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El vértigo de la 'corona-economía'

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Abril 2020 / 79

Las reglas convencionales han saltado por los aires y ya no basta con estímulos, por muy espectaculares que sean.

Momentos duros. Pedro Sánchez, José Luis Ábalos y Salvador Illa, en el Congreso. Foto: PSOE

El desafío que afronta el mundo ante la amenaza del coronavirus es tan descomunal que algunos países, con España a la cabeza, ya hablan de la necesidad de un nuevo Plan Marshall, el gran programa de ayudas económicas para reconstruir la Europa devastada por la II Guerra Mundial. Pero para que llegara un Plan Marshall, impulsado por EE UU en 1948, primero hubo que ganar la guerra y, para lograrlo, poner entre paréntesis todas las reglas económicas convencionales, aprobar partidas mareantes de inversión pública y reorganizar completamente la economía para ponerla solo al servicio de ganar la batalla y salvar vidas.

Las analogías históricas siempre son complicadas y más todavía cuando hay guerras y nazis de por medio. Pero cuando en 1941 el presidente de EE UU, Franklin D. Roosevelt, entró en la guerra tras el ataque de Pearl Harbour (que causó unos 2.500 muertos, una cifra ya superada holgadamente por las víctimas del coronavirus en 15 días en España) en lo último que pensaba era en los planes de reconstrucción y en los problemas del día después: se puso de inmediato a la tarea de ganar la guerra y tomó el control económico total para poner al aparato productivo del país al servicio de lograrlo.

Como recordaba un crucial editorial de The New York Times del pasado 17 de marzo, Basta de decir que todo está bajo control. No lo está, la reconversión de la poderosa industria del automóvil bajo el liderazgo de la Administración Roosevelt-Truman permitió pasar literalmente de la nada a producir 100.000 aviones de guerra solo en el año 1944, u 11 cada hora. "Es notable lo que el país es capaz de hacer cuando la vida de sus ciudadanos está en peligro y el desenlace final es incierto. Lo que se necesita es liderazgo para apelar a ese espíritu y actuar en el interés nacional", subrayaba el editorial.

Antes del Plan Marshall hubo que ganar la guerra

Por suerte, no hay ninguna guerra declarada, pero la vida de ciudadanos sí está en peligro, con el sistema sanitario ya colapsado y sin material básico para atender la ola de enfermos graves de coronavirus, que aún crece a ritmo exponencial. El día 26 por la mañana, España era el segundo país del mundo con más muertos (más de 4.000, solo por detrás de Italia), y las víctimas en el mundo superaban las 22.000, con cerca de medio millón de casos confirmados.

Incertidumbre

El resultado final también es todavía incierto, al menos hasta que esté disponible una vacuna y los científicos consideran muy improbable disponer de ella con garantías antes de un año (véase página 12). Hasta entonces, con un virus esparcido por todo el mundo con semejante capacidad de contagio masivo incluso en portadores asintomáticos y hasta 15 días después de superar la enfermedad, es imposible que la economía pueda volver a funcionar normalmente. Incluso cuando se supere esta fase de parálisis casi total provocada por el confinamiento: hasta que no esté la vacuna, las viejas reglas no van a servir.

20%: Entre 1943 y 1945, el déficit público superaba el 20% anual en EE UU, pero no preocupaba ante la magnitud del reto

Las estragos económicos y sociales causados por esta situación son escalofriantes y no pueden compararse con ningún shock financiero o recesión del pasado, ya sea 1929 o 2008, porque la parálisis no tiene que ver con el funcionamiento en sí de la economía o de los mercados, sino con la expansión mundial de una enfermedad que crece a ritmo exponencial y que puede ser mortal en ratios elevadas, sobre todo si colapsan los sistemas de salud. Goldman Sachs y el IESE ya están calculando una caída de en torno al 10% del PIB para España en 2020 y sin tener en cuenta la posibilidad de que este parón se prolongue más allá de tres meses, que son las previsiones optimistas del Gobierno.

De ahí que los paquetes económicos que se están impulsando ya en algunos países hagan palidecer al Plan Marshall, que a su lado parecería un enanito, y empiecen a adquirir visos de auténticos presupuestos de guerra. El Plan Marshall movilizó en torno a 13.000 millones de dólares, que, según el Financial Times, equivaldrían a unos 130.000 millones al cambio actual, que aportó sobre todo EE UU para reconstruir Europa. Pues el Congreso estadounidense acaba de dar luz verde a un plan de choque que se propone movilizar hasta dos billones de dólares. Es decir: ¡15 veces más que el famoso Plan Marshall con dólares de valor equivalente!

Débil respuesta europea

Alemania, con las finanzas saneadas tras años de extremo rigor presupuestario, ha aprobado un presupuesto adicional (solo para combatir el coronavirus y aliviar sus efectos económicos sociales) de 156.000 millones de euros y aval público ilimitado para créditos, la mayor movilización de recursos desde la II Guerra Mundial. Pero no hay todavía una contundente respuesta europea y el proyecto de emitir hasta 400.000 millones de euros en coronabonos, aprovechando las estructuras creadas para afrontar la reciente crisis del euro, sigue sin poder superar los corsés burocráticos y administrativos de una construcción europea sujeta a la máxima disciplina monetaria y a un Banco Central Europeo concebido para mantener a raya la inflación en tiempos normales.

Los países más afectados por los estragos del coronavirus, Italia y España, son también los que menos margen de maniobra económico tienen en este escenario, con deudas equivalentes al 140% y al 100% del PIB, respectivamente, lo que limita muchísimo su capacidad de respuesta en estos momentos dramáticos si no se cambian con celeridad las reglas del juego y se adaptan a esta nueva situación, como de guerra pero sin guerra.

"Economía de guerra"

El problema es que en un escenario de necesidades financieras estratosféricas, parálisis económica y falta de infraestructuras sanitarias y material para hacer frente a la pandemia (¡todo a la vez!) ni siquiera las inyecciones económicas masivas son suficientes: ¿de qué sirve conceder créditos blandos con aval del Estado si uno tiene que quedarse en casa y no puede producir? ¿Quién va a comprar o invertir en semejantes condiciones extraordinarias, que sin vacuna disponible no tienen horizonte todavía de disiparse por completo? Por ello, algunas voces tan prestigiosas e influyentes en la UE como Jacques Attali, exconsejero especial del socialista François Mitterrand en Francia y fundador del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), aboga directamente por avanzar "muy muy rápidamente" hacia una "economía de guerra", por antipático que resulte un nombre así.

Una economía de guerra es mucho más que una inyección masiva de dinero. Es mucho más, también, que hacer frente a una gran catástrofe, por definición acotada a un tiempo y a un lugar delimitados. Implica, como hizo Roosevelt, poner toda la economía al servicio de un único objetivo: producir todo lo necesario para ganar la guerra (en 1941, tanques, aviones militares, obuses; ahora, mascarillas, respiradores, ventiladores, kits para hacer test), y con ello salvar vidas, y aliviar mientras tanto el brutal deterioro de las condiciones de vida de las familias (¿con una renta básica?) sin escatimar recursos en nombre del déficit.

¿Importa el déficit ahora?

En una guerra, los conceptos que guían las políticas macroeconómicas convencionales, como el déficit, la deuda y la inflación, no tienen importancia. Como ha subrayado Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, el déficit público de EE UU se encaramó por encima del 20% anual durante tres ejercicios seguidos de esfuerzos bélicos (1943-1945), con el pico del 26% de 1943. Y no solo no pasó nada después, sino que precisamente fue la clave de la victoria.

Attali detalla, en una entrevista con Alternativas Económicas, qué debe entenderse por economía de guerra: "Es una economía que permite enfrentarse a un peligro mortal concentrándola en lo esencial, en la defensa ante el enemigo. Es muy conocida, ha sido practicada desde la Edad Media ante diferentes pandemias: confinamiento, producción de los bienes esenciales, que son salud, alimentación, energía, información, educación. Concentrar ahí la economía de manera que cada uno consagremos nuestro tiempo a lo que es esencial producir, y desplazar a más adelante cosas menos importantes, como cambiar de vestido o de coche. Quiere decir reorientar la economía a producir equipos, máscaras, gel, respiradores, etc.".

"Hay que concentrarse en producir los bienes esenciales" Jacques Attali

Aún con titubeos, y en medio del lógico desconcierto que supone un cambio de marco mental tan extraordinario, estas ideas empiezan a ser asumidas por algunos economistas, como el propio Blanchard, y, en España, Ángel Ubide, Josep Lladós, Miguel Sebastián y Alejandro Inurrieta, entre otros (véase artículo El covid-19 resucita a Roosevelt). Y ya pueden observarse incluso con ejemplos tangibles en la práctica y con la implicación (aún muy simbólica para lo que los tiempos requieren- de los grandes empresarios) que están empezando a asumir la exhortación de Attali, al fin y al cabo él mismo un influyente miembro del establishment europeo, quien subraya: "La industria textil española puede producir máscaras; la industria mecánica, respiradores; el Ejército, proveer o construir hospitales; las constructoras, con los materiales de que disponen pueden crear rápidamente las condiciones para hospitales de emergencia… Se requiere la movilización general de todos".

Un empleado desinfecta el interior de un avión Foto: Delta Airlines

Iniciativas de base

Algunas iniciativas ciudadanas de base se pusieron de inmediato a la tarea sin esperar instrucciones de nadie, como el Ayuntamiento de Sentmenat (9.300 habitantes, 35 kilómetros al norte de Barcelona), que ante la falta de mascarillas implicó a todo el pueblo en la producción casera y, sin ninguna experiencia previa, ya fabrican 5.000 al día. Pero esta misma semana, el Ministerio de Industria, bajo el impulso del secretario de Estado, Raúl Blanco, ha dado un paso importante en esta misma dirección al fijar mecanismos de coordinación con 11 sectores industriales para empezar a reorientar la producción a gran escala, con el acuerdo de patronales y sindicatos mayoritarios, y ponerla al servicio de todo lo imprescindible que ya empieza a escasear. El episodio del timo de la venta de kits para test recuerda todavía más la urgencia: ahora mismo el mercado internacional para mascarillas, respiradores y test es lo más parecido al Far West, con todos los países compitiendo a codazos en un entorno sobrecargado de pícaros y oportunistas: lo que no se produzca en casa, difícilmente se conseguirá fuera.

300 empresas implicadas

El programa de Industria nace con más de 300 empresas implicadas. Seat ya tiene un retén para producir 10.000 mascarillas diarias en su planta de Martorell, reaprovechando material en estoc para su proceso de producción convencional, como filtros de aire, y luego las coserá Pronovias. También se está poniendo en marcha un engranaje logístico de reparto en el que está muy implicado Inditex, que también fabricará mascarillas, y otras grandes del IBEX 35.

500.000 Contagiados: El 26 de marzo se rozaba ya el medio millón de contagiados en el mundo

El Grupo Antolín, multinacional de componentes de automoción, ya está produciendo en Valladolid hasta 4.000 batas sanitarias al día utilizando material de revestimento para los techos de automóviles; la industria de cosmética y perfumería está reorientando su producción para producir geles hidroalcohólicos, con participación de multinacionales como L’Oreal y también pymes; la industria textil está empezando a producir material sanitario en lugar de bañadores y biquinis para la próxima temporada de verano; el Consorcio de la Zona Franca de Barcelona lidera un programa público-privado que fabricará respiradores gracias a la tecnología 3-D… Los ejemplos de reorganización productiva con lógica de economía de guerra se multiplican.

Experiencias insólitas en esta dirección para salvar vidas se dan ya cada día en muchos países de Occidente: trenes y aviones dejan de realizar trayectos comerciales y se concentran en el transporte de material sanitario y personas enfermas; en Francia, el Gobierno ha hecho un llamamiento a la movilización general para que trabajadores en sectores paralizados acudan al campo para participar en las cosechas y "asegurar la alimentación del país", y hasta el gobernador del Estado de Nueva York, sede misma de Wall Street, aboga por nacionalizar las empresas que fabrican equipamiento médico, mientras que todo el sector aeronáutico mundial es candidato al menos a algo parecido a una nacionalización temporal.

Hasta en Nueva York el gobernador ya plantea nacionalizaciones

En este marco mental de guerra, aunque por suerte no lo sea literalmente, los empresarios se ven obligados a dejar de preguntar qué hay de lo suyo y se ponen a las órdenes para producir con el fin principal de salvar vidas y aliviar las condiciones de la población. ¿Y no podría ser este precisamente el principio que rija siempre la economía?

 

Para saber más

 

The economics of a pandemic: the case of Covid-19. Paolo Surico and Andrea Galeotti, London Business School, 2020

 

Coronavirus Readings: selección diaria de materiales muy bien seleccionados en: https://the-syllabus.com/coronavirus-readings/