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“El conjunto de la economía se conoce muy mal”

La economista y socióloga María Ángeles Durán, pionera en el estudio de los cuidados, sostiene que la idea de pobreza y riqueza cambia en función del valor que le demos al trabajo no remunerado

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Noviembre 2022 / 107

Fotografía
Andrea Comas

Entre las pocas horas que tiene libres, María Ángeles Durán nos hace un hueco en su agenda. Sus investigaciones con relación al trabajo no remunerado le han llevado a recibir más y más premios. A sus 80 años sigue muy activa tanto en España como en América Latina, siempre atenta a los cambios sociales y a la economía.
 
¿Estamos contabilizando bien la economía?
En España, para empezar, suele haber una confusión entre qué es economía y qué no lo es. Todo depende de cómo se responda. Porque existe una economía para el mercado en la que los bienes tienen precio, y esta economía se mide relativamente bien. Y luego hay otra forma de producción, distribución y acumulación; los mismos procesos económicos, pero con servicios que no tienen precio porque no se destinan al mercado. Esta economía está  mal estudiada, no se mide. Lo importante es que entre la economía del dinero y la de la donación o intercambio hay una interacción permanente. El conjunto de la economía se conoce muy mal, porque la economía de mercado se apoya y tiene intercambios permanentes con la economía que no se convierte en dinero.
 
¿Estamos hablando de los trabajos de cuidado, básicamente?
No solo. Son todo tipo de trabajos. Entre ellos, los de cuidados son muy importantes. Hay cuatro grandes sectores dentro de la economía española, cuatro grandes agentes de producción y de consumo, que son el Estado, los hogares, las empresas y los organismos sin ánimo de lucro. Por ejemplo, en el Estado podríamos contar el servicio militar. Y entre las familias, hay una parte que tal vez también podría considerarse trabajo, que es el estudio, que únicamente está remunerado cuando se tiene una beca. Y así en todos los sistemas, en todos los agentes de producción: hay una parte de lo que producen que no es cuidado y es no remunerado. Y, por supuesto, hay una parte de las organizaciones sin ánimo de lucro que no es cuidado.

 

¿Estas dinámicas no están tomadas en cuenta en la economía?
No lo están. Y es muy difícil hacer estudios. Hay especialistas que están tratando de hacer la economía del tercer sector, el cuarto sector. Incluso para ponerse de acuerdo en los nombres que se le da a la economía hay dificultades. Las cooperativas de vivienda, de deporte, de ocio, no están contabilizadas. Es difícil hacerlo bien porque cuentan con mucho trabajo de los socios, que es no remunerado.
 
Usted ha hecho unas cuentas satélite. ¿Qué son y con qué se ha encontrado?
Lo he intentado. Es algo complejísimo. Ya las cuentas nacionales tienen cientos de páginas e intervienen millares de personas en hacerlas, proporcionando datos y procesándolos, publicándolos, sacando series larguísimas, etc. La simple jurisprudencia entre los organismos que hacen las cuentas de los países, para decidir qué se incluye y qué no, ya tiene más de 1.000 páginas. Una cuenta satélite puede hacer una aproximación a lo más sencillo de una contabilidad nacional.
 
Usted buscaba las cuentas del trabajo no remunerado.
Hay dos problemas básicos. El primero es que no hay datos. La Encuesta de Población Activa es una encuesta estupenda y se hace cada tres meses. Además, se publica enseguida. Sin embargo, para saber sobre el trabajo no remunerado lo único que tenemos son las encuestas de empleo del tiempo. El Instituto Nacional de Estadística solo ha hecho dos: una en  2002/2003 y otra en 2010/2011. Hace 11 años que no tenemos una gran Encuesta Nacional de Empleo del Tiempo. Hay encuestas parciales, y ese es el primer problema. Hace falta ese trabajo de campo.
 
¿Cuál es el segundo problema?
La segunda tanda de dificultades es ponerle un precio a las cosas. Para poder entender qué es la economía se necesita un conversor, traductor o indicador. El más simple de todos sería ponerle un precio a la hora trabajada no remunerada.  Ahora, asignar valor al trabajo cuando no tiene el valor del mercado, en buena parte es una apuesta política. Hay muchos intereses en que se dé una valoración alta o baja. Tenemos detrás mucha presión política.
 
¿Presión política para poner precio al trabajo no remunerado?
Para que decidamos cuál es el valor que le asignamos. Por poner un ejemplo sencillo: los investigadores del INE, con la primera Encuesta de Empleo del Tiempo, hicieron un estudio sobre cuánto podría valer el trabajo no remunerado, que en buena parte es de cuidado. Y le pusieron un valor de cuatro euros la hora. Pero en el segundo estudio le pusieron un valor de ocho euros. O sea, en menos de 10 años se habría duplicado únicamente con el cambio del valor asignado, que fue bastante más que la inflación acumulada en ese periodo. Esto tiene muchos efectos políticos. Por ejemplo, el mapa de la pobreza y la riqueza variaría de golpe.
 
Si le asignamos un valor medio o incluso alto, las comunidades que ahora parecen ricas ya no parecerían tan ricas. Las que parecen pobres no parecerían tan pobres. Las que piden ayuda por ser pobres, a lo mejor deben dejar de recibir ayuda. Sucede lo mismo con los hogares: por ejemplo, un hogar en el que hay varias personas que no están en el mercado de trabajo a efectos de producción de trabajo no remunerado parecería rico, mientras que un hogar que tenga todos sus peones puestos en el mercado de trabajo remunerado, que genera muchas rentas monetarias, podría no ser tan rico. Es la propia idea de pobreza y riqueza la que cambia en función de qué valor queramos darle al trabajo no remunerado. 
 
Luego habrá que ver la eficiencia de ese trabajo no remunerado.
Le voy a poner un ejemplo que a mí me impresionó mucho en su momento, hace muchísimos años, con Salvador Dalí. Tenía un carácter terrible, y en los últimos días de su vida tenía una especie de pequeño ejército de enfermeras, ayudantes y personal a su servicio. Y, a pesar de eso, estaba muy mal atendido. De hecho, se quemó porque no le venía la enfermera con la rapidez que él quería. Estuvo apretando un timbre incandescente, se originó un incendio y se quemó. En muchas familias ese cuidado sofisticado lo produce una persona que no recibe nada a cambio y, sin embargo,  da un trabajo muy sofisticado.
 
Si alguien requiere cuidados 24 horas, como Dalí, se necesita pagar al menos cuatro salarios: de día, de noche y fines de semana: 6.000 euros mínimo.
Los analistas de puestos de trabajo nos dicen que con cuatro no basta porque hay que tener previstas las vacaciones, la gripe, etc. Cuando hay que garantizar un cuidado permanente y cumplir la legislación laboral, hace falta una previsión de cinco empleados por persona a cuidar.
 
El 99% de la población no podrá.
Por eso la mayor parte del cuidado recae —porque hay mucha presión social— sobre mujeres que no pueden decir que no. O se contrata de modo alegal o directamente ilegal a trabajadores que están en condiciones muy por debajo de lo legal. Gran parte del cuidado es ilegal.
 
Para una gran parte de la población pagar una residencia es carísimo.
Organizar buenos servicios es caro. En el País Vasco, el coste real de la producción de una plaza ya estaba costando, antes de la pandemia, más de 5.000 euros. Y donde la mano de obra es más barata costaba unos 1.900 euros. A raíz de la pandemia, los trabajadores de las residencias han pedido que mejore la proporción de trabajador por residente. Y también que aumenten los metros habitables. Si aumentan los metros habitables y aumenta la proporción de trabajadores por residente, habría que multiplicar quizás por cuatro los precios anteriores a la pandemia, sobre todo en los sitios en que los salarios eran bajos.
 
Parece imposible.
En mi libro La riqueza invisible del cuidado hay un epígrafe largo con datos del Banco de España sobre la riqueza de las familias.  Estudié la capacidad financiera de los hogares y la convertí en plazas de residencia o en salario mínimo para un cuidador. La mayor parte de la población no puede pagar a un cuidador ni una residencia más allá de unos cuantos meses.
 
¿Y eso cómo se resuelve? Cada vez habrá más gente mayor. Y con menos hijos.
Eso no se resuelve con parches. Como se ha resuelto durante la pandemia es como se va a resolver si no hay un cambio revolucionario. Y esto es: con gente que se iba a casa. Y con muertos. Hemos visto un retroceso en los derechos de las mujeres, que tuvieron que asumir más carga.
 
El cambio revolucionario consistiría en dos formas: en primer lugar, dejamos de comprar otras cosas, y nos gastamos los recursos en mejorar los servicios. Y en segundo lugar, redistribuimos más la producción de servicios. Que no lo hagan mayoritariamente las mujeres, que se reparta por género, y también por edades entre toda la población. Y hay otra posibilidad, que es lo que hemos venido haciendo, pero no nos gusta hablar de ello. Abrir la mano con la inmigración y que haya cuidado ilegal.
 
Hace poco salió una nueva ley de empleadas del hogar. ¿Qué le parece?
En buena parte se han cubierto estropicios de la estructura productiva. Pero todavía tienen unas condiciones muy por debajo del resto. Querrían tener los mismos derechos que los trabajadores de la industria, que producen unas plusvalías muy fuertes y que con medidas políticas se pueden redistribuir. 
 
Si se cuida muy bien a una persona  anciana no hay plusvalía alguna, pero la persona vive más años.
Muchos cuidados permiten más tiempo de vida sin dependencia. Pero, en fin, en el caso límite cuidar bien significa alargar el tiempo de cuidados.
 
¿Qué país se ha organizado mejor?
No serviría de nada copiar un sistema si los valores son muy distintos.
 
Si no confiamos en los políticos y en las estructuras del Estado no podremos copiar a Islandia, por ejemplo. 
Y por edades también tenemos un problema. En una sociedad como la mexicana se puede pensar en distribuir por edades. Pero es que la población de España está muy envejecida.
 
Es bastante deprimente.
Soy crítica porque a menos que aceptemos que es un problema real, importante, no tomaremos nunca las medidas. Pero, afortunadamente, en el día a día me saco otro sombrero, que es el de decir: vamos a luchar y lo vamos a resolver. Vamos a inventar nuevas fórmulas. Hay un cambio que está empezando ahora, pero que también puede ser importantísimo: la ley de eutanasia, que por ahora tiene muchos problemas de aplicación. Y luego están las enfermedades crónicas, características de las sociedades envejecidas. Hay un embate de la enfermedad, se supera.
 
¿Qué opina de la jornada de 32 horas?
Habrá un nuevo sistema de castas en el que habrá gente que ocupe los puestos de máxima productividad y la productividad se convierta en poder y en calidad de vida. Esa gente puede tener la jornada de 32 horas. Además sin obligación presencial, pueden hacerlo desde Baqueira. Y donde haya una acumulación de tecnología pueden producirse unas plusvalías altísimas. Sin embargo, en los cuidados no se van a producir jamás las plusvalías. Los sectores que acumulen esas plusvalías probablemente no van a querer repartirla. 
 
Cuando buscan mujeres para puestos de responsabilidad, muchas no quieren.
Muchas tienen el tiempo repartido entre ancianos, niños pequeños, etc. Asumir más no se llevaría solo una hora. Se llevaría la última hora de la semana que quedaba libre. En economía diríamos que es la utilidad marginal decreciente: la utilidad marginal de un euro extra o de un prestigio extra comparado con la utilidad marginal de la última hora. Si fuese una subasta, el último minuto valdría muchísimo. En la última encuesta sobre empleo del tiempo del INE aparecía el tiempo de trabajo en los hogares comparado con el de trabajo remunerado. La proporcionalidad es de 130 a 100. Es decir, por cada 100 horas que en España se ponen en el mercado de trabajo, incluido el negro y el subterráneo, se ponen 130 horas en los hogares. Si al tiempo de trabajo que se hace en los hogares se le aplica la misma fórmula que usa el INE con la Encuesta de Población Activa, para lo que ellos llaman puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo y le aplicase el tiempo medio que dice el INE para el sector servicios, saldría que el tiempo de trabajo de los hogares que es no remunerado (no está incluido el de las empleadas de hogar) equivale a 28 millones de empleos a tiempo completo. Si quisiésemos hacer un trasvase para aligerar a los hogares del 10%, por ejemplo, en el cuidado de personas muy mayores, manteniendo la misma productividad se necesitaría crear 2,8 millones de empleos a tiempo completo. Si tomamos en cuenta que la Administración pública tiene del orden de los 3,5 millones de empleos, ese 10% casi requeriría duplicar los empleos públicos, nada más y nada menos.
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María Ángeles Durán

¿Quién es?

María Ángeles Durán, nacida en Madrid hace 80 años, es una socióloga y economista pionera en el estudio de la economía del trabajo no remunerado, especialmente de los cuidados. Doctora honoris causa por ocho universidades, obtuvo en 2002 el Premio Nacional de Investigación en Ciencias Sociales, Económicas y Jurídicas Pascual Madoz y en 2018 el Premio Nacional de Sociología y Ciencia Política del CIS. Fue catedrática de Sociología y profesora de investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), donde dirigió el Departamento de Análisis Socioeconómico. Ahora, jubilada, trabaja Ad Honorem en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales.