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La inesperada pesadilla de Xi Jinping

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Enero 2023 / 109

Fotografía
Etam Liam

El líder chino inicia su tercer mandato gestionando protestas en varias ciudades contra su rígida política anticovid, una señal de que la sociedad es cada vez más exigente con el Partido Comunista.

 

Apenas 30 días ha tenido Xi Jinping para asimilar su designación para un tercer mandato de cinco años al frente del Partido Comunista y de China, que lo ha convertido en el hombre más poderoso del país desde Mao. A finales de noviembre, las protestas estallaban en varias ciudades contra su política de covid cero, reclamando el fin de los bloqueos, libertad y hasta su dimisión: lo nunca visto en el gigante asiático. Sin duda, la peor de las pesadillas para los líderes chinos, siempre temerosos de que la población cuestione la legitimidad del régimen y, en especial, para Xi, que había hecho bandera de su plan para erradicar el coronavirus y subrayar la superioridad de China sobre Occidente.
 

3,2% del PIB es la previsión de crecimiento de China para este año, frente a la anterior del 5,5%

 
En China hay miles de protestas cada año, la mayoría por temas laborales, que el PCCh acalla defenestrando a sus dirigentes locales. Ese parecía ser el origen de las manifestaciones en la mayor fábrica de Iphone del mundo, ubicada en Zhengzhou, una urbe de 10 millones de habitantes situada a 700 kilómetros al sur de Pekín. Las imágenes de trabajadores derribando vallas y enfrentándose a la policía sorprendieron al mundo por su carácter insólito.
Pero los empleados de esa planta de Foxconn, donde trabajan más de 200.000 personas y se fabrica el 70% de la producción mundial de móviles de Apple, no reivindicaban solo mejoras salariales por trabajar confinados; también expresaban su hartazgo por la política de covid cero, un plan de confinamientos masivos, pruebas diarias de PCR y cierre de empresas y escuelas que ha paralizado el país y ha hundido su economía, que se prevé que este año crezca el 3,2%, frente a la previsión anterior del 5,5%.

El Gobierno cede a la presión y desmantela las cuarentenas

 
Esas protestas no eran las primeras que se producían en la factoría de Zhengzhou. A principios de noviembre, cientos de trabajadores habían huido por temor a ser confinados en la fábrica para cumplir con los pedidos navideños, sufrir escasez de alimentos y contagiarse de covid. La empresa atajó esta situación ofreciendo pluses salariales y reclutando mano de obra por los pueblos vecinos, al tiempo que el Partido Comunista (PCCh) llamaba a afiliados y militares jubilados a ayudar a Foxconn a mantener la producción. Pero el malestar aumentó al retrasarse los pagos prometidos y mezclarse el personal recién llegado con los que ya estaban trabajando, que consideraron que corrían peligro de infectarse del virus y que era mejor abandonar la fábrica. Esta decisión desembocó en los violentos choques entre los trabajadores y los policías que les impedían salir.
 
Incendio en Xinjiang
En paralelo, el 24 de noviembre, otro suceso sobresaltó a Xi. Esta vez el foco de tensión estaba en Urumqi, la capital de Xinjiang, la región donde habita la minoría uigur. Allí, un incendio en un bloque de viviendas causaba la muerte a 10 personas. Esta tragedia no habría ido más allá de los titulares de la prensa local si no fuera porque era una de las muchas ciudades del país con parte de su población confinada por la política anticovid. El succeso llevó a los activos internautas chinos a especular en las redes sociales acerca de si las rígidas medidas anticovid habían impedido a los bomberos llegar a tiempo o habían imposibilitado a los residentes huir de las llamas. Se había destapado la caja de los truenos.

La economía seguirá deprimida hasta la segunda mitad del año

 
La tragedia de Urumqi no era la primera causada por la política de covid cero, pero sí la que canalizó la ira de los chinos, hasta el punto de convertirse en la prueba más crítica que afronta Xi. Y es que, en los últimos meses, China se había estremecido con el accidente de un autobús que transportaba pasajeros a una cuarentena forzosa en el que murieron 27 personas, había llorado de rabia cuando trascendió que un niño de tres años falleció porque a su padre se le impidió buscar atención médica y cuando se denunciaba la muerte de mujeres embarazadas porque los hospitales se negaban a admitirlas sin una prueba negativa reciente. Esta suma de casos sacaron a la calle a una población irritada y agotada por casi tres años de confinamientos, restricciones económicas y los rudos modales de los funcionarios.
Esta ira explica que las protestas con demandas de “¡dejadnos salir!” y “¡queremos libertad!" se extendieran por las principales ciudades del país coreadas por cientos de personas reclamando el fin de la política de covid cero y la dimisión de Xi. La reivindicación era compartida por vecinos confinados, trabajadores aislados en fábricas y estudiantes recluidos en los apartamentos de los campus universitarios. Eran escenas de unas exigencias compartidas por todo tipo de gente que los responsables del PCCh no habían visto desde Tiananmen, en junio de 1989.

1989, año de las revueltas de Tiananmen. Desde entonces no se habían vivido unas protestas como las de diciembre pasado

 
La respuesta de Pekín no se hizo esperar. Tras varios días de manifestaciones, el Gobierno cedió y desmanteló los requisitos de cuarentena, las pruebas masivas y lo que era un virus mortal ahora es una gripe fuerte. Y todo en paralelo a la peor escalada de contagios desde 2020. Ha sido un repentino giro político bien recibido por los inversores extranjeros y que ha generado esperanzas de que pronto se abran las fronteras.
 
Consumir lo justo
No obstante, la situación está lejos de normalizarse y los analistas locales vaticinan que la actividad económica permanecerá deprimida hasta la segunda mitad de 2023. Este diagnóstico se apoya en factores internos y externos. Y es que los chinos siguen temerosos de contagiarse de covid y de que Pekín ordene nuevos bloqueos, lo que los lleva a consumir lo justo y a ahorrar para prepararse para lo peor. Los empresarios, a su vez, intentan reestructurar sus negocios para afrontar el frío invierno y esperan que la Asamblea Nacional apruebe medidas para relanzar la economía en marzo de 2023. A todo esto se suma la crisis inmobiliaria, que representa el 30% del PIB, y la caída de las exportaciones, fruto de las políticas monetarias de Europa y EE UU, que seguramente se prolongarán en el tiempo.
Este panorama sugiere un 2023 complicado para Xi. Deberá gestionar la coexistencia de la covid con el deseo de los chinos de regresar a la normalidad y el éxito de sus protestas. Y, a su vez, deberá diseñar una estrategia para animar la demanda interna y el consumo, elementos clave para reimpulsar la economía. Estas decisiones deberían atraer a los inversores extranjeros, garantizar las cadenas de suministro para Europa y EE UU y mejorar las exportaciones chinas; en definitiva, un año difícil para el máximo líder.