mucho más difícil poner en práctica medidas concretas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que alcanzar acuerdos sobre principios.

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Diciembre 2021 / 97

La cumbre de Glasgow sobre cambio climático ha puesto de relieve que es mucho más difícil poner en práctica medidas concretas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que alcanzar acuerdos sobre principios. La razón de estas dificultades es que las medidas necesarias afectan directamente a los intereses de las grandes corporaciones industriales y financieras y al modo de vida de muchas personas. Resulta muy difícil reconducir un modelo social que ha estado tan condicionado por los intereses económicos.

En 1979 Miguel Delibes escribió un libro premonitorio, Un mundo que agoniza. Significó un aldabonazo contra el falso progreso que se había instalado en el país, que comportaba una imparable destrucción de la naturaleza. Delibes rechazaba una sociedad en la que “el dinero se erige en símbolo e ídolo de una civilización” y se mostraba convencido de que un sistema capitalista que exige la expansión ininterrumpida termina por morir. 

La sabia intuición de Delibes sonaba entonces a romanticismo rural, pero estaba en plena sintonía con los primeros descubrimientos de la ciencia medioambiental. En 1972,  la científica Donella Meadows elaboró el informe Los límites del crecimiento, en el que advirtió de que los aumentos de la población, la industrialización y la contaminación llevarían a la Tierra al límite de la sostenibilidad en un plazo de 100 años. Posteriores avances científicos fueron confirmando el desastre climático al que conducía el modelo industrial dominante. En 1995, el Grupo de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) concluyó que había una relación directa entre la acción del hombre y el aumento de las temperaturas y sus efectos perniciosos para la humanidad.

Durante las últimas tres décadas nuevas evidencias propiciaron la celebración de sucesivas cumbres en las que los países, cada vez más conscientes del desastre climático, trataron de afrontar el problema. Algunas reuniones han sido muy positivas, como las de Río de Janeiro (1992) y la de París (2015). Otros encuentros han sido más decepcionantes, como las de Copenhague (2009) y Madrid (2019). 

Resignación

En el balance de Glasgow ha dominado la resignación, como lo indican las valoraciones sobre los acuerdos alcanzados que se han calificado de insuficientes, intermedios o los únicos posibles. De todas formas, la reunión ha aclarado en qué momento nos  encontramos. Ha quedado escrito negro sobre blanco que la crisis climática es un problema vital para la humanidad. Y, sobre todo, que para lograr los objetivos marcados por los científicos de limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 grados hay que reducir las emisiones en un 45% en 2030 y llegar a cero en 2050.  Sin embargo, no se ha conseguido el consenso para eliminar el carbón como fuente de energía. El compromiso ha quedado en reducir su uso.

En Glasgow han quedado al descubierto  los intereses de las grandes corporaciones

La ciudadanía, cada día más consciente del peligro, exige medidas

En Escocia han quedado al descubierto los intereses económicos en juego. La presencia de los representantes de las grandes corporaciones ha sido más numerosa que nunca. También ha trascendido la responsabilidad de los bancos centrales a la hora de facilitar la financiación superbarata, lo que ha permitido a las energías del petróleo, gas y carbón disponer de todo el dinero que han querido. Esto ha supuesto una enorme injusticia para los países pobres, como ha señalado Jeffrey Sachs. El  economista estadounidense ha recordado que, mientras que los países ricos han podido financiarse a interés de cero, los más pobres han tenido que pagar entre el 5% y el 10%.

Para los países afectados por la erosión climática ha sido decepcionante que la cumbre no haya acordado la concesión de los 100.000 millones de dólares anuales prometidos para reparar los daños causados por las sequías y las inundaciones.  

La cumbre ha servido también para precisar las responsabilidades históricas. No se puede presionar a China con el argumento de que actualmente emite el 27% de los gases efecto invernadero. La realidad es que las emisiones históricas acumuladas de EE UU son ocho veces superiores a las de China. Pekín, por otra parte, se ha comprometido a la neutralidad climática en 2060.

La crisis climática ha llevado a la humanidad al límite. Son más verdad que nunca las palabras de Erich Fromm: “Para conseguir una economía sana hemos producido millones de hombres enfermos”. Hoy sobran las evidencias y los ciudadanos, que son cada día más conscientes de ello, exigen medidas.