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Trabajo contrarreloj

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Septiembre 2021 / 94

Ilustración
Lola Fernández

La máxima productividad como meta marca relaciones laborales algorítimicas y bajo presión.

En su última carta anual, Jeff Bezos se comprometió a convertir Amazon en “la mejor empresa donde trabajar y en el lugar de trabajo más seguro”. Fue después de la sonada consulta en la que las personas que trabajan en el almacén de Bessemer (Alabama) debían decidir si formaban o no un sindicato. Solo el 24% de votos apoyaron la propuesta, tras una campaña en que la empresa se empleó a fondo para persuadir a su gente de que ya tenían lo que podían obtener. Martilleó con el mensaje de que paga  “un salario líder en la industria (15,3 dólares o el doble del salario mínimo)”  y ofrece “beneficios integrales y oportunidades para el crecimiento personal”. El Sindicato de Minoristas, Mayoristas y Empleados de Tiendas (RWDSU) denunció “intimidación e intromisión de la empresa”. Con el resultado aún caliente, la compañía adelantó el anuncio de una subida anual del sueldo entre medio dólar y tres dólares la hora.

La consulta puso el foco en las condiciones laborales de Amazon, y más durante la pandemia —durante la cual ha contratado a medio millón de personas por el incremento de envíos—. Lo que sucede en Amazon importa más allá de ella por su estela: emplea de forma directa a 1,3 millones de personas en el mundo, tiene una constelación de 900.000 colaboradores, es la segunda empresa en número de trabajadores en EE UU tras Walmart  y es pionera en medidas para exprimir la productividad.

Ni tiempo para ir al baño

Las críticas a la compañía no se centran tanto en los salarios, sino en la cultura del control y la presión. 

El punto álgido de la polémica llegó cuando algunos repartidores aseguraron que tenían que orinar  en botellas de agua porque la presión por entregar en plazo les impedía buscar un aseo durante sus rutas. Tras una airada reacción inicial, la empresa admitió: “los conductores pueden tener problemas para encontrar baños debido al tráfico o, a veces, a las rutas rurales, y este ha sido especialmente el caso durante la covid, cuando se han cerrado muchos baños públicos", problema que, remarcó, “afecta a toda la industria”.

Europa no es EE UU. “Aquí no hablamos de mear en botellas. Pero los tiempos están my medidos. Un dispositivo PDA marca cuánto tardas en recoger los pedidos y mover cajas dentro del almacén. Si te retrasas, la máquina va pitando cada vez más fuerte, y todo el mundo te mira, te meten presión”, explica Ana Isabel Berceruelo, delegada de CC OO en Amazon y responsable de logística. También cuesta conciliar, añade, por los continuos cambios de turnos y libranzas.

Conflictos y pacto

En España, donde Amazon emplea a 15.000 personas con contrato, el doble que en 2019, se han producido varios conflictos laborales, como los hubo en Italia, Francia, Alemania y Polonia. La plantilla del centro de San Fernando de Henares, el primero que se abrió en España en 2012, protagonizó tres años de tira y afloja, huelgas incluidas, cuando los sindicatos denunciaron un empeoramiento de las condiciones de trabajo y se aplicó el convenio sectorial provincial de logística. En mayo, a las puertas de verse ante un juez de lo social, Amazon cedió en parte y una mayoría de la plantilla aprobó el pacto, con la CGT en contra.

Según CC OO, de los más de 30 centros de logística y distribución en España —unos robotizados, como los anunciados en Illescas  (Toledo) y Corvera (Murcia) y otros no—, solo un tercio está sindicalizado. Los salarios varían según la provincia. En Madrid, el salario base es de 20.300 euros, y en Toledo ronda los 16.000. Amazon ve estos salarios “muy competitivos” y subraya que entre otros beneficios ofrece un seguro de salud, plan de pensiones y formación financiada.

Sindicatos de distintos países pidieron ayuda a Bruselas tras asegurar que la empresa los espiaba

En 2018, los sindicatos publicaron en redes: “el 50% del personal de San Fernando tiene lesiones, y la tasa de absentismo laboral es del 18% por bajas”, por los movimientos repetitivos. En su informe de 2020, Amazon admite que el 40% de lesiones son trastornos musculoesqueléticos y ha lanzado un programa para ello, y asegura haber reducido estos trastornos el 32% en un año.

Aunque Amazon asegura que “respeta el derecho” a sindicarse y dice que la relación con los comités de empresa es “de colaboración”, los sindicatos han llegado a pedir ayuda a Bruselas tras denunciar que Amazon “espía a los trabajadores en sus actividades sindicales legales”. La empresa lo niega.

En un elaborado reportaje de investigación, en el que fueron entrevistados casi 200 empleados y exempleados y directivos de Amazon,  The New York Times concluía este verano que la precisión y la imaginación que la empresa invierte en resolver problemas logísticos “no se aplica a los recursos humanos”, marcados por sofisticados sistemas de productividad, automatización y una elevada rotación. 

El doble de rotación

La rotación era ya antes de la pandemia del 150% anual, el doble de la industria logística. Los contratos, a veces tras una breve conversación o por ordenador, duraban días o semanas. Los entrevistados se quejaban de relaciones canalizadas por algoritmos, aplicaciones y bots que podían despedirlos tras “un mal día”. Y mostraban ansiedad porque la empresa, obsesionada por la productividad, quería que todos supieran que estaba auditando su “tiempo fuera de la tarea” (hablar con un compañero o ir al baño).

“Creo que en los espacios industriales tiene sentido que exista cierto control de los tiempos por cuestiones de eficiencia, pero no podemos estar sometidos a una dictadura de las máquinas. En las empresas puede acabar padeciéndose un estrés por vigilancia. Comportaría un riesgo. Lo mismo que la ausencia de una instancia a la que recurrir las órdenes que cumplen sin miramientos los algoritmos", afirma la economista Lucía Velasco, desde febrero directora del Observatorio ONTSI, que estudia la digitalización y el impacto social de la tecnología. "Un algoritmo no te debería poder despedir  y que no haya posibilidad de diálogo con un ser humano. Los algoritmos deberían acordarse antes de implantarse", añade. Ante el intento de las empresas de ser siempre más productivas, apunta, "los sindicatos deben trabajar para evitar abusos y también entender cómo ser útiles en un entorno cambiante y digitalizado. Para la generación millenial no forman parte de nuestro paisaje”.

 Ilustración: Lola Fernández

Al mismo tiempo, la tecnología puede facilitar la vida. “Un exoesqueleto para levantar paquetes no solo es una ayuda, sino que permite incluir en el mercado laboral a mujeres o a personas de cierta edad en trabajos más físicos. Y del mismo modo, en la logística la tecnología permite realizar mejor el trabajo. Amazon ha revolucionado el sistema logístico, y es posible que tenga espacio para mejorar en el cuidado de las personas que forman parte de ese éxito”, admite Velasco.

La nueva ley 'rider' española obliga a las empresas a contratar al personal de reparto autónomo

Para los consumidores, la cara de Amazon está fuera de los almacenes, en los repartidores. La empresa habla de ellos como de “una extensa red de empresas de reparto, incluyendo pymes, así como una pequeña red de transportistas autónomos”, a los que subcontrata esa “última milla” hasta las casas. La inspección de Trabajo en España concluyó en 2020 que 3.000 repartidores en Madrid y Barcelona que trabajaban con su propio vehículo siguiendo las rutas que marcaba la aplicación Amazon Flex debían ser dados de alta como trabajadores contratados, tras una denuncia de UGT. Amazon ha recurrido. 

Una nueva ley obliga a contratar a los riders o personal de reparto, que según fuentes sindicales las empresas intentan sortear por vías como la subcontratación, mientras que el Gobierno obligará a que los sindicatos puedan acceder al algoritmo que determina cómo se contrata, se despide o las condiciones laborales. 

Un caso particular

Un cocinero de 28 años afiliado a la CGT y afectado por la pandemia que ha buscado su oportunidad en la logística empezó a trabajar para el gigante de Bezos a través de Adecco. A los tres meses, el joven (pide que su nombre real no se cite aunque acaba de dejarlo) pasó a engrosar la firma de reparto subcontratada por Amazon, Nopar-Method Advanced Logistics.

En su fase de la ETT,  hasta las ocho de la tarde del día anterior no sabía si tendría trabajo al día siguiente. Tienes que estar disponible de lunes a domingo. Como asalariado, tenía un sueldo fijo más incentivos si trabajaba en festivo (25 euros) o si hacía las rutas de apartados de correos (15 euros).  “Al mes podías sacarte 980”, dice. “Pero para mí lo malo no era tanto un tema salarial. Cada día Amazon calcula las horas que tardarás en realizar el reparto, y si tardas 10 y Amazon cree que tardarás 8, pues no cobras 2”, explica Juan. Asegura que en diciembre pasado hizo 260 horas pero le pagaron 200.

“No es la típica precariedad. Casi todo el mundo es joven, en un ambiente cool. Te dan una rosa por Sant Jordi y chocolate por San Valentín”, cuenta. Si el cliente no está, debes pasar una segunda vez y te descuentan horas. Si acumulas tres partes de accidente, sea o no culpa tuya, pueden despedirte. Si te paras,  te llaman, a ver qué pasa, pues estás geolocalizado. Estás bajo presión”.