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Libertad contra justicia

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Marzo 2016 / 34

La libertad y la justicia nos parecen, en general, valores absolutamente positivos y complementarios. Pero, puestos en práctica, no son ni lo uno ni lo otro. La práctica es la economía, un terreno mundano y bastante lioso en el que los conceptos abstractos sirven de poco. Veamos. No se ha inventado, de momento, la libertad sin propiedad privada. De ahí que los ideólogos conservadores arrebataran a la izquierda el patrimonio teórico de las libertades individuales. En una sociedad completamente libre, la justicia y la igualdad entran en crisis. Y eso es lo que viene ocurriendo en los países industrializados occidentales.

Quizá recuerden aquella frase de Margaret Thatcher: “¿Sociedad? No existe tal cosa”. Desde el punto de vista liberal se trata de un razonamiento lógico. La libertad del individuo estaba, para Thatcher, por encima de cualquier exigencia colectiva. Según ella y según la escuela clásica liberal, la finalidad de la economía es la creación de riqueza. Como para la prosperidad no se ha encontrado mejor fórmula que la libertad de empresa, se cierra el círculo: que se haga rico el que pueda, cuanto más, mejor.

En la política y en la academia se empieza a minusvalorar la libertad

Libertad y justicia no son, en la práctica, del todo complementarios

Tras casi cuatro décadas de hegemonía liberal, estamos donde estamos. Ya saben, la riqueza va concentrándose en unas pocas manos. La invocación a la libertad crea desigualdad e injusticia. Los grandes pensadores liberales, desde Adam Smith hasta John Rawls, siempre han advertido de los peligros del capitalismo libérrimo e insisten en las cautelas: los derechos de los más poderosos no pueden prevalecer sobre los derechos de los débiles, porque la sociedad se desestabiliza y se rompen los fundamentos de la convivencia.

La historia enseña que los excesos, los desequilibrios entre valores igualmente nobles, se corrigen con movimientos pendulares, generalmente bruscos. Empieza ya a percibirse, en la política y en la academia, una cierta minusvaloración de la libertad. Se percibe también una cierta equiparación entre justicia y revancha de los oprimidos. Habrán notado ya, por sí mismos, que el mundo va mal. Pronto puede ir aún peor.