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El comercio mundial se recompone

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Octubre 2017 / 51

Análisis: Los países emergentes importan menos porque aumentan las cadenas de valor, mientras que la producción se relocaliza en los países desarrollados.

Fábrica téxtil en Mantua (Italia). FOTO: PARLAMENTO EUROPEO

¿Se puede comprender un fenómeno económico sin disponer de los útiles necesarios para ello? Uno de los rasgos más asombrosos de la globalización del comercio y la producción es, en efecto, la pobreza de las estadísticas que supuestamente la describen. Dos siglos después de los economistas Adam Smith y David Ricardo, el comercio internacional sigue midiéndose por los flujos de mercancías que transitan por las fronteras, independientemente del origen de los productos en cuestión y de su contenido en bienes y servicios importados o producidos localmente.

Tanto Singapur y Hong Kong como Luxemburgo, Irlanda y Malta registran ratios de exportación superiores al PIB, lo que significa que exportan más de lo que producen, en unas proporciones que, en ocasiones, son de uno a dos. Evidentemente, ello sólo es posible porque una parte significativa de dichos bienes corresponde, en realidad, a la reexportación de bienes importados anteriormente.

Esa realidad, que durante mucho tiempo ha sido la de las ciudades-depósito, herederas de las factorías coloniales, ha dado paso en el último medio siglo a una realidad nueva: la integración de la propia producción a escala mundial. 

Así, en el caso de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos, el 40% del valor añadido* incorporado a los productos exportados procede de… Estados Unidos. Entre un 30% y un 40% viene  de los productos y el trabajo mexicanos, y lo que queda lo importa México del resto del mundo. 

 

UN BUEN INDICADOR DE LA GLOBALIZACIÓN

La segmentación de los procesos de producción a escala mundial, evidente desde los años 1970, se observa en la amplitud adquirida por el comercio intrafirmas, es decir, entre filiales de multinacionales. Estos intercambios representan, según la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, en sus siglas en inglés), un tercio del comercio mundial de todos los productos. Para muchas multinacionales, como Samsung Electronics o Intel, la organización de la producción a escala mundial pasa por el control directo de las filiales que intervienen en los diferentes estadios de la producción. Esta estrategia, denominada de integración vertical*, permite a la casa madre garantizarse tanto la propiedad de las tecnologías desarrolladas como los precios y los estándares de producción hasta el montaje y la comercialización.

La exportación de Singapur, Hong Kong y Malta supera su PIB

La organización de la producción pasa por el control de las filiales

Otra estrategia, empleada por las firmas Apple y Nike, entre otras, se basa fundamentalmente en la subcontratación internacional. Firman contratos de abastecimiento que no implican transferencias de tecnología y, por tanto, el control por parte de los suministradores.

En ambos casos, el comercio internacional se parece muy poco al de los productos acabados tal como nos enseñan los manuales de economía. Se ha convertido en el apéndice de unos procesos de producción globalizados que adquieren la forma de “cadenas de valor globales”. En otras palabras, de filiales de producción desplegadas a escala mundial en las que los intercambios de productos intermedios y de componentes desempeñan un papel creciente.

Para muchos países en desarrollo, su introducción en el comercio internacional se lleva a cabo mediante la inserción en las cadenas de valor organizadas por las grandes firmas que dominan el mercado mundial. La participación en esas cadenas se mide, por una parte, por el peso en las exportaciones de un país de los insumos (inputs) extranjeros incorporados en los productos acabados exportados y, por otra, por el de los insumos locales incorporados en los productos exportados por terceros países.  En el caso de países asiáticos como, por ejemplo, Corea del Sur, Malasia o Filipinas, el índice de participación en las cadenas de valor globales así medido se acercaba al 70% en 2012 (50% en el caso de China).

El impacto de esa inserción sobre el crecimiento económico local depende de un modo crucial del posicionamiento del país en las cadenas de valor, o, lo que es lo mismo, en el porcentaje del valor añadido global de la cadena de producción que logra captar (véase el gráfico). Un estudio sobre la fabricación del iPhone de Apple ha demostrado que la firma china Foxconn, encargada del montaje del producto, sólo percibe, en el mejor de los casos, un 4% del precio de venta final del aparato (1,8% en el caso de los salarios), frente al 58% que va a Apple y el 22% a las materias primas; el resto va fundamentalmente a los productores japoneses y surcoreanos (Toshiba, Samsung, LG) de componentes con fuerte valor añadido como la pantalla, los chips de memoria y el disco duro.

 

UN FACTOR DE PROPAGACIÓN

Desde la gran recesión de 2008-2009, el análisis de las cadenas de valor global, durante mucho tiempo limitado a la economía del desarrollo y asociado a la escuela de dependencia*, es objeto de una atención creciente por parte de las organizaciones internacionales como la OCDE, el FMI, la OMC y la Comisión Europea, que se esfuerzan en elaborar bases de datos que ayuden a comprender el fenómeno. 

Una de las razones de ese interés reside en el espectacular hundimiento del comercio mundial a finales de 2008 (véase el gráfico) que ha puesto en evidencia el papel de las cadenas de valor globales en la propagación de la crisis. En efecto, la magnitud de la contracción de los intercambios comerciales no ha tenido parangón con las observadas en las precedentes recesiones globales (1980-1982, 1991-1993, 2001). En buena medida, ello se explica por el desarrollo espectacular de las cadenas de valor en los años 1990 y 2000, tras la integración en las redes de producción mundiales de China (adhesión a la OMC en 2001), de India (liberalización económica), de la ex URSS y de Europa del Este (adhesión a la UE a partir de 2004).

La externalización de las actividades consideradas no estratégicas hacia países con salarios bajos, facilitada por el hundimiento de los precios de las comunicaciones y por la informatización del trabajo, se ha generalizado no sólo en la industria manufacturera, sino también en numerosas actividades del sector servicios que permiten a las grandes firmas concentrarse en sus competencias básicas y mejorar, así, sus beneficios. Pero, en caso de crisis, la disminución de los intercambios internacionales es mucho mayor debido a que las cadenas de valor son más largas o, dicho de otro modo, a que la producción está segmentada a escala internacional.   

 

COMERCIO A RALENTÍ

El marasmo del comercio mundial se prolongó tras la recuperación de 2009-2010. En el período 2012-2016, los índices de crecimiento mundial de los intercambios mundiales de bienes y servicios en volumen no superaron el 3% frente a un ritmo superior al 8% en los años que precedieron a la crisis (2003-2007).

Aunque, según la OMC, se puede percibir un cierto movimiento desde el segundo semestre de 2016, el crecimiento de las importaciones mundiales no superará el 4% en 2017 y 2018, según el FMI. Es de señalar que la reducción del comercio mundial afecta a casi todas las economías y a la gran mayoría de los productos, y que la lentificación mayor se observa en los bienes intermedios y los bienes de equipo.

Factoría en  luannan, provincia de Hebei, China. FOTO: ZHANG YUANGENG

Es evidente que una parte importante de esa ralentización se explica por la atonía de la actividad: el índice de crecimiento mundial anual ha sido del 3,4% en el período 2012-2016 frente al 5,1% de los cinco años anteriores a la crisis. A ello se añade el hundimiento de los precios de los productos de base, que afecta enormemente a la demanda de muchos países emergentes.

Otro factor clave de la desaceleración de los intercambios es, según el FMI, la escasez de la inversión debida a la fuerte internacionalización de la producción de los bienes de equipo. Para el FMI, los factores más estructurales, como el freno del proceso de liberalización de los intercambios (fracaso del ciclo de Doha de la OMC) y el aumento de los obstáculos no tarifarios en los intercambios, por una parte, y la maduración de las cadenas de valor globales, por otra, sólo explican, a lo sumo, el 30% de la lentificación del comercio mundial desde 2012.

 

UNAS ECONOMÍAS MÁS MADURAS

La idea de una maduración de las cadenas de valor globales hace referencia a los límites inherentes a los procesos de división del trabajo, cuyas ventajas económicas disminuyen a medida que aumentan los costes logísticos (transporte, organización) y los costes de transacción*. También hace referencia a la maduración de las economías en desarrollo (sobre todo en Asia), implicadas en las cadenas de producción. En efecto, dichas economías captan un porcentaje mayor del valor añadido, pues ellas mismas producen los productos intermedios y los componentes que entran en la fabricación de los productos acabados. 

Estas estrategias, denominadas de sustitución de importaciones*, son familiares a  las economías del desarrollo que las identificaron en los primeros estadios de la industrialización de las regiones periféricas. Y no han perdido actualidad en Asia, donde las estrategias de promoción de las exportaciones van unidas, siempre que el control de la tecnología lo permite, a unas políticas de aumento de las cadenas de producción.

La reducción del comercio afecta a todas las economías

La baja inversión se debe a la internacionalización de los bienes de equipo

En este sentido, un hecho fundamental es la maduración acelerada de la economía china y los considerables esfuerzos realizados por ese país para, siguiendo el ejemplo de Japón y Corea del Sur, internalizar al máximo la producción de insumos que antes debían importarse. Así, el ritmo anual de crecimiento de las importaciones chinas ha pasado del 20% en 2003-2007 al 7% a partir de 2012, una desaceleración mucho mayor que la del PIB. El porcentaje de insumos y de componentes importados en las exportaciones chinas, que alcanzaba el 60% a mediados de los años 1990, ya no era más que el 35% en 2012.

La maduración de las economías emergentes tiene también otro impacto en las cadenas de producción internacionalizadas. En efecto, va acompañada de un aumento rápido de los salarios, que limita los beneficios de las producciones deslocalizadas. En un contexto de estancamiento de los salarios en las economías desarrolladas y de robotización de las tareas, el reajuste salarial de las economías emergentes favorece la relocalización de muchos segmentos de producción. Esta tendencia se ve acentuada por el aumento del nacionalismo económico en Estados Unidos y por las dificultades por las que pasa el megarregionalismo, simbolizadas por el fracaso del proyecto de acuerdo de asociación transpacífica y por la oposición de las opiniones públicas a la firma del TAFTA (el tratado de libre comercio transatlántico Europa-Estados Unidos).

 

* LÉXICO

Valor añadido: valor comercial adicional que la actividad de una empresa aporta a una mercancía que transforma.

Integración vertical: control por parte de un productor de sus suministradores (al inicio de la producción) o de sus clientes (al final).

Escuela de la dependencia: escuela que considera la configuración de las relaciones entre el centro y la periferia de la economía mundial como causa de la perpetuación de las relaciones de dominación económica a escala internacional. 

Coste de transacción: coste asociado a la realización de un intercambio económico, y que se deriva del hecho de que la información sobre todos los componentes de la transacción no es perfecta y de que su realización plena no está garantizada espontáneamente.

Sustitución de importaciones: estrategia de desarrollo basada en la sustitución de productos importados por productos locales. Estas estrategias descansan generalmente en una fuerte protección de los mercados interiores, la atracción de inversores extranjeros, e importantes incentivos fiscales y financieros.